Lambiscochampions
Ciudadano Político

Provocador de ciudadanos, creador de espacios de encuentro y conocimiento. Exservidor público con ganas de regresar un día más preparado. Abogado y politólogo con aspiraciones de chef. Crítico de los malos gobiernos y buscador de alternativas democráticas. Twitter: @MaxKaiser75

Lambiscochampions
Foto: Presidencia y Gobierno de la CDMX

Si atendemos al comportamiento de los posibles candidatos de Morena a suceder al señor López, la sucesión se decidirá con base en quién haya demostrado ser la o el más lambiscón de todos. Es decir, el adulador mayor del mesías será el que obtenga su bendición para encabezar la carrera presidencial, para mantener el poder. No es una simple opinión de quien escribe, es una observación que surge de interpretar varios elementos.

El primero es que no existe una sola candidatura al interior de Morena que no sea decidida por el habitante del palacio virreinal. No solo candidaturas, también puestos relevantes de gobierno y, últimamente, hasta puestos de liderazgo empresarial y sindical. Tener contento al titular el Poder Ejecutivo Federal parece ser el requisito número uno para obtener uno de estos puestos relevantes. Así, todos los suspirantes saben exactamente a quién tienen que agradar. Porque él decidirá “la grande”, pero también estará en sus manos el premio de consolación de aquellos que no sean ungidos. Es decir, mantener un cargo y fuero constitucional.

El segundo elemento es que ninguno de los suspirantes actuales tiene, o podría tener, una carrera política que no sea a la sombra del jefe. Todos han crecido a su lado, y todos saben que hoy se quedarían sin nada si mostraran algún tipo de independencia, equipo propio, visión distinta o proyecto alterno.

Eso nos lleva al tercer elemento. Es patético ver y escuchar a los suspirantes, con cargos de alta relevancia y responsabilidad, balbucear sin ningún pudor ante cualquier cuestionamiento sobre los órganos que encabezan: “lo que dijo mi jefe”. Por ejemplo, la jefa del gobierno de la Ciudad de México repitiendo las mentiras sobre la pandemia, las vacunas o el número de muertos. El secretario de Relaciones Exteriores repitiendo las adulaciones a Donald Trump, las porras a Nicolás Maduro o la absurda posición de México en la invasión de Rusia a Ucrania. El secretario de Gobernación haciendo arengas ilegales durante la revocación o repitiendo mentiras sobre el INE y la absurda reforma electoral. Por poner algunos ejemplos.

El tercer elemento es la utilización de prácticamente cualquier evento de gobierno, legislativo o institucional para cantar porras, literalmente, al líder del movimiento, y para adular con burdas mentiras a un gobierno que carece de resultados positivos en prácticamente todas las áreas relevantes de gobierno. Mentir para agradar, en cualquier acto público, sin ningún rubor, a pesar de ser desmentidos, a veces, minutos después.

El cuarto elemento es la nula importancia que le dan a violar la ley con tal de quedar bien con el patrón. Desde las campañas ilegales y desvíos de recursos durante la revocación de mandato, hasta la utilización de todo el aparato para amedrentar a legisladores, jueces, ministros, gobernadores y líderes opositores, que no hacen caso de manera voluntaria al presidente del país.

El quinto elemento es la inexistente autocrítica, corrección de rumbo o decisión autónoma de un solo miembro del gabinete o de la jefa de gobierno. En tres años no hemos escuchado a uno solo de ellos reconocer un error del gobierno, cambiar la dirección en proyectos o políticas fallidas, o tomar una decisión con base en la Constitución o las leyes que contradiga en lo mas mínimo los deseos del jefe, expresados al calor de las mañaneras. Todo lo contrario. Hemos presenciado correcciones en el sentido opuesto, cuando un acto del gabinete o el gobierno de la capital parecen contradecir los deseos superiores.

Así, por lo que vemos todos los días en el segundo nivel del actual gobierno, es posible concluir que los suspirantes están convencidos de que existe una sola voluntad que definirá su futuro. Saben, además, que esa voluntad es caprichosa y voluble, y que surge de un ego muy frágil, que requiere de apapachos permanentes.

Desde hoy, a la mitad del sexenio, ya sabemos que el único proyecto que ofrece Morena hacia el futuro es más de lo mismo. No habrá rompimientos, ni alejamientos, ni autocrítica, ni redireccionamiento y mucho menos responsabilidad. Habrá mucha adulación, porras, lisonjas, mentiras y la oferta de continuidad.

Esto facilita el trabajo para quienes queremos construir un proyecto alterno. Para crear una coalición ciudadanía-partidos ganadora tenemos que hacer tres cosas: explicar claramente el fracaso en cada rubro del gobierno actual, explicar lo que sucedería sin no cambiamos de rumbo, y plantear alternativas claras, completas e integradas entre sí, en cada área fundamental de gobierno. Ese es el camino de la recuperación y la reconstrucción de nuestra democracia. Manos a la obra.

Síguenos en

Google News
Flipboard