Tijuana, mar de corazonadas
RacismoMX

Es abogado por la Universidad Autónoma de Yucatán y maestro en psicopedagogía por la Universidad José Martí de Latinoamérica. Su pasión son los derechos humanos, el antirracismo, la educación y la cultura para la paz. Y, sobretodo, ama la mar. Actualmente es coordinador de Investigación en RacismoMX.

Twitter: @OteloDeLaCosta

Tijuana, mar de corazonadas
Foto: Barbara Zandoval en Unsplash

La ciudad es enorme como un enorme hospicio.
Fría y acogedora, oscura e iluminada como la cárcel.
Jaime Sabines

Llegar a Tijuana me causó un gran conflicto. Antes de salir del aeropuerto noté la gran cantidad de gente extranjera y blanca que me rodeaba. Mientras recogía mi mochila, me di cuenta de algo: las personas migrantes racializadas eran quienes limpiaban el piso de los turistas. No había pisado la calle cuando presencié un perfilamiento racial: dos mujeres negras fueron interceptadas por la Guardia Nacional; noté que de entre todas las personas solo a ellas le exigían sus documentos. Me sentí impotente, y culpable de mis privilegios.

Al salir a la calle, me resultó impactante ver el gran muro rojo y oxidado frente a mí. No entendí en ese momento –y tampoco ahora– la racionalidad de su existencia. ¿A quién se le ocurrió? ¿Quién tuvo la idea de dividir a la gente? ¿Cómo se llama esa persona? Muy seguramente no tenía idea –como dice la canción– que somos una especie en viaje, que no tenemos pertenencias sino equipaje, y que toda persona no es de ningún lado del todo, pero sí de todos lados un poco.

Cuando mi amiga Sarah pasó por mí, me explicó que la oscuridad que se ve después del muro es la zona inhabitada por Estados Unidos, y que las luciérnagas artificiales que se ven a lo lejos son de un sitio llamado San Ysidro. ¿Qué piensa la gente de ahí cuando ve las luces de Tijuana?, me pregunté.

Una noche en Rosarito vi que un hombre negro era detenido por la policía estatal de Baja California. Otro día supe que una refugiada negra era revictimizada por la fiscalía por no hablar el español. En una feria gastronómica, vi el racismo en el desprecio por la comida caribeña por sobre el choripan o la paella española. El racismo es un sistema, y también se manifiesta en Tijuana. ¿Cómo trataron a las personas ucranianas? Sobresaliente, como debe ser; una espera de 24 horas para cruzar la frontera. ¿Cuál es el trato hacia las personas en movilidad que son racializadas? Una tortura, un martirio, una espera agonizante.

Espacio Migrante tuvo la buena voluntad de recibirme en la ciudad sin pedirme nada a cambio. Durante varios días les acompañé en sus actividades. Frente a las instituciones que niegan la existencia del racismo, Espacio me demostró lo que es la valentía y la convicción por los derechos humanos y las diferentes justicias como la lingüística y alimentaria. Me enseñaron que incluso gozar, reír, cantar y disfrutar es resistir. Resistir contra el sistema.

Al despegar el avión hacia la Ciudad de México pude ver el muro rojo y oxidado. Se veía largo y sin fin, como un ciempiés venenoso gigante e imponente. Aún no podía comprender la racionalidad detrás del muro, solo pude deducir que se trataba de una obra generada desde los prejuicios y el racismo, antes que ser una creación racional. Es absoluta la finalidad que persigue cada barrote rojo de la frontera: separar. Con eso en mente, pensé que todo cambiaría para bien gracias a la misma gente con esperanza que forman Espacio Migrante, Al Otro Lado, Casa Arcoíris y Refugee Health Alliance.

Caminar por las calles de Tijuana es oír un mar de corazonadas. Es ver un torbellino de sueños y esperanzas. En cada esquina, en cada tienda y comedor, en cada albergue, notar la espera de un mejor mañana: eso es Tijuana.

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