Se hizo a un lado al establishment político de Chile, ahora hay esperanza de cambio
Iraci Hassler, alcaldesa electa del Partido Comunista de Santiago, agradece a sus partidarios el 20 de mayo Foto: Martin Bernetti / AFP / Getty Images

En octubre del año pasado, después de 12 meses de protestas continuas, los chilenos votaron abrumadoramente en un referéndum nacional en favor de establecer una nueva constitución. Este resultado fue la sentencia de muerte de una constitución que instituyó el régimen autoritario del general Augusto Pinochet hace 40 años.

Ahora los chilenos eligieron a los miembros de la asamblea constituyente que estará a cargo de escribir esta nueva constitución en un proceso democrático, que solo puede calificarse de ejemplar, que se realizó durante dos días la semana pasada aunque la participación fue decepcionantemente baja.

Votar para la asamblea estuvo combinada con elecciones municipales, y, por primera vez en la historia del país, las elecciones para gobernadores regionales.

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En un panorama político en el que el poder democrático estaba arreglado para que tanto la izquierda como la derecha pudieran obtener casi la mitad de los votos, los resultados electorales fueron casi un terremoto, que ningún encuestador o experto pudo predecir. El apoyo para la coalición de derecha del presidente Sebastián Piñera cayó hasta 24% del voto. Este resultado devastador se debe a la pérdida de muchas municipalidades que tradicionalmente votaban por la derecha. Santiago Central incluso cambió totalmente de extrema derecha al partido Comunista. Al igual que las protestas sociales que llevaron a este momento, los resultados de la elección son una denuncia del establishment político, particularmente del ala de centro derecha, que durante 30 años bloqueó persistentemente las reformas progresivas.

La mayoría del 76% restante de la asamblea electa se encuentra en algún lugar del espectro político de la izquierda. Sin embargo, la coalición de centro izquierda, que había gobernado con éxito en Chile durante 24 de los últimos 31 años, también quedó acabada, y consiguió solo 16% de los votos. En contraste, una nueva coalición de izquierda compuesta del partido comunista y del Frente Amplio, exlíderes estudiantiles que encabezaron movimientos de protesta en 2006 y 2011, obtuvieron 18%, mientras que los candidatos independientes y los líderes indígenas, para quienes una proporción de asientos estaba reservada, ganaron el 42% restante.

Puesto de otra manera, solo el 40% de los votos se fueron a los candidatos del establishment, mientras que el 60% se fue con independientes o recién llegados relacionados con un espectro fragmentado de partidos de izquierda y movimientos sociales.

La nueva asamblea se parece más a la población chilena que cualquier cosa anterior: 52% de los delegados son mujeres. De hecho, los resultados de la elección se ajustaron a favor de los hombres para conseguir la paridad de géneros, por primera vez en la historia. Incluye también 17 miembros que representan a diferentes pueblos indígenas. Entre estos nuevos miembros se encuentran una serie de políticos experimentados, expertos constitucionales, activistas, líderes de la comunidad y algunos populistas. La brecha entre las aspiraciones y las expectativas de los chilenos promedio y las de la gente que los representa se ha reducido significativamente.

De forma crucial, los defensores de la derecha de la constitución de Pinochet de antes no consiguieron la tercera parte de los votos que se necesitaban para vetar las cláusulas en la nueva constitución, que serán aprobadas por otro referendo en 2022. Ninguno hizo otra coalición. Esto significa que todos los temas están en la mesa, y que sus miembros tendrán que escuchar y debatir para llegar a un acuerdo.

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Los resultados de la elección crearon el escenario político más impredecible  que pudieran imaginar. Los candidatos presidenciales de los dos partidos tradicionales ya se retiraron de las primarias oficiales. La primera ronda de las elecciones presidenciales programada para noviembre de este año incluirán una plétora de candidatos, ninguno de los cuales podría conseguir una proporción convincente del voto. Con el campo tan abierto, los candidatos presidenciales la van a tener difícil para definir sus agendas y tendrán que trabajar de cerca con sus colegas en la asamblea para coordinar propuestas.

Así es que ¿qué se puede esperar de esta nueva asamblea y que temas se debatirán probablemente? La respuesta corta, por supuesto, es todo. Y aquí está el riesgo. Si todos traen su lista de compra a la mesa, los debates serán interminables y podrían degenerar potencialmente en batallas de ego y soluciones populistas como las que hemos visto en otros procesos constitucionales complicados en América Latina.

Un enfoque más optimista es esperar que los debates sobre temas como derechos humanos, justicia social y protección ambiental no queden constreñidos por élites atrincheradas que defienden sus privilegios y sus ganancias. Podemos esperar que el papel del mercado libre en áreas de políticas públicas como pensiones, salud, educación y transporte sean cuestionados. El papel del estado y de sus instituciones también será reexaminado, y lo serán todas las condiciones bajo las cuales los recursos naturales de Chile, especialmente el cobre y el litio se extraen.

Aún así, el papel más importante de la asamblea será demostrar que puede funcionar y producir resultados funcionales. Esto significa representar los intereses del electorado sin destruir la estabilidad política y socioeconómica que los chilenos valoran. Este resultado podría ser emblemático en una región donde el resultado devastador de la crisis de Covid ya llevó a un profundo declive en la actividad económica y provocó un aumento en los niveles de hambre, pobreza y desigualdad. El reto de Chile ahora es salir de la crisis social y económica sin degenerar en la especie de populismo destructivo que estamos viendo en otras partes de la región.

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Kirsten Sehnbruch es profesora de British Academy Global en el Instituto de Desigualdades Internacionales en la London School of Economics and Political Science. Es coeditora de Democratic Chile: The Politics and Policies of a Historic Coalition.

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