No vuelvo a escribir de Madonna
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

No vuelvo a escribir de Madonna
Madonna en Madame X Paramount Plus

La decisión era relativamente fácil: escribir de Madonna o escribir de cualquier otra dolencia que aqueja al mundo esta semana. Obviamente elegí escribir sobre Madonna y el lanzamiento de su documental Madame X en Paramount Plus porque, aunque la reina del pop ya no vende como antes, aún provoca el suficiente morbo como para servir de clickbait.

Leyeron bien, dije clickbait, lo admito. Y no hay nada más penoso que tener que reconocer que la carrera de una estrella tan grande como lo fue Madonna en su mejor momento, ahora se vea reducida a llamar la atención por llamar la atención. Es cierto que siempre ha usado el escándalo para que se hable de ella, pero ahora lo hace sin la red protectora que le otorgaba su juventud, sensualidad e irreverencia.

Madonna nunca fue suficientemente punk para los punks, ni suficientemente feminista para las feministas, ni suficientemente afectuosa… para nadie. Pero así la queríamos. ¡Vaya! Sus fans la siguen queriendo así. Sin importar que le haga muecas a las Barbies que sus seguidores le regalaron en el show de Graham Norton; sin importar que aviente las hortensias que le obsequiaron durante una conferencia de prensa.

La dinámica entre Madonna y sus admiradores es la de una reina que espera que siempre le rindan pleitesía y que sus súbditos “aguanten vara” aun cuando ella puede ser la persona más grosera. Recuerdo particularmente cuando asistió al programa Total Request Live de Carson Daly en MTV, donde los fans podían hacerle preguntas en persona. Uno de ellos, visiblemente conmovido, empezó con el típico “me identifico mucho contigo”, por lo que Daly lo interrumpió y le dijo “claro, porque Madonna y tú se parecen tanto” y la reina del pop se carcajeó en su cara.

Hoy nos encanta reír de historias como las que contaba Lucía Méndez y su “I’m gonna call my lawyer”, porque preferimos descalificar a la mexicana y convertirla en un meme antes que cuestionar a Madonna. Pero es cierto que a la reina del pop siempre le ha gustado promover una dinámica de humillación entre ella y su público (quizá como un juego de S&M), pero los que no la adoran fielmente nunca han entendido cuál es el propósito de tanto postureo.

Por aquellos días, mi cuñada, una de las millones de fans de la música ochentera de la “chica material”, me contó que asistió a uno de los conciertos de la gira Hard Candy que Madonna ofreció en la Ciudad de México. En cada presentación se repetía el mismo momento, cuando ella preguntaba al público qué canción querían escuchar, y si al pasarles el micrófono pedían oldies, entonces Madonna los ridiculizaba. Mi cuñada estaba enfurecida y prometió nunca volver a comprar un disco de Madonna.

Pero así es la reina del pop, no le interesa lo que los demás piensan de ella. Al menos antes no le importaba tanto como parece importarle ahora, cuando ya no cuenta con la admiración de los fans que ella misma se encargó de alienar. Por años se ha subido al discurso de la vanguardia del arte, la moda y los nuevos sonidos, y tal vez imaginaba que su público se montaría en la ola incondicionalmente. Pero cuando esto ya no le funcionó, empezó a dar entrevistas para señoras en programas matutinos de televisión, a cantar reguetón con Maluma y a vestir cuero en la mañana, tarde y noche, como si la moda se hubiera estancado hace 30 años.

Como periodista aún respeto a Madonna. En lo que va de mi cuarto de siglo de carrera, varios medios me han pedido mi opinión como si fuera experto en “Madonnología”, y lo que pienso es que aún hay mucho que admirarle y aplaudirle a Louise Ciccone. Pero mi fan interior se quedó en la adolescencia, cuando hacía mis collages con fotos suyas que recortaba de las revistas para forrar mis carpetas y cuadernos. Mi colección de discos está repleta de sus álbumes y sencillos, y todavía escucho sus lanzamientos con atención. No soy de los fans que piden oldies porque algunas de mis canciones favoritas están en dos de sus últimos tres álbumes.

