Mirando hacia el ocaso
Alioli

Es periodista y analista de datos. Ha colaborado en medios como Reforma, Chilango y Tec Review. Fue coautor del libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas, publicado por la editorial Proceso. También es hincha incondicional de los Leones Negros. Twitter: @ridderstrom

Mirando hacia el ocaso
Foto: Twitter / Gerard Piqué

Debió ser estruendoso para que hasta los que se tapaban los oídos y la vista percibieran el derrumbe de sus ídolos. En las últimas dos semanas, Piqué y Busquets cometieron los errores que ni en su juventud. El central, relegado al banquillo pero utilizado como un parche en el decisivo juego ante el Inter en Champions, tiró mal la línea, pensó que era el último hombre y dejó pasar a Nicolò Barella en un error de amateur que supuso el empate a uno y el colapso de la moral culé. Y cuando más tocado estaba el equipo, Busquets falló en la lectura del juego en mediocampo, intentó dar un pase a Pedri –que estaba sumamente comprometido–, fue interceptado por Çalhanoğlu y el turco dio un precioso cambio de juego que Lautaro Martínez convirtió en el segundo gol. Tras esa jugada, el rostro de Busquets era el del tipo que sabía que este ya no es su lugar ni su tiempo.

Quizá fue que lo ganaron todo muy pronto y solo les quedó vivir del prestigio cosechado. Con apenas cuatro años en la élite ya habían escrito sus nombres en los almanaques de su club y selección. Ahora, su físico ya no compite con el atletismo de los rivales, y su mente ya no soporta la presión de los partidos grandes. Por más que Xavi, su gran valedor, defienda al par de veteranos, los hinchas saben que ya no son aptos y se lo han dejado patente con los sonoros silbidos que le prefirieron a ambos en el encuentro contra el Villarreal en el Camp Nou. En ningún lugar se arde mejor que en casa.

Hace un mes se especulaba con que Busquets alargaría su contrato hasta el verano de 2024 para permitir que el club le buscara un recambio; hoy, los ejecutivos del club trabajan para encontrarle un sustituto en diciembre. Es sabido que no existe un jugador en el planeta futbol que lea e interprete el juego como él. Los jugadores de su perfil, por desgracia, serán más escasos en el futuro próximo, porque ese 5 que pone la pausa al medio campo y depende más de la técnica que del físico, ya no tiene cabida en este futbol frenético, de líneas defensivas muy adelantadas y medios campos congestionados. Prima el físico sobre el cerebro, por desgracia, y son pocos los equipos que tienen un estilo reconocible.

El caso de Piqué es aún más particular, porque su vida privada lo ha mermado en lo anímico y parece estar más preocupado por sus negocios que por el último tramo de su carrera futbolística. El presidente Joan Laporta, Xavi y el propio jugador han intentado que su reciente divorcio no cree ruido ni distracciones en el club, pero ha sido imposible, más aún con el hecho de que el convenio con Spotify hará que el equipo luzca en el pecho el logo del nuevo disco de Shakira. No ayuda, tampoco, que su estado de forma sea deplorable y ya le sea imposible recular ante rivales más jóvenes.

Si se toma como referencia el año de la última Champions League que ganó el Barcelona con Busquets y Piqué en la cancha (2015) y que hasta ese punto pasaron siete años desde que ambos debutaron en el primer equipo (2008), quiere decir que han pasado ya siete años desde que no alcanzan la gloria. Esos logros que esgrimen para justificar sus elevados salarios y su peso en el vestuario ya no son suficientes.

Quince años son demasiado en la élite. Si el cuerpo no da más, la razón debería tomar la rienda.

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