Echeverría, represor adulado por medios e intelectuales
Medios Políticos

Es un periodista especializado en el análisis de medios y elecciones. Tiene posgrado en Derecho y TIC, obtuvo el premio alemán de periodismo Walter Reuter en 2007, fue conductor en IMER y durante 12 años asesor electoral en el IFE e INE, editor, articulista y comentarista invitado en diversos diarios, revistas y espacios informativos. Twitter: @lmcarriedo

Echeverría, represor adulado por medios e intelectuales
Foto: AFP / Jorge Uzon

La matanza de estudiantes en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, marcó al gobierno Gustavo Díaz Ordaz como político represor. Luis Echeverría era su secretario de Gobernación, impensable que nada tuviera que ver con ese crimen de Estado, pero los medios e intelectuales más destacados como Octavio Paz o Carlos Fuentes justificaban a Echeverría, lo exoneraban y adulaban una vez que asumió su propio mandato como presidente de la república en 1970. 

El 26 de octubre de 1969, el primer acto de Echeverría como inminente candidato presidencial se registró con júbilo en casi todos los diarios de la época, en la radio, en la televisión nacional. Ese día una fotografía del personaje apareció en El Universal con un texto al pie lleno de parabienes: “Emocionado el Lic. Luis Echeverría Álvarez agradece los calurosos y espontáneos aplausos que centenares de partidarios le tributaron con motivo de su designación como precandidato a la Presidencia de la República”.

Un mes antes de que se destapara su candidatura, Díaz Ordaz había asumido en su informe “íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica” por la matanza estudiantil en Tlatelolco. Echeverría trataba de sacudirse el caso, mostrarse ajeno a esa represión asesina como método de gobierno, y poco antes de lanzar su campaña se sumó a la promoción de flexibilizar el derecho a voto para que jóvenes con 18 años cumplidos y no 21, pudieran participar activamente en política, una máscara cosmética burda de empatía e inclusión, que se derrumbó para siempre el 10 de junio de 1971, cuando ya durante su administración, se repitió con toda crudeza la dosis de reprimir y matar a estudiantes, ahora en San Cosme, a manos de los Halcones, grupo auspiciado por el propio gobierno.

Echeverría ya era presidente, insostenible la narrativa de responsabilidad solo de su antecesor en el resorte de Estado autoritario y asesino, aunque intelectuales y medios veían o contaban deliberadamente otra realidad. Seis días después del Halconazo, Octavio Paz, quien había protestado por la matanza de Tlatelolco en tiempos de Díaz Ordaz, regresaba sobre sus pasos y ahora sugería, durante el gobierno de Echeverría, que el presidente era la víctima y no el responsable de lo ocurrido el jueves de Corpus en San Cosme, en un artículo que publicó Excélsior y tituló “Las palabras máscaras”. 

Paz ya era un gran escritor y encumbrado intelectual. Sentenció sin más en ese texto a los manifestantes, diciendo que “un grupo de insensatos convocó a una manifestación de equivocados”, luego cuestionó a la “falsa izquierda extremista” y aunque condenó también a los Halcones no los asumió como grupo no relacionado con Echeverría. Así, exoneró del caso al presidente de la república con quien dijo había un clima de gran libertad, palabras llenas de transparencia, ejemplares, compromiso con investigar los hechos. Pedía confianza para el mandatario, crítica solo de ser necesaria y ese día no lo era: “un grupo de gángsters políticos, los Halcones, agredieron a los manifestantes y mataron a varios muchachos. Ya podían estar satisfechos aquellos que padecen nostalgia de catástrofes. Con la agresión el monopolio político y el monopolio financiero pretendían volver a 1968”, escribió.

Cerraba Paz tratando de explicar la diferencia “fundamental” entre Tlatelolco y San Cosme, diciendo que ese 1971 la matanza era en realidad una agresión contra la política de Echeverría: “la agresión de los grupos paramilitares no era única ni exclusivamente contra la extrema izquierda sino contra la política de Echeverría. Una maniobra oblicua. Además, sobre todo, había otra diferencia, gracias al clima de libre discusión creado durante los últimos meses, la opinión pública pidió una investigación y el castigo de los culpables. Había terminado el periodo de las palabras-máscaras. El presidente ha devuelto su transparencia a las palabras. Velemos entre todos porque no se vuelvan a enturbiar. Echeverría merece nuestra confianza. Y con ella, cada vez que sea necesario, algo más precioso: nuestra crítica”.

Décadas más tarde, en 1993, se publicó una entrevista que pidió el poeta, realizada por Julio Scherer, quien aprovechó para preguntarle por la matanza en San Cosme y su postura. El Nobel de Literatura atajó la pregunta, se justificó diciendo que primero había condenado el hecho tal como lo hizo con Tlatelolco, aunque reconoció que sí le aplaudió a Echeverría la promesa inicial de “investigar” el Halconazo, recordándole a Scherer que Excélsior (que dirigía el periodista en esos años) hizo lo mismo: “Aplaudí la medida, no fui el único, tú también compartiste mi actitud. Pero unas semanas después, ante el incumplimiento de la promesa, reiteré mi crítica”.

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