Lo que vengo a decir hoy es que ya no puedo escribir sobre Madonna y que ésta probablemente sea la última vez que lo haga. Los tiempos han cambiado y la actualidad exige críticos que puedan hablar de sus nuevas aportaciones a la sociedad con mayor convicción que yo. Hoy, cuando el discurso alrededor de Madonna gira en torno a la discriminación por edad, el body shaming o la misoginia, yo quisiera poder hablar de su música y no encuentro suficientes elementos para hacerlo.

Madame X, el álbum, la gira y el documental, fueron un experimento interesante, pero la situaron dentro de una nueva realidad donde ya no es el mismo ídolo que muchos llegamos a amar, aquella que llenaba estadios y era capaz de realizar las coreografías más demandantes. En cambio, ahora se dedicó a realizar espectáculos mucho más íntimos. “No lo hacemos por la fama”, se atreve a decir hacia el final de este concierto, mientras luce como la viva imagen de lo que el capitalismo rapaz le ha hecho al mundo. Y de esos glúteos mejor ni hablamos. Es una artista que se niega a envejecer, pero tampoco es correcto hablar de ella de esta forma.

No es correcto, aunque todo lo que hace es en función de que se hable de ella: mostrar los glúteos en los premios MTV, mostrar los glúteos en el show de Jimmy Fallon, mostrar los glúteos en Instagram; chupar el dedo gordo de Maluma, volver a posar junto a él para la portada de la revista Rolling Stone; salir a las calles de Nueva York con Jon Batiste a cantar con un megáfono; tirar un sermón frente a una iglesia y decir que “el señor está con nosotros y lo único que necesitamos es rezar” (¡!) para después volver a cantar Like a Prayer por millonésima vez… pero no le gustan los oldies.

La realidad es que Madonna se ha presentado siempre como un símbolo de fortaleza y perseverancia, nunca como alguien que inspire lástima ni condescendencia. Hoy es una mujer exitosa y privilegiada que nunca pidió nuestra empatía, pero que siempre la tuvo. La tuvo incluso cuando se le acusó tantas veces de maltrato, explotación, apropiación y plagio. Tal vez por esto no siento el impulso de unirme a las voces de jóvenes que súbitamente sienten la necesidad de salir en su defensa. Estoy seguro de que no necesita nuestra ayuda y que estará muy bien sin nosotros, como siempre.

Por eso no volveré a escribir de Madonna, por respeto. Me rehúso a tenerle lástima. Me encantaría escribir cuando vuelva a sorprenderme con su música, cuando se anime a buscar a los mejores productores y de verdad escuchar sus consejos. Tal vez cuando haga algo como Mary J. Blige con The London Sessions en 2014, que buscó a Jimmy Napes y a Disclosure; o como Johnny Cash en 2002, cuando se juntó con Rick Rubin para el American IV; o Gil Scott-Heron, que lanzó We’re New Here en 2011 en colaboración con Jamie XX. Solamente espero que Madonna no elija hacerlo demasiado tarde.

BREVES

Por si se lo preguntaban, Succession es una serie con exceso de personajes masculinos que se disputan el poder y de ahí viene su popularidad. Es un programa que difícilmente aprobaría un Bechdel test, pero que muestra de manera divertida lo patéticos que podemos ser los hombres. La tercera temporada estrena este 17 de octubre por HBO Max.

También por HBO Max el documental What Happened, Brittany Murphy?, que explora la misteriosa muerte en 2009 de aquella prometedora actriz. Desde el 14 de octubre.

Y para los que no salen de Netflix, ya regresó uno de los placeres culpables más adictivos de esta plataforma: You estrena su tercera temporada el 15 de octubre.

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