El pacifismo de Andrés Manuel López Obrador
Peripatético

Es chileno, tiene 40 años, es cientista político de la Universidad de Chile y asesor parlamentario. Actualmente cursa el Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Fue jefe de Gabinete del Ministro del Interior el 2014, y del 2015 al 2018, jefe de la Avanzada Presidencial de la Presidenta Michelle Bachelet. Es agnóstico y socialista. Twitter: @FelipeBarnachea

El pacifismo de Andrés Manuel López Obrador
Foto: Gobierno de México.

No existe la política en el vacío. La política se dirige hacia algún sitio, hacia alguna parte. Pensar que la política se puede hacer en el vacío, como cuando se trata de establecer cierto tipo de neutralidad antes hechos locales o globales, implica creer que la política se ejerce en una abstracción. Esto es lo que ha hecho el presidente Andrés Manuel López Obrador. 

Sus razones tiene, que duda cabe. Entre ellas, y la más importante, es resguardar los intereses económicos de México, respecto de los vaivenes que impone la invasión de Rusia a Ucrania. Él ha utilizado la retórica del “pacifismo” como excusa de neutralidad en el conflicto. El problema es que la neutralidad no existe. No existe en el ámbito de la ciencia, por ejemplo. Si tomamos como referencia el principio de incertidumbre de Heisenberg para poder “ver” un electrón, resulta necesario que un fotón de luz choque con el electrón, con lo cual modifica su posición y su velocidad, lo que implica que la propia medición modifica –a su vez– el objeto de estudio. 

La neutralidad del científico queda reducida al íntimo deseo de Max Weber, pero no a la realidad. Y si la neutralidad no existe en la ciencia, menos aún es posible que exista en la política. 

Siguiendo el caso de la guerra, Sartre es agudo. “Odio la guerra”, dice el filósofo existencialista, “pero no he movido un dedo por evitarla”. Y, por tanto, si no me he sumado a la guerra, entonces igualmente la he elegido. “Pago hoy esa imprevisión no quejándome, rechazando la rabia o la desesperación, sufriendo lo que no he sabido ni querido evitar”, concluye Sartre. 

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El presidente López Obrador, desde este punto de vista, ha elegido la guerra. En su propia definición de “pacifismo” se esconde aquella contradicción dramática de que, en este caso, optar por el pacifismo implica optar por la invasión rusa y todo lo que ello significa. 

No está en tela de juicio la decisión del gobernante, pero si las razones esgrimidas para sustentarla. Esto es de suyo comprensible. Pero la neutralidad es un espejismo que cubre de una pátina la verdad, y la política se transforma en un baile de máscaras insoportable, para quienes aun tenemos expectativas de que el mundo encuentre su camino hacia el progreso. 

El problema no es que la guerra sea la continuación de la política por otros medios, como señala Carl von Clausewitz, sino que la política termine siendo una guerra en el vacío. Esa es la derrota más importante, porque es la derrota del mundo. 

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