Mirarnos el ombligo
Un cuarto público

Abogada y escritora de clóset. Dedica su vida a temas de género y feminismos. Fundadora de Gender Issues, organización dedicada a políticas públicas para la igualdad. Cuenta con un doctorado en Política Pública y una estancia postdoctoral en la Universidad de Edimburgo. Coordinó el Programa de Género de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey durante tres años y es profesora en temas de género. Actualmente es Directora de Género e Inclusión Social del proyecto SURGES en The Palladium Group.

X: @tatianarevilla

Mirarnos el ombligo
Foto: Pixabay

Con frecuencia pienso que, quienes nos dedicamos a estos temas de feminismos y otros demonios, la mayoría del tiempo nos encontramos en una burbuja. Y aun cuando lo pienso mucho, también lo olvido constantemente; pero basta salir al mundo real: una reunión familiar, estar con personas que se dedican a otros temas, incluso escuchar a quienes una consideraría súper progres expresar su disgusto por el borrado de mujeres, o expresar lo gay-friendly queson, si hasta amigos gays y lesbianas tienen y les caen muy bien. Basta escuchar con toda naturalidad palabras y frases racistas, clasistas y condescendientes sin ningún empacho; burlas o enojos por una simple e, haciendo de una vocal un gran alboroto. Ese es el mundo real, y aunque a veces se me olvida, es la mayor parte del mundo.  

Salir de la burbuja cuesta. Salir de mi espacio  –y hasta del lenguaje en el que lo articulamos–, en el cual la mayoría de las personas estamos genuinamente convencidas de las transformaciones que se necesitan, nos estrella contra la pared. ¡Y qué bueno! 

Cuando no estoy en la burbuja, me cuestionó si los feminismos estamos alcanzando lo que pretendemos. Si vamos a lograr todas esas transformaciones que necesitamos en tantos temas que aún hoy, a unos días de terminar el año 2022, están tan normalizados y resisten a pesar de. Y no solo resisten, sino que, en algunos casos, como en el tema de las violencias, aparecen nuevas manifestaciones que no dan mucha esperanza. ¿Por qué llevamos siglos de lucha y existen aún temas tan graves? ¿Qué nos ha faltado? ¿Hemos excluido de la conversación a otres nosotras también? 

Hace un tiempo alguien me dijo: 

Ustedes las feministas solo se miran el ombligo. 

Mi primera reacción fue de enojo; de echarle en cara todo lo que los feminismos han logrado, le hice un breve y muy inteligente recorrido por los feminismos, desde las feministas ricas ilustradas, las sufragistas, las feministas latinoamericanas, negras y decoloniales; le hice preguntas sobre las categorías sexo-genéricas que no supo contestar y que evidentemente, me posicionaron en otro lugar. Gané la conversación. Esta persona no tuvo más que decir, solté el micrófono y agradecí a las feministas del mundo –vivas y muertas– por iluminarme. 

Días después inicio un diplomado de género, ¿saben cuántos hombres había? Uno. Solo uno. En otro panel al que me invitaron también éramos puras mujeres. Me acordé que nunca le pregunté por qué me decía eso. Quizás era cierto, quizás a veces, sí nos miramos el ombligo. 

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Sea cierto o no, todo tiene sus matices; y así como tal vez nos hemos mirado el ombligo, también es verdad que, desde los feminismos, se han logrado mundos nuevos para muchas mujeres y otras identidades de género, aunque desgraciadamente, no es la mayor parte del mundo. Nuestra burbuja, aunque cada vez más grande, con más colores y más resistente sigue siendo eso, una burbuja de la que hay que salir de vez en cuando para mirar, para reimaginar, para ver lo que no estamos reconociendo o, a quiénes y cómo estamos excluyendo. Posiblemente, salir nos ayude a crear otras alianzas, otras alianzas más allá de las identidades y de los feminismos, otros horizontes e ideas que transformen, alianzas rebeldes, diría un amigo. Quizá el 2023 es buena oportunidad para hacerlo, aunque nos cueste. 

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