Freno a la constitución en Chile: hubo también errores de izquierda
Medios Políticos

Es un periodista especializado en el análisis de medios y elecciones. Tiene posgrado en Derecho y TIC, obtuvo el premio alemán de periodismo Walter Reuter en 2007, fue conductor en IMER y durante 12 años asesor electoral en el IFE e INE, editor, articulista y comentarista invitado en diversos diarios, revistas y espacios informativos. Twitter: @lmcarriedo

Freno a la constitución en Chile: hubo también errores de izquierda
Promotores de la opción 'Rechazo' al plebiscito constitucional se reúnen a la espera de resultados, en Santiago. Foto: Elvis González/EFE

El 4 de septiembre, la jornada para votar si se aprobaba o no la nueva constitución en Chile terminó con rechazo contundente para un proyecto que merecía mejor suerte. Pese a que en 2020 más del 78% de electores pidió en las urnas cambiar la constitución, ahora, en 2022, 61.8% (7.8 millones de votos) rechazó la propuesta que se puso sobre la mesa contra 38.14% (4.8 millones) que la apoyó tal y como venía de la convención que la redactó, con mayoría de izquierda, como alternativa para sustituir la todavía vigente que mantiene buena parte de lo escrito en 1980 durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.

Las y los chilenos quieren otra constitución, pero no les convenció la que se sometió a votación por muchos factores. Los números son fríos: de 15.1 millones de potenciales electores, participaron 13 millones (85.8%) y ganó el rechazo. Es cierto que el papel de las noticias falsas contaminó mucho el análisis justo del proyecto, pero hubo también errores graves de convencionales que no tuvieron altura de miras para darse cuenta que el país tiene posturas no solo de izquierda, que hay asuntos que requieren ceder y matizar, que no alcanza mayoritear en un Congreso constituyente si luego el voto dependerá de votantes que son diversos en ideología o visión (Gabriel Boric ganó en segunda vuelta, pero un peligroso ultraderechista había ganado en la primera, lo que muestra a la sociedad dividida).

Sin duda era importante impulsar los avances sustantivos aunque generaran polémica, pero entonces había que despresurizar temas que tampoco generaban consenso pero que no eran tan relevantes, que pudieron flexibilizarse para sumar voluntades en lugar de restar.

Después del plebiscito fallido, el presidente Boric dio un discurso conciliador, reconociendo la mayor participación de la historia en un proceso electivo y agradeciendo incluso al polémico cuerpo de “carabineros” y a la autoridad electoral. “En Chile, las instituciones funcionan”, lanzó. Hizo cambios en su gabinete y anunció que habrá nuevo “itinerario constitucional”, es decir, no se rinde a reformar y hace bien, quizá no convoque a una nueva convención para redactar otra propuesta completa, pero su gobierno buscará cambios desde el Congreso, tratando de rescatar la oportunidad perdida el domingo pasado.

La nueva constitución era un gran texto en temas sustantivos, ideal para la visión progresista favorable a derechos humanos y justicia social, pero no logró convencer, reflejar o sumar a todos los sectores que no solo son de izquierda. Al ser norma fundamental debe interpretar e incluir a todas y a todos.

Quizá había temas irreconciliables con las derechas en donde sí valía la pena arriesgarse y mantener la propuesta original sin cambio, como los derechos de las mujeres sobre su cuerpo, la paridad en todo, la visión responsable sobre el medio ambiente, los derechos sociales, a la salud, a la educación gratuita o el reconocimiento de los derechos indígenas, pero otros elementos que dividían sí pudieron matizarse, buscar mayor acuerdo previo a la votación.

Por ejemplo, ¿era en realidad necesario dejar en el proyecto una reelección consecutiva del presidente? Ese punto generó críticas de sectores moderados de izquierda que habrían votado apruebo quitando eso, pero la soberbia de convencionales lo dejó y así arrastró, por ese tema, rechazo a todo proyecto de esos inconformes que habrían apoyado lo demás. Lo mismo ocurrió cuando varios socialistas y la antigua “concertación” no veían con buenos ojos desaparecer al Senado y sustituirlo por una Cámara de las Regiones. Era muy defendible el cambio, pero si el costo de mantenerlo era la ruptura con ese sector, se pudo eliminar y avanzar con el resto del documento, en lugar de aferrarse a dejarlo sabiendo que de lo contrario se restaba a un grupo que había votado por Boric y por tener nueva constitución. A las y los convencionales no les importó, quizá pensaron que no habría inundación de noticias falsas, que era mejor ir por todo de una vez, que bastarían buenas intenciones para recibir el voto mayoritario.

Convencer a sectores plurales y diversos no es tarea sencilla cuando hay en juego uno o dos temas polémicos de fondo, menos en una nueva constitución completa que mete todos los temas de fondo en el mismo paquete. Por eso construir consenso amplio necesita priorizar y ceder en algunos puntos, incluir a más sectores para tener más respaldo, no solo el de las y los afines ideológicamente, no el todo o nada, porque es muy probable que el resultado sea quedarse en nada.  “La democracia” no es el paraíso de la justicia, pero sí el mejor camino para que las diferencias se procesen de manera pacífica y eso siempre implica dilemas, ceder en posturas sin renunciar a seguirlas defendiendo. No basta con tener la razón, hay que convencer de ello. La mejor constitución posible aprobada era mejor que la constitución ideal rechazada y dejar, en los hechos, viva la que nació en una sanguinaria dictadura.

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