Un departamento cualquiera
Futuros alternos

Es escritor, periodista, locutor, productor de radio y gestor cultural. Sus textos han aparecido en catálogos como Crafting our Digital Futures (Victoria & Albert Museum) y Do Flex Text (Buró Buró).

Ha escrito para Vogue, RollingStone, Revista 192, Esquire, Código, El Universal, entre otros, y colaborado en Imagen Radio, Ibero 909, Reactor, Milenio Televisión, Bullterrier FM y Aire Libre FM.

X: @mangelangeles

Un departamento cualquiera
Foto: José Pazos/EFE.

Escena 1: azotea de un lugar otrora icono de la vida nocturna de la Ciudad de México. Más de un año después de vivir en pandemia. Música. Gente: hay que vivir la vida, parece ser el leitmotiv de la noche. 

Una mujer que podría ser un meme de la página Whitexicans grita: ¡aquí está mi mesera favorita, goiioeiii! 

Exacto: Una que arriesga la vida por ti, pienso. 

Ella ríe: La noche es suya, su fiesta, su gente (más de ocho en una mesa), ¿qué puede pasar?

Salgo de ahí tres o cinco minutos después de haber llegado. 

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Escena 2: fonda de colonia. Una como esas que todos tenemos en el corazón. Una mesa con cinco personas. Cinco. Afuera: un grupo de siete personas con indumentaria típica de oficina gubernamental pidiendo mesa. Exacto: ¿por qué? 

Respuestas posibles: 

  • Porque pueden. 
  • Porque se les da la gana.
  • Porque nada les obliga a actuar de otra forma.

Luego pienso otras posibilidades: 

  • Tal vez no podían cocinar ese día, no podían comer en casa, no podían sentarse en mesas separadas y tenían que comer por decreto presidencial o mandamiento de su Iglesia en un grupo de cinco.
  • Tal vez si no comen juntos de a siete los corren y, en estos momentos, nadie puede arriesgarse a perder el trabajo. 

Lo que sea. 

Escena 3: un departamento cualquiera, el tuyo, el mío, el de alguien más, ese que conoces o imaginas porque es de alguien a quien visitas o ese que nunca conocerás, pero puedes intuir porque sospechas la existencia de alguien que puede vivir ahí. 

Ni tú ni yo podemos siquiera intuir cómo es que un contagio viviría ahí. 

Caso personal: en caso de enfermar y tener síntomas fuertes como para no poderme mover lo suficiente, sería un problema cuidar a mis perros y a mi gata. Exacto: no es culpa de nadie más pero nadie nos preparó para una situación así. 

Por eso, por ellos, primero, tengo que pensar dos veces antes de correr cualquier riesgo. Por los inmediatamente cercanos. 

Imaginemos todo esto en términos humanos. 

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Paso más de un año: nos dijeron que había que abrazar que todo estaba bien, luego nos dijeron que la curva se aplanaría y pues, nunca se aplanó, luego nos dijeron que íbamos bien y nos convertimos en el peor país para vivir en pandemia, luego que ya íbamos de salida y llegó una segunda ola, luego el responsable de manejar la pandemia se fue de vacaciones a la playa y luego llegó un semáforo que nos hizo creer que ya todo bien y hasta quitaron las conferencias de actualización y luego ya no dijeron nada y ahora tenemos encima cifras de contagio que nos recuerdan eso que vivimos hace un año pero sobre todo, que está en la sociedad civil salir de esta porque la iniciativa privada estará siempre pendiente de sus objetivos comerciales porque si no no sale la nómina y si no sale la nómina nadie se salva y el gobierno, siempre estará ahí para recordarnos por qué nadie en el poder puede ser susceptible de aceptación total. 

Pero en piso y de a pie, estamos nosotras las personas que en 1985 y luego en 2017 y siempre, nos hemos jalado de la mano para no hundirnos. Nunca solas, siempre juntas. 

Y a eso hay que apegarnos ahora. 

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