La recta final de la legislatura
Tácticas Parlamentarias

Analista y consultor político. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM y maestro en Estudios Legislativos por la Universidad de Hull en Reino Unido. Es coordinador del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa en el ITAM. Twitter: @FernandoDworak

La recta final de la legislatura
El show está por comenzar. Foto: Cuartoscuro

De acuerdo con los rituales políticos tradicionales, para todo efecto y propósito, al actual periodo de sesiones le quedan los meses que van de febrero a noviembre para alcanzar acuerdos. Una vez pasado ese plazo, tanto el Congreso como el país entrará en la dinámica de la elección presidencial de 2024. Sin embargo, hay elementos que nos permiten dudar que así vaya a ser en esta ocasión.

En sexenios anteriores, las legislaturas concluían una vez aprobado el paquete económico del último año de gobierno. A partir de ese momento las personas legisladoras comenzaban a solicitar licencias de su cargo para competir por otro puesto, o acomodarse en los equipos de campaña para alguna gubernatura o incluso la presidencia.

Sin embargo, la restauración de la posibilidad de reelección inmediata, y la posibilidad de no solicitar licencia en caso de competir por la permanencia, modificó las dinámicas de operación al final de la pasada LXIV Legislatura (2018-2021). Aunque esto sucedió a mitad de un sexenio, donde se percibía al actual presidente como el hombre fuerte dentro de Morena, quizás haya algunas dinámicas inéditas en el tránsito del actual sexenio al que le sigue.

A finales de la pasada legislatura, las comisiones siguieron operando de manera aceptable cuando la rotación entre diputadas y diputados suplentes fue baja, y las presiones del presidente por impulsar su agenda durante la pandemia de Covid-19 hicieron que la legislatura sesionara incluso después de las elecciones de junio de 2021, a meses que se instalase el actual Congreso. ¿Cómo será el inicio de la recta final del gobierno de López Obrador en las cámaras de Diputados y Senadores? Aunque nadie tiene una bola de cristal, podemos imaginar algunos elementos.

En primer lugar, durante 2023 López Obrador se concentrará en comunicar su legado, como políticas y obras de infraestructura. Los que tengan un grado aceptable de avance serán presentados como grandes logros, o al menos se tratará de disfrazar su escaso éxito con anécdotas y propaganda, como el AIFA. Al contrario, el Congreso, particularmente la Cámara de Diputados, será campo de batalla en cuanto al debate sobre la reasignación o no de partidas presupuestales extraordinarias para que salgan a tiempo.

La sucesión presidencial podría disminuir la cohesión al interior de las bancadas de Morena en ambas cámaras, especialmente si en su interior se encuentran diversas personas precandidatas para gubernaturas, o incluso la presidencia. Difícilmente dejarán al partido, pues las posibilidades de continuar con una carrera política sostenible son casi nulas si se fuesen a la oposición. Más bien, usarán su peso político y la amenaza de salirse como moneda de cambio para acomodarse en el próximo sexenio.

Bajo este mismo rubro, será interesante ver la capacidad de chantaje que tengan personas diputadas y senadoras que aspiren a reelegirse, sea en su primera ocasión o incluso en la segunda. Quienes tengan trabajo de base acumulado a lo largo de seis años pueden tener mayor fuerza frente a Morena, en caso que el partido desee no apoyarlos en su reelección. Será interesante observar el peso de grupos de interés en estados y distritos que les impongan costos electorales a las personas legisladoras por algunas decisiones en 2024, y la capacidad que tengan de ser creíbles. En todo caso, es poco probable que la dirigencia guinda pueda imponer a rajatabla su agenda, como lo hizo durante la primera mitad de la actual legislatura.

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En todo caso, la cercanía de las elecciones también elevará los costos de colaboración con Morena para los partidos satélite, y hará que desaparezcan; toda vez que desmarcarse será necesario para diferenciarse del partido en el poder si se desea tener una agenda propia. Pero esto es algo natural en cualquier democracia. Al respecto, la interrogante será la capacidad de López Obrador para controlar el acceso a las candidaturas del Congreso o las personas legisladoras de su partido, el PT y el PVEM: ¿se centrará en la candidatura presidencial, o dejará que quien sea candidato designe? ¿Tendrá la capacidad para imponer personas, una vez que se tenga claro quién será la “corcholata” premiada?

En cuanto a temas relevantes, solo se anticipa el desenlace de las escaramuzas por la reforma electoral, particularmente en cuanto a la renovación de cuatro asientos del Consejo General del INE y la aprobación del “plan B” de la reforma electoral: ¿logrará López Obrador su captura, al designar dos o tres asientos, o tendrá que negociar con la oposición? ¿Terminará la propuesta de reforma electoral rebotando entre cámaras, o si se aprueba, acabará sepultada bajo un alud de amparos? Eso y todo lo relativo a reasignaciones presupuestales y el PEF 2024 serán quizás los únicos dos grandes asuntos de agenda legislativa de cara a 2023; siendo lo demás fundamentalmente distractores.

Sea como vaya a ser, en menos de una semana reiniciará el espectáculo.

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