A pesar de todos sus defectos, la capacidad de periodismo crítico de la BBC debe ser algo a celebrar

Columnista de The Guardian.

A pesar de todos sus defectos, la capacidad de periodismo crítico de la BBC debe ser algo a celebrar
"El público no percibe a la BBC como parcial y, de hecho, se le confía más que a otras organizaciones de noticias". Foto: Vickie Flores / EPA

Buenas noticias. El sistema funciona. La mayor organización de medios de Gran Bretaña, por un gran margen, la BBC, sufre porque hay ministros que piden a gritos su sangre. La antigua bestia campea por los arbustos, herida por el asunto de Martin Bashir y pregona su pesar. Los ministros conservadores disparan a lo loco a los encabezados, ansiosos por obtener ascensos en la próxima reorganización que haga Boris Johnson.

Sabemos lo que sucederá a continuación. La BBC cantará de nuevo el coro de “Aprenderemos la lección”. Los ministros van y vienen. No pasa mucho porque la BBC está diseñada para que no suceda mucho. El mercado, los videos bajo demanda y las redes sociales aún pueden llevar a la corporación a la extinción, pero ningún gobierno se ha atrevido a hacerlo. Así debería ser.

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No hay muchos valores británicos en estos días de los que pueda jactarme. Pero el que nuestro parlamento financie una enorme corporación estatal para criticar constantemente al gobierno en turno debe ser algo único. Por supuesto, la BBC debería ser imparcial, y a menudo no lo es. La organización debería estar consciente de sus costos y ciertamente no lo es. Y debería satisfacer todos los gustos, no solo la última moda social o cultural… pero olvidemos todo eso por ahora.

La causa fundamental del asunto Bashir fue un acto de engaño al azar en busca de una historia. Se vio agravado por el síndrome de un mal manejo y su posterior encubrimiento. Ya sabíamos lo suficiente por el denunciante hace años. ¿Dónde estaban entonces los críticos lacerantes, los ministros quejumbrosos y el organismo oficial Ofcom? Eso pasó hace más de 25 años, y solo a veces puede que no sean las estructuras las culpables, sino la gente que se fue hace mucho tiempo.

Tales errores no deberían restar valor a la capacidad de la BBC para ejercer un periodismo crítico. A pesar de todos los males de la grandeza, y la BBC es absurdamente enorme, la talla tiene sus ventajas. Se incluye una gran diversidad de medios, recursos de investigación y la existencia misma de una institución pública amigable con los argumentos y que no es controlada obsesivamente por el gobierno.

Los ministros odian a la BBC por razones comprensibles. No pueden confiar en ella. Los gobiernos británicos han emanado de la centroderecha durante dos tercios del último medio siglo, y la BBC a menudo puede parecer una segunda oposición “oficial”. Pero el público no la percibe como parcial y es, con mucho, la organización de noticias más confiable. Tampoco es todopoderosa. Durante el referéndum de 2016 recibió críticas por ser antiBrexit, pero eso, claramente, no determinó el resultado. De hecho, eso era preferible a la actual humillación de tener que transmitir a Johnson todas las noches, al estilo de Putin, en un entorno favorable.

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La diversidad de los medios es un componente crítico de la democracia. Cuando la BBC experimenta un fracaso profesional, no le faltan críticos que la denigran. Ahora puede sufrir por ello, probablemente con recortes adicionales a su notoria extravagancia. Sí, al igual que la policía y la agencia de salubridad, puede usar su seguridad e independencia para encubrir errores, arrogancia y fallas de gobernanza. Pero, si a veces también consigue enfurecer al gobierno de turno, todos deberíamos decir gracias a Dios. Todos los países deberían tener esa suerte.

*Simon Jenkins es columnista de The Guardian.

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