El costo de gobernar
Ciudadano Político

Provocador de ciudadanos, creador de espacios de encuentro y conocimiento. Exservidor público con ganas de regresar un día más preparado. Abogado y politólogo con aspiraciones de chef. Crítico de los malos gobiernos y buscador de alternativas democráticas. Twitter: @MaxKaiser75

El costo de gobernar
Foto: Pawel Czerwinski/Unsplash.com
“La política no es un juego, es un asunto muy serio” 
Winston Churchill

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Si hay una profesión en la que es absolutamente imposible quedar bien con todo el mundo es en la política. En especial, cuando se ejerce un cargo público de carácter ejecutivo. Los cargos que conocemos como “el gobierno”, que son la presidencia de la República, los gobiernos locales y los gobiernos municipales, siempre vienen acompañados de cinco cosas que hacen prácticamente imposible hacer felices a todas las personas. Estas cinco cosas generan un costo personal, social y profesional que resiente hasta el político más hábil y capaz. Vamos uno por uno.

Lo primero es la herencia. Todos los cargos públicos a los que se puede acceder por la vía democrática existían antes de llegar a ellos, y seguirán ahí cuando el político en turno se vaya. Esto implica que, cuando se llega a un cargo, las funciones y las facultades están previamente establecidas, hay cientos o miles de procesos y proyectos en marcha, hay decenas o miles de personas haciendo su trabajo, hay recursos limitados, y decenas, cientos o miles de problemas acumulados y acumulándose. Nada de esto es culpa del nuevo gobernante, pero sí son su responsabilidad. A veces, son tantos y tan complejos, que pueden ocupar todo su tiempo y energía.

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Lo segundo son los compromisos. Para llegar a un cargo por la vía del voto se requiere hacer compromisos con parte del electorado, con organizaciones, sindicatos, grupos de interés y personas que ejerzan algún tipo de influencia. Así sucede en todas las democracias. En las democracias más desarrolladas se exige que esos compromisos sean lo mas abiertos y transparentes posibles, y así, los costos políticos disminuyen. En democracias como la nuestra, los compromisos suelen ser secretos y oscuros, y cumplirlos puede generar enormes costos, a veces incluso mayores que incumplirlos.

Lo tercero es el contexto. Los grandes planes de gobierno suelen quedar guardados en un cajón por culpa de una crisis económica, una pandemia, un terremoto, un huracán, un escándalo de corrupción o la irrupción violenta de un grupo del crimen organizado. El contexto es impredecible e incontrolable. Los políticos más hábiles son los que rápido se adaptan a circunstancias cambiantes y las convierten en oportunidades para generar vínculos y confianza con sus gobernados. Pero la mayoría suele atorarse en la emergencia, se proyectan como víctimas de las circunstancias y se dedican a explicar su incapacidad para atender a sus gobernados. El costo político se multiplica con cada pretexto y con cada ciudadano afectado sin ayuda.

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Lo cuarto es la obligación de tomar decisiones. Sobre la mesa de un gobernante sólo hay tres opciones de decisión: la pinche, la incompleta y la difícil. La decisión ideal está en los libros de administración pública, que están en un librero, al lado del escritorio. Cada decisión implica que alguien gana y alguien pierde, que una ley o reglamento fue interpretada de una forma y no de otra, que algún interés fue afectado y quizá otro beneficiado, que una persona felicitará al gobernante y otro se sentirá afectado y hasta ofendido. Y así, la suma de decisiones, a lo largo del tiempo, va generando un costo personal, social y profesional que se acumula.

Lo quinto es el cansancio. Es absolutamente imposible mantener el entusiasmo, la pasión, la energía y el optimismo que se tiene al iniciar un cargo. El costo acumulado se resiente de manera inevitable. Hay personalidades más resistentes que otras, pero, al final, a todos les llega, y a todos les genera un costo personal.

Por estas 5 cosas los cargos públicos en una democracia deben ser temporales, limitados y deben estar permanentemente sometidos a la rendición de cuentas. De lo contrario, los costos personales los acabamos pagando todos. Dedicarse a la política es un deporte extremo, que requiere de un ego bajo control, mucha energía y un corazón enorme. El que no tenga estas tres cosas, que se dedique a algo distinto, porque puede hacer mucho daño.

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