Streaming, el héroe de los contenidos
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Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.

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Streaming, el héroe de los contenidos
Foto: Pixabay

Había una vez, en los años 90, una industria musical que vivía una luna de miel y un crecimiento imparable. En esos años se dio un salto tecnológico importantísimo cuando salió al mercado la distribución de contenidos grabados en formato de Discos Compactos, (CD, por sus siglas en inglés). Sin embargo, la transición hacia la distribución digital de contenidos en formato mp3 (a.k.a MPEG-1 Audio Layer III o MPEG-2 Audio Layer III) y el intercambio de música a través de diferentes plataformas digitales trajo como resultado la caída paulatina del negocio de las grandes disqueras.

Para la década del 2000 al 2010, las ventas de discos compactos se habían reducido en 60%, pasando de 23 mil mdd a solo 8 mil 900 mdd. Por su lado, la música digital desde su arranque logró ventas de 4 mil mdd, no consiguiendo frenar la caída de la industria musical, que finalmente tocó fondo el 2014.

Una cosa llevó a la otra. La industria musical venía deleitándose de grandes ganancias, y siendo soberbia con muchos artistas independientes, quienes no encontraban eco en las grandes disqueras para que su música fuera escuchada, y mucho menos distribuida.  

La era digital cambió por completo este escenario. Empezó a ofrecer alternativas de buena calidad para grabación y compartición de contenidos musicales, en plataformas digitales con servicio de música peer-to-peer como Napster, empresa nacida en 1999, que utilizaba servidores centrales permitiendo el intercambio de archivos entre usuarios. 

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Napster se posicionó como la primera aplicación especializada en archivos de música mp3 con una oferta de opciones de descarga gratuita, cuestión que enfureció tanto a la industria como a bandas de rock como Metallica, quienes solicitaron su clausura. No obstante, la campaña de desprestigio tuvo un efecto contrario, la plataforma se volvió sumamente famosa y alcanzó los 13.6 millones de usuarios.

Las demandas judiciales a favor de su cierre crecieron. Una enfurecida industria musical veía como aceleradamente surgían más opciones de plataformas digitales con redes centralizadas, para descarga de contenido gratuito y clasificado como “pirata”.  

La historia siguió y la búsqueda por la compartición de música continuó, hasta que finalmente los sellos discográficos entendieron que los artistas querían llegar a un consumidor ávido de contenidos de calidad, que la distribución digital era el único camino, que se podía encausar de forma legal y de la mano de genios tecnológicos.

El sueco Daniel Ek, fundador de Spotify en el 2002 imaginó que la legislación podía ayudar a luchar contra la piratería, pero nunca eliminarla, que la única forma de combatirla era crear un servicio que mejorará su oferta, y que en paralelo compensará a la industria musical.  Genial, ¿no?

Moraleja: lo que no te mata, te fortalece.  

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Después de casi dos décadas de caída libre en la industria fonográfica, el 2020 fue un año muy positivo. Según el informe elaborado por la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI, por sus siglas en inglés), sus ingresos ascendieron a 21 mil 600 mdd, lo que representó un 7.5% de crecimiento con respecto al 2019. 

De acuerdo con Statista, en 2020 el segmento digital representó la mayor parte de los ingresos de la música a nivel mundial, donde los servicios de streaming representaron por sí solos el 62%.

Hoy la industria musical se ve revitalizada gracias a la digitalización de los contenidos en un universo de talentos musicales hiperconectados, y que disfrutan de las grandes capacidades que les brindan los modernos dispositivos electrónicos, que además les facilitan su ser creativo para la compartición de su música. 

Y todos fueron felices para siempre.

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