El extraordinario secuestro aéreo de Lukashenko es una advertencia: oponte a él y te encontrará
El periodista bielorruso fue obligado a grabar un video de confesión, dice su padre.

El domingo, tres agentes del servicio secreto y un avión de combate bielorruso “secuestraron” un avión de Ryanair proveniente de Atenas cuando cruzaba el espacio aéreo bielorruso, pocos minutos antes de que llegara a Lituania. El objetivo era un periodista opositor, Raman Pratasevich, que ayuda a dirigir Nexta, un canal de Telegram que es la voz principal de los opositores bielorrusos, muchos de los cuales se encuentran exiliados en Lituania y Polonia. Este parece ser el equivalente de Bielorrusia a lo sucedido con Litvinenko o Navalny: un mensaje a la oposición de que nadie está a salvo del régimen, ya sea en casa o en el extranjero.

Desde su detención en la capital bielorrusa, Minsk, Pratasevich se vio obligado a hacer lo que parece un video de rehenes, “admitiendo” haber organizado disturbios masivos, en una aparición en la que parece haber sido golpeado brutalmente. Pratasevich, sin embargo, es solo uno de los cientos de presos políticos detenidos en Bielorrusia desde que iniciaron protestas masivas en contra de una elección amañada en agosto de 2020. Este extraordinario acto de piratería representa tres cosas: es el intento del dictador-presidente Alexander Lukashenko de acallar por completo la actual protesta contra su gobierno de 27 años (Pratasevich tiene 26); es una internacionalización dramática de lo que había sido en gran parte un problema local; y es una muestra abierta de desprecio a la capacidad de Europa y Estados Unidos para hacer algo al respecto.

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¿Por qué el régimen apuntó a Pratasevich? En 2005, Condoleezza Rice calificó a Bielorrusia como “la última verdadera dictadura en el corazón de Europa”. Lukashenko ha manipulado todas las elecciones desde 1994. La Unión Europea impuso por primera vez sanciones a Bielorrusia en 2004, que luego reforzó en contra de Lukashenko y sus aliados en 2011.

Pero la situación geopolítica del país cambió drásticamente una vez que comenzó la guerra en Ucrania en 2014. Bielorrusia tuvo que proteger su propia soberanía y diversificarse económica y diplomáticamente para reducir su dependencia tradicional de Rusia. Su ciudad capital fue sede de los acuerdos de Minsk, negociaciones de paz de la guerra en Ucrania. Como es normal, las elecciones de 2015 se manipularon, pero no hubo protestas reales, ya que la oposición no quería agitar las aguas. El régimen comenzó a objetar que le llamaran “el régimen”; Lukashenko incluso bromeó diciendo que ya no era el “último dictador”: Vladimir Putin en Rusia o Ilham Aliyev en Azerbaiyán son peores. La mayoría de las sanciones se levantaron al año siguiente.

Pero las cosas cambiaron en 2020. Seis años de diversificación habían empoderado a la sociedad civil y el gobierno socavó su autoridad al ignorar el coronavirus. Y luego, Lukashenko manejó mal las elecciones… o no las manipuló adecuadamente. Excluyó a los que pensó que eran los candidatos más peligrosos, pero permitió burlonamente que la esposa de uno, Sviatlana Tsikhanouskaya, permaneciera, con el apoyo de otras mujeres de las otras campañas. Lukashenko dijo que la carga de la presidencia haría que Tsikhanouskaya “se colapsara, la pobrecita”. Pero no sucedió así. Lukashenko afirmó que él ganó las elecciones por 80% contra 10%. Los recuentos independientes y una plataforma en línea para registrar votos, llamada Golos (que significa “Voz”), tenían a Tsikhanouskaya y Lukashenko casi empatados, o Tsikhanouskaya por delante.

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Ahí entró en escena Pratasevich. Ayudó a establecer Nexta, que significa (usted es) “alguien” en bielorruso, y que fue el canal principal para organizar los tres meses de protestas masivas de agosto a noviembre del año pasado. La legitimidad de los medios estatales ya estaba menguando como resultado de su propaganda por el Covid-19. La gente buscaba verdades médicas en otros lugares y ahora buscaba la verdad política. Nexta es una plataforma semicifrada que permitió a los manifestantes eludir los medios oficiales y los intentos periódicos de cerrar internet. En su apogeo, 2.5 millones de bielorrusos la usaban, de una población de más de 9 millones. Irónicamente, la estrategia de diversificación del gobierno había implicado la creación de un fuerte sector local de tecnología de la información, muchos de cuyos trabajadores estaban ahora al frente de las protestas y ayudaban a hostigar al régimen en línea.

Le tomó tres meses, pero el gobierno cerró las protestas con una represión sin precedentes. Más de 30,000 personas fueron detenidas; cientos fueron torturados en prisión, al menos tres manifestantes murieron y otros desaparecieron. En comparación, bajo la ley marcial en la Polonia comunista a principios de la década de 1980, solo 10,000 fueron arrestados, y la población polaca es cuatro veces mayor que la de Bielorrusia. Pero fue Nexta quien mantuvo las cosas en marcha, ya que la oposición cambió de tácticas en sus protestas. La Unión Europea, Reino Unido y Estados Unidos impusieron sanciones, pero fueron débiles y no se han actualizado desde diciembre.

Desde entonces, el gobierno ha tratado de eliminar la oposición restante. Se calcula que hay más de 400 presos políticos en la cárcel. Se han filtrado supuestos planes del gobierno para construir campos de detención y atacar a miembros de la oposición en el extranjero. En abril, un supuesto complot golpista contra Lukashenko fue publicitado en los medios estatales. No es coincidencia que la detención de Pratasevich ocurriera justo después de que las autoridades también cerraran el mayor portal de noticias nacional independiente, Tut.by, que también tenía una enorme audiencia nacional de 3.3 millones, el 63% de los usuarios locales de internet.

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¿Cómo debería reaccionar el mundo? La UE ha pedido a las aerolíneas europeas que no sobrevuelen Bielorrusia y ha impedido que la aerolínea nacional Belavia utilice los aeropuertos de la Unión Europea. Sin embargo, esto evitaría que los miembros de la oposición abandonen Bielorrusia. El país no es tan invulnerable como podría parecer. La economía es débil y Rusia no puede pagar todas sus cuentas. Las sanciones selectivas contra las exportaciones, el mineral de potasa y los productos del petróleo, así como contra la colocación de bonos bielorrusos, podrían ejercer una presión útil. De lo contrario, Europa puede tener otro estado rebelde en sus fronteras.

*Andrew Wilson es profesor de Estudios Ucranianos en el University College London y autor de Belarus: The Last European Dictatorship.

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