Yo limpio aunque no haya ensuciado

¿Quieres vivir profundamente una experiencia de mindfulness de atención plena? Salir de la cabeza, de la comprensión intelectual de estos conceptos y bajarlos al cuerpo, ponerlos en acción es una de las cosas más importantes que puedes hacer para tu evolución espiritual.

Por eso, hoy te invito a que limpies aunque no hayas ensuciado. A que observes lo que ocurre en tus pensamientos y emociones cuando te propongo que recojas basura que otros tiraron, que levantes del suelo bolsas, papeles, colillas de cigarrillos o cualquier cosa sucia que encuentres a tu paso.

No hace falta mucha parafernalia para comprometernos a limpiar aunque sea una cosa por vez, lo que tengamos a nuestro alcance y que podamos juntar para después tirar en el lugar de reciclados o de basura normal.

No se trata de una campaña masiva y organizada sino de la belleza profunda que hay en la simpleza de cosas cotidianas: la historia de ese papelito que yo recojo y su destino final está intervenido por mi decidida aparición de transformarlo todo

¿Se imaginan el cambio que puede haber en sus lugares de trabajo, en sus barrios y calles?

La primera gran transformación es emocional: tengo que dejar de pensar solamente en las cosas que me suceden, en mis problemas como si yo fuera el eje del universo para mirar la gran pintura y darme cuenta que yo tengo que ver con todo lo que está pasando.

Al agacharme a recoger algo que otro tiró estoy saliendo del individualismo para entrar en un universo interconectado y comunitario, donde la queja se desvanece porque si hay algo que no me gusta lo cambio conscientemente. Mis emociones se balancean de inmediato porque pongo todo mi cuerpo físico en acción hacia un objetivo que tiene que ver con el bien común y el servicio. Genero empatía, autoconocimiento, alegría, libero endorfinas, bajo estrés, puedo “mirar al otro” y paro la cabeza.

El segundo gran impacto es cerebral: es importante escuchar a la mente y sus ideas y opiniones cuando voluntariamente levanto cosas sucias del suelo que “otro” ensució, inmediatamente estoy estableciendo nuevas coordenadas neuronales, nuevas conexiones electromagnéticas entre mi corazón y mi cerebro. 

Las partes de mi cerebro que siempre reaccionan igual se desbarrancan y hay espacio para una nueva neuroplasticidad, nuevas ideas, maneras nóveles de pensar las cosas..

Al accionar y recoger lo que yo no he ensuciado rompo cadenas ancestrales donde siempre el otro u otros tienen la culpa y son responsables de lo que nos pasa, en este caso me rindo ante la evidencia de que esa suciedad es también mía y que yo tengo todas las herramientas para cambiar lo que está pasando.

Asumo.

Agradezco.

En lugar de quejarnos de la mugre y el desorden, culpar a los recogedores de basura o al gobierno de turno por lo sucio de mis calles y plazas, me desenredo de dimes y diretes mentales para pasar a la acción concreta.

Al comenzar esta experiencia automáticamente esas ideas se evaporan porque la mugre que otro hizo es la mía también, yo en muchas ocasiones también contribuí a la suciedad de mis espacios y si ahora soy consciente, tengo que colaborar con el medio ambiente que me rodea limpiando aunque no haya ensuciado.

Limpiar: el paso a paso

-Decide recoger al menos una cosa que encuentres en el suelo por día, algo de basura que ‘otro’ tiro.
-Con todo respeto lo recoges y lo echas en un basurero agradeciendo la posibilidad de contribuir con tu sociedad.
-Regocíjate en la acción de servicio ante todo a ti mismo y luego a los demás.
-Ten la certeza que este acto sencillo cambia el mundo y el medio ambiente.

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