Thor: Amor y Trueno: El ocaso de los dioses
Zinemátika

Escribió por una década la columna Las 10 Básicas en el periódico Reforma, fue crítico de cine en el diario Mural por cinco años y también colaboró en Reflector, la publicación oficial del Festival Internacional de Cine en Guadalajara. Twitter: @zinematika

Thor: Amor y Trueno: El ocaso de los dioses
Foto: Cortesía Marvel

Hay películas en las que perderte los 10 primeros minutos no hace gran diferencia. Lo mismo si son cintas de pretendido arte en las que no pasa nada, que si son blockbusters en las que suelen pasar con chistes insulsos, sin pena ni gloria.

No es el caso de Thor: Amor y Trueno, la nueva cinta sobre el hijo de Odín, encarnado por Chris Hemsworth. Ver esas primeras escenas cambia radicalmente el mensaje de la película, pues propone el porqué del desastre venidero.

Durante varios años, Thor se ha integrado a los Guardianes de la Galaxia para tratar de reencontrarse consigo mismo, mientras intenta olvidar las penas de amor. Pero un extraño asesino de dioses hace su aparición, lo cual hace que retome con seriedad su papel de protector de Asgard.

En esta travesía, se reencuentra con Jane Foster, su exnovia y ahora portadora del martillo Mjölnir, el cual la convierte en otra iteración del Dios del Trueno, la Poderosa Thor.

Como puede esperarse en un blockbuster de este tipo, no faltan los chistes fáciles ni las batallas alocadas, todo al ritmo desaforado de Guns n’ Roses y con una dirección artística que parece retomar los decorados de Furia de Titanes, pero no la reciente, sino la de 1981.

También las referencias de moda acerca de la sexualidad de algunos de sus protagonistas, la cual sinceramente se siente forzada al no tener una relación con lo que se narra. Pero una vez que se disipa la bruma, hay algo sinceramente triste y profundo en la pantalla.

En gran medida esto es responsabilidad de su director, Taika Waititi, quien tiene la costumbre de hablar de temas profundos con un desenfado que puede llevarnos por senderos equivocados. 

Si en Lo que hacemos en las sombras el tema era la segregación dentro de un grupo de vampiros, exiliados de la sociedad por excelencia, en JoJo Rabbit el mensaje era el amor maternal por encima de la guerra y la desesperanza.

En Thor: Amor y Trueno, el mensaje profundo corre a cargo de Gorr, el llamado Carnicero de los Dioses, quién va ajusticiando deidades con un arma poderosa. Pero a diferencia de los villanos unidimensionales de otras cintas de Marvel, él tiene un motivo para desconfiar de los seres poderosos y ponerlos a prueba.

En su viaje del héroe, Gorr nos pone frente a frente con una de esas preguntas que hielan la sangre: ¿Dios existe? Y si es así, ¿nos escucha? Y si lo hace, ¿le importan nuestros padecimientos? Y si le importan, ¿por qué no hace nada?

Thor: Amor y Trueno funciona en varios niveles: es una entretenida película de género, donde se puede disfrutar de la bobaliconería de Thor; es un dramático romance, con una actuación genial de Natalie Portman y también es un ensayo de aire nihilista, llevado al extremo por el formidable Christian Bale. En suma, es una película que vale el boleto.

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