El plagio que daña a las instituciones
En contraste

Es senadora de la República, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos y vicecoordinadora del Grupo Parlamentario de Acción Nacional; es la primera mujer que ocupa ese cargo.

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El plagio que daña a las instituciones
Foto: Facebook / UNAM Universidad Nacional Autónoma de México

El plagio de la tesis de la ministra Yasmín Esquivel Mossa le está costando cada día más a las instituciones que la rodean. Ha dañado al Poder Judicial, al presidente de la República, al Congreso mexicano, pero sobre todo, a la UNAM.

La máxima casa de estudios del país siempre ha sido un referente de legalidad, de ética y de imparcialidad. Así ha sido en toda la historia de la universidad. De manera personal, confío en que, en observancia a su tradición y a pesar del tiempo que se han tardado, la UNAM va a terminar tomando la decisión correcta.

Claramente, la ministra Esquivel robó la obra intelectual de otro alumno. Además, hubo una asesora de tesis que lo permitió, tal vez incluso, lo impulsó. La universidad dio un primer paso al despedir a la asesora de tesis, pero aún falta que haga todo lo necesario respecto al proceso de anulación de título y cédula de Yasmín Esquivel.

El rector públicamente sostuvo que no actuarían de forma irresponsable, ni en respuesta a presiones externas y tiene razón en no violentar la ley por consideraciones políticas. Pero no olvidemos que quien está rompiendo la ley, con todas las implicaciones que eso tiene en las resoluciones de la Corte, es la propia ministra. Quienes no están obedeciendo la ley por consideraciones políticas son ella y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Sin duda, la resolución de la UNAM está sujeta a interpretación. Para mí, haciendo un análisis legal es muy claro: la UNAM tiene que aplicar su Estatuto General y su guía sobre Plagio y Ética y enviar ante el Tribunal Universitario el caso para que se investigue y se sancione. Es incongruente que se abogue por que la norma deba ser explícita, cuando el trabajo de ministra es precisamente, en esencia, la interpretación de las normas.

No es la primera vez que se investigan y castigan casos de plagio en México. En 2006, la Secretaría de la Función Pública retiró un premio. En el 2013, la UNAM despidió a un catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras. En el 2015, el Sistema Nacional de Investigadores le retiró apoyos y estímulos a un investigador. En el mismo año, el Conacyt retiró un registro de investigador de más de 20 años de carrera. Hay antecedentes claros. 

La reputación de la máxima casa de estudios está en juego y en lugar de que la ministra Esquivel le garantice su honorabilidad, se rehúsa a renunciar a un cargo para el que no está legitimada. En lugar de que el presidente Andrés Manuel López Obrador detenga sus ataques en contra de la UNAM, cada día son más persistentes. Ante este panorama, la universidad está obligada, con altura de miras, a hacer valer su autonomía y sancionar el plagio.

El gobierno de López Obrador prometió regenerar la vida pública, sin embargo, la han ensuciado más que nunca. Es momento de devolverle la dignidad a las instituciones del Estado mexicano.

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