Matar y crecer
Economía Aspiracionista

Manuel Molano es un economista con experiencia en el sector público y privado. Es asesor en AGON Economía Derecho Estrategia y consejero de México Unido contra la Delincuencia. Twitter: @mjmolano

Matar y crecer
La OCDE señaló recientemente que aún no está lista para ofrecer sus previsiones de crecimiento para este año. Foto: AFP /Fadel Senna

La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), un centro de pensamiento de los gobiernos de naciones avanzadas y ricas (con la excepción de Colombia), dijo, en días pasados, que no está lista este año para dar su pronóstico de crecimiento anual para las economías del mundo.

No es para menos. Los efectos de la guerra son difíciles de cuantificar. De hecho, la guerra nos confunde. John Maynard Keynes decía que era una de las muchas maneras de estimular la demanda agregada, lo cual resultaba, según él, en crecimiento de la producción y el ingreso de los países.

Sin embargo, hay que recordar que el PIB es un flujo que cuantifica el valor de los bienes y servicios que producimos en un año. Para la economía mundial, es la suma de los flujos equivalentes de todos los países. Dado que precio por cantidad de todo lo producido es lo mismo que el ingreso, el ingreso mundial es la suma de los ingresos nacionales.

Sin embargo, la infraestructura destruida en las guerras no es parte de ese flujo llamado PIB. Es un acervo, una porción de la riqueza de los países. Las vidas humanas perdidas no pueden compararse en valores monetarios, ni de PIB ni de riqueza, aunque algunas veces las aseguradoras y otras empresas que participan en los mercados de financiamiento a largo plazo, los calculan con fines actuariales.

La economía de Rusia representa alrededor del 1.6% del PIB mundial. La de Ucrania, 0.3%. Podemos, con relativa confianza, pensar que ambos países en este año podrían dedicar todo su esfuerzo productivo a financiar las acciones bélicas. Por lo tanto, al menos perdemos el 1.9% del PIB mundial.

Hay otros efectos colaterales, como el PIB de industrias europeas, especialmente alemanas, que se perderá por disrupciones y precios elevados en mercados clave, como el gas natural. Es posible pensar que todo ello, podría costarnos alrededor del 1% del ingreso global. Los rusos son los principales productores de paladio, que es muy necesario para la producción de semiconductores.

No te pierdas:Ucrania

Ahora, es posible que la economía global hubiera crecido, bajo circunstancias normales, un 3%. Digamos que por la incertidumbre de la guerra, ese pronóstico se recorta a la mitad. Si la economía global crece al 1.5%, pero perdemos PIB ruso, ucraniano, y de daño colateral en otras cadenas por 3%, entonces podemos especular (no es más que eso) que el PIB global se reducirá en 1.5 o 2% en este 2022.

Muy malo, porque este se supone que sería el año en que las economías del planeta se recuperaran de las secuelas de la epidemia de Covid-19. Peor, porque la pérdida de vidas humanas será importante, aunque le asignemos una probabilidad cero a que el conflicto escale a niveles de bombardeos nucleares.

Especulo, porque el futuro es lo que requiere, que esta es una guerra que no saldrá de las fronteras ucranianas y que será un conflicto largo. Los países de la OTAN y de la Unión Europea no tienen demasiados incentivos a desatar la ira de los rusos. Aunque haya personas, empresas e instituciones afuera de Ucrania financiando el esfuerzo de defensa ucranio, ese país no podrá repeler fácil y rápidamente al invasor ruso.

La guerra en Ucrania se parece, entonces, a la Guerra Civil Española o a Vietnam. Será una guerra larga, cruenta y dolorosa para todos los involucrados. Podemos anticipar que Europa será la región del mundo que más sufrirá económicamente debido al conflicto, pero también es una región relativamente rica, y podrá resolver sus cuellos de botella productivos en dos o tres años. Rusia y Ucrania, por el contrario, seguirán costándole a la economía global al menos 2% del PIB mundial los próximos cinco a 10 años.

América Latina, y en especial México, tiene que aprovechar la coyuntura, y no solamente para apuntalar las finanzas públicas mediante un precio de petróleo elevado. Es momento de aplicar políticas públicas conducentes a una mayor competitividad y productividad de la economía, para llenar el espacio que los combatientes y la UE no podrán llenar al menos en los próximos tres a cinco años. Es momento de dejar de adjudicar culpas a los gobiernos del pasado, y producir una agenda económica que nos posicione con ventaja en las cadenas de producción globales.

Síguenos en

Google News
Flipboard