Fue Biden
Erre que erre

Licenciado en Periodismo y Medios por el Tecnológico de Monterrey y Máster en Teoría de la Cultura y Psicoanálisis por la Universidad Complutense de Madrid, España, país en el que radica actualmente desde hace más de tres años. Editor de La Península Hoy.

IG: @vicoliv X: @Victorleaks

Fue Biden
Ilustración La-Lista.

Nada es casualidad. La captura de Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín Guzmán Loera en el Culiacanazo 2.0, tampoco lo fue. El manto (¿protector?) que López Obrador colocó sobre uno de los cárteles más poderosos del mundo y que tuvo su momento más crítico cuando el presidente decidió liberar al hijo del Chapo ya en manos de los militares, en una decisión que llenó de estupor a propios extraños y que dejó en ridículo a las Fuerzas Armadas, no aguantó más, y algo grave o determinante ocurrió para que el eslogan de los “abrazos, no balazos” que el presidente repite como mantra en las mañaneras para justificar la inoperancia del gobierno contra el crimen organizado, tuviera que ser suspendido.

Todo indica que la visita del presidente de Estados Unidos a México el próximo lunes apresuró un operativo que ya hemos visto en otras ocasiones, sobre todo con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, quienes solían tener lista una ‘ofrenda’ para el gran jefe estadounidense en turno; ese que, cuando las cosas se ponen feas, los intereses de los suyos están siendo atacados o sus organizaciones más fuertes (llámese DEA o FBI) requieren un golpe de autoridad, suelen visitar ese ‘patio trasero’ llamado México en busca de respuestas y algo más.

Un operativo crítico, minucioso por parte del Ejército Mexicano que pese a ello dejó al menos una decena de soldados muertos, logró trasladar al hijo de El Chapo a la Ciudad de México (quien ya ha levantado dudas sobre si en realidad es él por algunas diferencias en su aspecto físico, pero confiemos que lo es) y evitar su liberación por parte de sus huestes que, enardecidas, han sembrado caos y terror en Coahuila y nos han dejado claro a través de imágenes de una brutal guerra que ahí mandan ellos. Tan claro que el botón fue la muestra: tomaron el aeropuerto de Culiacán en cuestión de minutos, despojaron a decenas de ciudadanos de sus vehículos, ya sea para incendiarlos, usarlos como proyectiles contra objetivos contrarios o bien, para transportar a más de los suyos, y lograron poner la ciudad de cabeza en un par de horas.

Mientras tanto, la gran mayoría de la sociedad civil en pánico e indefensa –incluso en riesgo aún a bordo de aviones comerciales que fueron alcanzados por el fuego de los enfrentamientos en la terminal aérea– nos da una dolorosa muestra del poder desbordado de estas organizaciones criminales que, apenas se deciden, pueden revertir ese frágil ecosistema en el que viven millones de mexicanos para volverles la vida un verdadero infierno, como si ya no lo fuera.

Tras los hechos, López Obrador hizo oídos sordos la mayoría del tiempo ante los cuestionamientos de la prensa sobre el operativo la mañana de este viernes, enrareciendo aún más el ambiente que desde el inicio de su sexenio se tornó así tras aquél breve encuentro y saludo con la madre del Chapo en Badiraguato, la tierra de Guzmán Loera y bastión del Cartel de Sinaloa.

Los abrazos no pudieron ser esta vez y esa excesiva compasión con el círculo cercano de Guzmán Loera al parecer tuvo una incómoda pausa que, si bien no sabemos de dónde vino la orden de suspender aquella benévola y ‘humanista’ estrategia contra los cárteles, las fechas y las formas apuntan a que todo fue forzado por la visita que llegará desde Washington al país el próximo lunes. Habrá que solicitarle al presidente Biden que visite México más seguido.

Síguenos en

Google News
Flipboard