El viento del norte, el sol y los hidrocarburos
Energía sin política

Es ingeniero químico con 28 años de experiencia en la elaboración, evaluación y asesoría de proyectos en la industria de hidrocarburos, geotermia, electricidad, energía y economía. Twitter: @economiaoil

El viento del norte, el sol y los hidrocarburos
Foto: Gerd Altmann en Pixabay.

Hay una fábula de Esopo donde el viento reta al Sol a obligar a que un campesino se quite el abrigo. El primer personaje sopla con toda su fuerza sin éxito alguno, y el segundo, con un gran razonamiento y brillando fuerte, persuade al hombre para que se despoje de la prenda y demuestra que su táctica es mucho mejor que la fuerza y la violencia.

La humanidad, a lo largo de su camino, ha tratado de sentirse cómoda colocando diferentes abrigos para protegerse de las circunstancias que la rodean y hacer que esto cambie se ha vuelto complicado ante intereses económicos, financieros, energéticos y ahora ambientales.

Según un estudio sobre transición energética realizado por IRENA, a partir de 2022 “la inversión en transición energética tendrá que aumentar en un 30% sobre la inversión planificada hasta un total de 131 billones de dólares de aquí a 2050, lo que corresponde a 4.4 billones de dólares de media cada año”. Esto supone que las políticas sociales y económicas nacionales desempeñarán un papel fundamental para lograrlo; necesitamos sol para despojarnos de aquello que en algún punto nos ayudó, pero que hoy nos asfixia: los combustibles fósiles.

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La fuerza de crecimiento de un país no depende de una sola persona, sino del conjunto de beneficios acoplados dentro y fuera de éste, de una “aclimatación” de las circunstancias, utilizando la lógica para poder dar certeza para el futuro. ¿Cuál será la estrategia del gobierno para ser sol y no viento del norte? ¿Para que como población nos quitemos el abrigo a través de la persuasión?

Una parte fundamental de la transición energética estará ligada a la forma en cómo generamos la electricidad, y al parecer, estamos más preocupados por esta parte, cuando aún no sabemos cómo eliminaremos en su totalidad el uso de combustibles fósiles.

Cualquiera que sea la reacción a seguir, debemos dejar en claro que, sin una política pública acorde, de nada servirá hacer una transición energética hacia la electrificación. Los gases de efecto invernadero son mucho más problemáticos y están ligados directamente al transporte, donde más de mil millones de automóviles de pasajeros transitan en el mundo. Hay que dejarlo claro: el problema no está en el motor, está en el combustible introducido a él para ponerse en marcha.

Ante la falta de un plan de largo plazo para hacer el cambio generacional a carros eléctricos, en México, tendremos que ser astutos al cambiar regulaciones en cuanto a la calidad de combustibles y seleccionar de forma correcta el porcentaje de oxigenantes para poder llegar a una combustión completa y más eficiente. México debería tomar el ejemplo de California, en Estados Unidos, que logró tener una armonía entre la calidad del combustible, y la necesidad de tener una mejor calidad del aire.

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Los abrigos que hoy tiene la humanidad ya no son tan eficientes para el momento que estamos viviendo ni para la calidad de vida que queremos. Esperamos que la amabilidad y la persuasión predominen en este cambio de clima, donde ya no hay espacio para tantas prendas.

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