Cinco años de la primera concesión de telecomunicaciones indígenas
Entre nodos

Periodista especializado en Tecnología con especial interés en la privacidad, el espionaje, la ciberseguridad y los derechos en la esfera digital. Observador de realidades, a veces provocador y defensor de la igualdad, la inclusión y el libre albedrío.
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Cinco años de la primera concesión de telecomunicaciones indígenas
Foto: Pixabay

¿Cuál es la trascendencia de una red de telefonía celular en las comunidades indígenas? En ocasiones puede ser la diferencia entre la vida y la muerte: “Un médico en un principio pudo atender vía SMS a una persona que estaba embarazada, que estaba en preeclampsia y mandó a la ambulancia por ella, y después pudo atenderla. Si no hubiera tenido esto, quizás no habría llegado, estamos hablando de zonas muy aisladas”, cuenta Erick Huerta Velázquez, coordinador general adjunto de la asociación civil Redes por la Diversidad, Equidad y Sustentabilidad (Redes AC).

Oaxaca alberga más historias, como la de una persona que se quedó atrapada en un incendio y con un mensaje pudo pedir ayuda, o habitantes de comunidades alejadas que piden taxis con una llamada y evitan caminatas de varios kilómetros y horas. Son algunos retratos del impacto que ha tenido Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias (TIC AC), la primera concesionaria de servicios de telecomunicaciones indígenas en el país con un modelo que permite a las comunidades indígenas administrar sus propios servicios. Huerta Velázquez forma parte del consejo de dicha asociación.

Las redes de TIC AC actualmente operan con una tecnología de 2.5G ofreciendo servicios de telefonía móvil y mensajería, tiene 5 mil usuarios y cuenta con 18 radiobases, lo que brinda una cobertura a 20 mil habitantes de 60 localidades en Oaxaca y una en Guerrero. También cuentan con una red experimental en Puebla. Recientemente ganaron el desafío Cisco Global Problem Challenge 2021.

Dentro de sus planes está el lanzamiento de redes 4G con equipos donados y de reuso —están en pruebas hasta finales del 2021— y duplicar el número de radiobases, de 18 a 36, por lo menos. Además de una evolución tecnológica, la migración a 4G contempla la creación de redes locales comunitarias (intranet) que permitan impulsar la creación y difusión de contenidos locales, y preservar la identidad de los pueblos.

“Es una red local de la comunidad, alimentada con contenido local importante para la comunidad, pertinente, con herramientas de comunicación local, que puedan tener su propio Twitter, su propio WhatsApp y su propio Netflix, por decirlo de esta manera, el acceso a la Wikipedia, y no tengan que saturar la salida a internet, pero sobre todo porque es un proyecto ligado a una estrategia de comunicación de los pueblos indígenas, que les interesa fortalecer su identidad y su lengua”, explica Huerta Velázquez, vía telefónica.

Otro de los proyectos es un trabajo conjunto con la cooperativa Tosepan Titataniske, en Puebla, y el operador mayorista Altán Redes, para lanzar un operador virtual móvil rural. 

Estos planes se configuran a cinco años de que el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) otorgó a TIC AC esta primera concesión de uso social indígena que le permite operar, sin fines de lucro, en Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Puebla y Guerrero. Este tipo de concesiones tienen como finalidad la promoción, desarrollo y preservación de las lenguas de los pueblos originarios, así como de su cultura, sus conocimientos y sus tradiciones. 

Génesis y desarrollo

Esta historia comenzó a gestarse en 2011, en un encuentro de reflexión sobre radios comunitarias en el municipio de Villa Talea de Castro. Huerta Velázquez se encontró con Peter Bloom (fundador de la asociación Rhizomatica, que se dedica al desarrollo de sistemas de telecomunicaciones inalámbricas en comunidades rurales), quien planteó la posibilidad de que las radios pudieran tener sus propios sistemas de telefonía celular.

“En ese momento, la tecnología que existía era muy incipiente, ellos tenían un pequeño sistema transmisor, una pequeña radiobase de un watt que la habían utilizado en una exposición artística y se había generado una propia red de telefonía celular dentro del museo”, recuerda.

Los despliegues iniciales fueron fruto del trabajo voluntario de investigadores, de las donaciones de equipo de empresas extranjeras, recursos propios de los investigadores y de las comunidades. Posteriormente recibieron financiamiento de la asociación Shutteworth.

Una carrera de obstáculos

Para el momento en que TIC AC obtiene la concesión, en julio de 2016, contaban con ocho radiobases y unas 2 mil personas usuarias. Desde entonces, TIC AC ha tenido que librar varias batallas legales de las que ha salido victoriosa, entre las que resaltan la exención del pago de un millón de pesos por derechos por la concesión de uso social indígena que le exigía el IFT, logrando que la Suprema Corte se pronunciara a su favor a inicios del 2021.

El proyecto ha sorteado dificultades económicas; se ha enfrentado a la poca tecnología asequible y de calidad para el despliegue de las redes, así como a la falta de políticas públicas efectivas. En nuestra conversación, Huerta Velázquez analiza las limitantes, pero me enfocaré en dos:

La primera, que no se asignan recursos para que las comunidades indígenas puedan instalar y operar sus redes toda vez que el gobierno prefiere limtar las conexiones en edificios públicos. Para desplegar una red de telecomunicaciones, las comunidades requieren una inversión inicial de entre 200 mil y 300 mil pesos; a cambio, obtienen el 60% de los ingresos generados (el 40% restante lo mantiene TIC AC para cubrir los costos de operación, mantenimiento y desarrollo).

“El Estado paga más o menos, por una conexión satelital, con todo y la instalación, hasta 120 mil pesos anuales por comunicar un solo lugar. Si eso se lo hubiera dado a las comunidades, hubiera sido mucho más fácil su expansión”, calcula.

La segunda es que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) ha cerrado discrecionalmente la llave al financiamiento: “El que dirige el centro de investigación en Tecnologías y Saberes Comunitarios fue admitido dentro del SNI, pero el Conacyt se niega a firmar el convenio para que pueda recibir el estímulo que le corresponde como investigador. Mientras sí les da recursos a investigadores que están en universidades públicas y privadas, a investigadores que están trabajando con comunidades indígenas se nos niega”, denuncia. 

A pesar de los desafíos, en esta historia se ha desarrollado tecnología, se han sistematizado los aprendizajes, se ha preparado al talento local y el conocimiento generado se comparte con todo el mundo.

Estos cinco años en la historia de la primera concesión de telecomunicaciones indígenas demuestran que no se puede atribuir enteramente los éxitos al Estado; tampoco ayuda una política pública de austeridad que no prioriza el desarrollo de las comunidades indígenas. 

Las mismas comunidades son las que han tomado el control de su desarrollo tecnológico bajo su propia cosmovisión y filosofía, han adoptado los estándares abiertos para compartir el conocimiento y han presionado a las autoridades para crear ambientes que eliminen las barreras en el despliegue de las telecomunicaciones. Pero aún faltan barreras por derribar. 

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