Energía y sangre
Economía Aspiracionista

Manuel Molano es un economista con experiencia en el sector público y privado. Es asesor en AGON Economía Derecho Estrategia y consejero de México Unido contra la Delincuencia. Twitter: @mjmolano

Energía y sangre
Foto: Especial

Esta Semana Santa estuvo llena de dimes y diretes alrededor de la reforma eléctrica que proponen el señor presidente de la República y su partido, Morena. Para cuando la gente que lee La-Lista vea esta columna, sabremos si la reforma del presidente prevaleció o si, por el contrario, el bloque opositor logró detenerla.

Estoy lejos de ser un experto en energía. Muchos amigos míos saben más de ese sector que yo. Incluso podríamos decir que son expertos de talla mundial. Miriam Grunstein, Gonzalo Monroy, Montserrat Ramiro, Lourdes Melgar y Roberto Newell son apenas algunos de los nombres de gente de la que he aprendido mucho sobre ese sector. Fui consejero de una subsidiaria de la CFE, pero no en temas de generación sino del lado opuesto de la cadena, en la empresa que administra las cuentas de los consumidores residenciales, llamada de suministro básico.

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El tema eléctrico es un tema especial porque involucra muchos aspectos altamente técnicos y especializados. Quizá por eso, los que nos oponemos a esta reforma y preferimos la de 2012 nos concentramos meramente en la parte técnica, y de manera más específica en los aspectos técnicos del mercado. Economistas e ingenieros con orientación de diseño de mercados fueron las voces que desde la era del presidente Carlos Salinas de Gortari hasta hoy han buscado reformar ese sector.

Morena, por su parte, no tiene tantos expertos en los aspectos técnicos del mercado. Sus técnicos vienen de las ingenierías puras y de las bases sindicales. Para ellos, el mercado es más una molestia que un fenómeno digno de análisis y revisión. Lo que sí hay en Morena es muchos ideólogos. Manuel Bartlett ha escrito varios libros sobre el tema eléctrico, pero en ellos ha vertido su idea, muy del antiguo régimen priísta, de la rectoría absoluta del Estado en los temas energéticos y en especial en la electricidad. Como bien explica Gonzalo Monroy, el trasfondo de esta reforma es ideológico, no técnico.

Alguna de las personas expertas en el mercado mencionadas en algún momento me dijo que nunca habría un aquelarre alrededor de la electricidad como podría haberlo alrededor del petróleo. El adoctrinamiento de la educación pública indicaba que nuestra sangre tenía moléculas de hidrocarburos, no de electrones. Pensé que tenía razón.

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La experta y yo nos equivocamos. El tema eléctrico importa para el Estado hoy porque ofrece la oportunidad de extraer rentas al sector privado, distribuir subsidios a poblaciones y clientelas electorales de interés y, por lo tanto, ayuda a aliviar presiones fiscales y sociales derivadas de las necesidades financieras del Estado. El sueño de las autocracias es tener poder financiero y político sin cobrar impuestos, porque ello implica que hay que capturar a sindicatos y gremios, no a poblaciones completas. Siempre puedes decir que no hay buenos servicios públicos porque al fin la gente no paga impuestos.

Con Pemex arrojando pérdida y CFE en posibilidad de capturar rentas, nuestros glóbulos rojos, antes aceitosos químicos de la cadena de carbono, hidrógeno y oxígeno, se convirtieron en electrones puros.

En realidad, nuestra sangre no es petróleo, ni tampoco es electricidad. Necesitamos una u otra para que la economía funcione hoy. Mañana necesitaremos otras cosas. No creo que una de esas cosas fundamentales necesarias para el futuro sea el litio. El metal ligero es útil para cargar energía en un coche eléctrico, y en la pila de tu celular, pero no para mucho más.

Lo necesario para el progreso futuro de México es innovación, mercados libres y competidos, inversionistas que tomen riesgos calculados y un Estado que propicie el progreso, en lugar de estar buscando rentas y clientelas políticas. Nuestra sangre es el comercio, la manufactura y la inventiva, no el petróleo ni la electricidad.

No derramemos sangre y bilis alrededor de sectores relativamente pedestres, que tienen que funcionar bien para que todo lo demás funcione. Nuestros ideólogos deberían recordar las palabras del comunista más exitoso de China, Deng Xiao Ping, quien dijo que no importa si el gato es blanco o negro (o en nuestro caso, morenista u opositor). Lo importante es que atrape ratones.

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