Tampoco dejó de llamarse Andrés Manuel
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Es jefe de información en Imagen Noticias con Yuriria Sierra en Imagen Televisión. Ha colaborado en Nexos, Proyecto 40 y Dónde Ir.  IG y TW: @alanulisesniniz

Tampoco dejó de llamarse Andrés Manuel
Padres y madres de niños con cáncer reclaman por el desabasto de medicamentos en México. EFE/ Foto: Sáshenka Gutiérrez

Estaba dispuesto a dejar el café, su eterno compañero en las mañanas y en las noches. Una cita obligada antes de salir al trabajo y al regresar. A regañadientes aceptó las condiciones de su médico: mientras esté bajo tratamiento nada de café ni alcohol. El segundo no importaba, pero el primero sí sería un verdadero sacrificio. Valía la pena.

Aunque no se trataba de ninguna urgencia, quería poner en orden su salud, poner atención a su cuerpo antes de padecer algo irreversible. ¿A quién más le cuesta aceptar los términos de algunos tratamientos médicos, seguir las indicaciones al pie de la letra? Él, sin embargo, estaba dispuesto a cuidar su alimentación. Insisto, nunca más una taza de café, al menos mientras siguiera nuevos hábitos, escritos en una receta donde se indican los medicamentos que debía tomar cada mañana. “Es por mi bien…”, decía en un intento por convencerse de que valía la pena despedirse de los desayunos que disfrutaba. Esto ocurrió hace un par de meses. 

Es una historia cercana y que me sorprendió hace unos días, cuando al vernos de nuevo para compartir el desayuno, lo vi pedir una taza de café: “¿por qué?”, le pregunté. “Se supone que no puedes tomar eso”,  agregué. “Pues es que no hay medicamento y no he empezado el tratamiento”, respondió. “Fui a la farmacia de la clínica y me dijeron que regresara hasta fines de mes, a ver si ya, entonces no he podido empezar”.

De nuevo insisto: este caso no se trata de algo urgente, por fortuna, la indicación de no más café, como sucede en muchos tratamientos, se dio para mantener al cuerpo con buena alimentación y sin distractores para metabolizar los fármacos. Aprovechar así su efecto, pero se trata, en esta ocasión, de una receta que no ha podido surtirse desde hace dos meses porque no hay tolterodina. Esto ocurre en la farmacia de la clínica No. 91 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde tampoco hay atorvastatina. A los pacientes les piden, con sorna y prepotencia, que acudan a otra unidad, en este caso, a la farmacia de la No. 191. Las recetas, al menos las del IMSS, una vez que son expedidas deben surtirse en 72 horas.

Según el gobierno de México, se corrigió la estrategia de compra de los tiempos neoliberales, porque todo estaba plagado de corrupción. Según el gobierno de México, el desabasto de medicamentos es tema resuelto.

En noviembre de 2021, se escuchó esto en Palacio Nacional: “Ya se compró la medicina, pero ahora es la distribución, porque resulta que se compró la medicina y se hizo contrato con algunas empresas distribuidoras y no sé si por ineficiencia o mala fe, no distribuyeron los medicamentos (…) Entonces ahora vamos a que entre todos, así como se distribuyen las vacunas, vamos a distribuir los medicamentos hasta los pueblos más apartados, no van a faltar, me dejo de llamar a Andrés Manuel”, pero ni se ha dejado de llamar así ni se ha resuelto el desabasto. El 2020, el primer año de la pandemia, 16 millones de recetas no fueron surtidas, tan solo en el IMSS.

Este jueves, además, Latinus reveló que medicamentos, con valor de 18 millones 270 mil pesos, se caducaron en almacenes del IMSS. No hay tampoco estrategia de distribución.

La pregunta vuelve a ser la misma: ¿cómo es que el gobierno que aseguró velaría por los más desprotegidos les ha dado la espalda de esta forma? ¿Cómo es que por mera ideología se vulnera el seguimiento de tratamientos médicos que debe ser puntual? Un cambio en la fórmula implica alteraciones en los pacientes. Llevamos ya casi cuatro años en que han preferido pagar el costo político de esto.

Y en aquel desayuno, cuando llegó el café solo escuché: “pues si no hay medicamento, ¿qué hago?”

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