¿En dónde está mi felicidad?
Regresando al amor

Psicoterapeuta familiar sistémica, escritora, meditadora y activista por la equidad de genero. Su práctica está encaminada al reconocimiento de la herida emocional infantil para el desarrollo integral del adulto consciente. Instagram @rominalcantar

¿En dónde está mi felicidad?
Foto: Stock Snap/Pixabay

La felicidad es un estado que todo ser humano está buscando, podemos hasta afirmar que todos anhelamos no solo encontrarla, sino también permanecer en ella y vivir el “fue feliz” o “fueron felices para siempre”.

Si nos detenemos a reflexionar lo que hemos visto en colectivo, desde pequeños vimos ese amor romántico en las caricaturas donde alguien venía a salvarte de ese villano o dolor y terminaba en un final feliz. Esperábamos por algo o alguien para que eso sucediera.

Crecemos y muchas veces seguimos buscando en relaciones, en un cuerpo perfecto, en un trabajo o en el dinero eso que carecemos y creemos se convertirá en ese estado que tanto anhelamos.

Es frecuente que confundamos el amor con expresiones tales como “me haces tan feliz”, “me moriría si me dejaras”, “sin ti no puedo vivir”… y resulta que en psicología esto lo podemos ver como una dependencia emocional. Utilizar tales expresiones es una forma de hacer responsable al otro de nuestro propio estado de ánimo. Sin duda tal construcción lingüística señala una forma de declarar implícitamente nuestra impotencia y poner en manos del otros el rumbo emocional de nuestra vida.

Y todo ello da a entender que no somos capaces de asumir nuestra vida y sus estados desde un “yo quiero”, “yo elijo”, ante lo que pasa en las circunstancias de nuestro mundo.

Desde esta perspectiva, cuando una persona en vez de expresar “me haces feliz” pronuncia “soy feliz contigo” está de alguna forma poniendo su foco direccional en sí misma. Es un sí mismo capaz de declarar cómo se siente ante las mareas de la vida y las personas que en ella viajan. Conviene prestar atención a las evocaciones que conlleva a diferenciada neurolingüística que transforma el ‘me’ en ‘yo’, ya que de alguna forma este ‘me’ señala cierto grado de inmadurez emocional y proclamando dependencia, deja de manifiesto cierto grado de manipulación en los vínculos.

Está claro que los demás influyen en nosotros. Somos seres sensibles que enfrentamos circunstancias que a su vez son bien o mal recibidas por nosotros. Y sucede que no podemos cambiar al mundo y que tampoco podemos cambiar a la otra persona por más que manipulemos o insistamos. Sin embargo, lo que sí está claro es que podemos cambiar nuestra mente y, con ella, las respuestas que ofrecemos ante lo que sucede, respuestas que crecen en calidad conforme nacen desde la interioridad autoconsciente.

Observemos cómo nos sentimos ante los días de sol o de tormenta y qué podemos hacer para gestionar mejor los atracciones y aversiones, con el fin de surfear la vida con la calidad que merece nuestra condición de seres humanos plenos.

Ahora pregúntate: ¿dónde encuentro la felicidad?

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