Definitivamente quién sabe
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

<strong>Definitivamente quién sabe</strong>

El alud de noticias diarias ha despejado cualquier duda sobre el futuro cercano del precio del petróleo: subirá, a menos que baje o permanezca inalterado. Tal cual y, en realidad, como de costumbre con los pronósticos (¿adivinanzas?) del mercado petrolero.

La demanda de petróleo aumentaría sí el gobierno de China termina con su política de cero COVID, permitiendo a cientos de millones de trabajadores y consumidores regresar a la normalidad cotidiana, lo que implicaría un mayor consumo energético. Pero si siguen aumentando las tasas de interés en Estados Unidos y el resto de las economías de alto ingreso, una recesión económica el año próximo es prácticamente un hecho y enviaría a la calle a millones de trabajadores de todo el mundo, reduciendo el consumo energético. Es decir, el precio del petróleo podría subir o bajar.

En Estados Unidos parece que la presión inflacionaria ha comenzado a ceder, pero es difícil afirmar que se trata de una tendencia en vías de consolidación cuando el mercado laboral sigue contratando trabajadores como si no hubiera nubarrones en el horizonte. En contraste, los despidos masivos de empresas como Amazon, Meta o Google sugieren que los nubarrones ya están aquí, mientras las tasas de interés de largo plazo indican que los inversionistas en bonos del Tesoro norteamericano no esperan inflación sostenida. Es decir, la demanda total de bienes y servicios de la economía de Estados Unidos, como el consumo energético, podría subir…o bajar.

Los gobiernos del Atlántico Norte ratificaron en la última reunión de la COP en Egipto compromisos ambiciosos para combatir el calentamiento global, así como sus políticas para reducir la producción y consumo de combustibles fósiles…pero no todavía: siguen pidiendo a las empresas energéticas que produzcan más petróleo. Las dificultades inesperadas de la transición energética, sumadas al choque de oferta que ha significado el conflicto en Ucrania, exigen retrasar la que se suponía era una impostergable batalla contra el cambio climático. Es decir, el estímulo a la producción de petróleo bajará a menos que suba.  

Ahora se agrega el incierto impacto del tope de 60 dólares por barril impuesto por los países del G7 y Australia al precio del crudo ruso. Algunos analistas piensan que el precio del crudo terminará aumentando porque Rusia responderá reduciendo su producción o simplemente porque será disruptivo para la oferta global de petróleo. Otros, incluido un grupo amplio de economistas de Estados Unidos y Reino Unido que en octubre envió una carta al presidente Joe Biden en apoyo al tope de precio, piensan que mientras éste sea mayor al costo de producción, Rusia seguirá produciendo crudo y por lo tanto la oferta mundial permanecerá imperturbada. 

Este año será recordado como uno de los más complejos para el análisis de los mercados energéticos. Frente a la incertidumbre, mejor reducir la exposición al riesgo. ¿Se aclarará pronto el panorama? Definitivamente quién sabe. 

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