Instructivo para invitar a salir a alguien
Entre la libertad y la locura

Comenzó hace siete años con un blog llamado My Vintage Armoire. Ha colaborado en Elle México, Quién, Instyle, Life&Style, Reforma y Finding Ferdinand. Licenciada en mercadotecnia y comunicación por el Tec de Monterrey, escribe sobre la felicidad y la tristeza, el amor y el desamor, la duda, los reproches, el amor propio, el existencialismo, la introspección y el crecimiento personal. Lanzó el podcast Libre&Loca, uno de los 50 más escuchados en México y Latinoamérica. Twitter: @rowoodworth

Instructivo para invitar a salir a alguien
Foto: alleksana en Pexels

Nadie podrá poner en duda que de pronto llega el día en que otro ser humano despierta nuestro interés de una forma tal que queremos saber todo sobre ellos. 

Los escenarios varían, puede tratarse de un ser desconocido en la fila de un café, un compañero de clase que siempre tiene algo que decir, esa persona que ha estado ahí toda la vida pero que hoy tiene algo diferente o la amistad de un amigo que conocimos en una reunión.

Prospectos pueden salir de dónde sea o a cualquier hora, pero de pronto alguien no solo no nos pasa desapercibido sino que además nos resulta tan interesante que queremos acercarnos lo más que se pueda y descubrir todo: de dónde vienen, en dónde están, a dónde van y si podemos acompañarles.

A veces es la belleza la que cautiva, a veces su aroma, a veces su risa, a veces es la plática la que despierta la intriga para dar paso a una nueva perpendicular, una nueva idea, un pensamiento. Es innegable que somos seres tribales buscando conectar y es verdad que tipos de vínculos hay millones con propósitos y metas diferentes, pero hay personas que despiertan la duda de ¿será aquí? Y eso amerita una investigación. 

Seguir esa pista no es sencillo. Nos aturde el miedo, porque resulta que hay muchas cosas que pueden salir mal. 

A nadie le gusta sentirse rechazado y sin importar cuánta confianza tengamos en nosotros mismos, hay solo un 50% de probabilidad de que a nuestra invitación le siga una afirmación entusiasta.

Y claro, no es que una negativa sea el fin del mundo, pero múltiples estudios aseguran que el dolor social que trae consigo el rechazo se asemeja mucho al dolor físico, en especial este que se siente como golpearse el codo con la esquina de la mesa y, en algunos casos, resulta hasta más dañino, porque en una mesa volvemos a sentarnos pero aquí a veces preferimos dejar de investigar y parar de arriesgarnos y vulnerarnos.

Una vez que escapamos de aquel soliloquio, cuando el miedo parece un precio justo que pagar y la curiosidad va ganando la partida hay que plantearse dos preguntas: ¿qué quiero yo de esto y qué puedo ofrecer? No porque haya que tenerlo todo claro desde el principio sino porque responder con honestidad esa pregunta hará las cosas más fáciles para todos los involucrados. 

No se trata de responder lo que crees que sea la respuesta correcta sino de hacerlo sinceramente. Porque si lo que buscas no es una relación pero no puedes admitírtelo ni expresárselo a la persona con la que salgas, eventualmente te toparás con algo malo en cualquiera de ellas o descubrirás un día de pronto, de buenas a primeras, que no es lo que buscas sin saber explicar bien por qué, solo para tener la misma experiencia con cada una de las personas que vengan después. 

Para que el juego sea justo hay que dejar las reglas claras desde el principio. Estipular lo que se quiere desde la línea de partida da oportunidad a la otra persona de decidir si quiere aventurarse contigo a ese territorio incierto o mejor espera a otro jugador. Y a ti te libera de no ilusionar o herir a alguien de forma inadvertida. 

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Teniendo claro el cometido, y sabiendo lo que tenemos para ofrecer, sigue la propuesta. 

Las propuestas se hacen directas, con intención, acompañadas de fecha, hora y lugar. Revelar más detalles del plan dependerá de cada quien. A veces es mejor dejar algo para la imaginación, a menos –claro– que el plan en cuestión requiera indumentaria específica y queramos ahorrarnos la pena de llevar una cita muy bien vestida a una actividad extrema o al aire libre y que la incomodidad de la falta de comunicación sea lo que recuerden de todo ello. 

Fecha, hora, lugar y un par de instrucciones bastan en caso de preparar una sorpresa, si no puede haber divulgación total respecto a lo que se planea con intención de que la otra persona dé su visto bueno u observaciones.  

Las propuestas a medias y una falta de seguimiento resultan particularmente incómodas, detonan ansiedades, falta de interés y organización. Para romper el ciclo inicial de miedo a salir es imperativo hacer énfasis en este punto.

Las invitaciones de preferencia se hacen de frente, por mensaje o por llamada. En caso de no tener forma de contactar a la persona pero tener amistades en común, es válido pedir un contacto a través de ellos o iniciar un acercamiento en redes sociales.  

Planes hay millones, así como en gustos se rompen géneros. Se sugiere planear teniendo a la persona en mente y quizás aprovechar el primer acercamiento para conocerle un poco más. En pocas palabras, planes donde se pueda hablar o ver la manera en que se desenvuelven con otros. 

La actitud natural en una cita consiste en arreglarse, perfumarse, estar puntual y salir con la cabeza en alto al encuentro del individuo en cuestión. Querer ocultar los nervios es un instinto normal, pero admitirlos crea una camaradería indiscutible, recuerda que están juntos en esto. 

Ya sea que decidan verse ahí o que uno de los dos pase por el otro, desde el camino y durante la experiencia recuerda ser tu versión más auténtica. 

Si no es lo que esperabas o no eres lo que esperan, está bien. De nada sirve fingir hasta que eventualmente llegue el momento de quitarse la máscara. Ningún vínculo nace de la pretensión y por mucho que se nos hayan enseñado que el juego del ligue se basa en cosas superfluas y subjetivas como la belleza, el éxito, el dinero o múltiples indagaciones sobre tu color favorito a la hora de la verdad nada de eso es indicador de compatibilidad. 

La química y la atracción son diamantes en bruto que se pulen bajo ciertos criterios como la comunicación, la constancia, el respeto, la admiración, el cariño y la conexión. No basta con risas y pláticas profundas. 

Para que una cita sea exitosa se comienza por comunicar el interés en conocer a alguien a fondo, seguido de un espacio en el que se pueda profundizar sobre ese interés y comprobar si hay conexión, si más allá de esa conexión hay atracción es excelente. Puesta una mano sobre otra, el roce inocente de los dedos o un beso son en el primer peldaño a un mundo que será divertido descubrir en conjunto. Cuídese especialmente de no olvidar que las relaciones son como una silla que tiene cuatro patas, ejemplo que seguro has escuchado pero vale la pena repetir: las relaciones se sostienen sobre cuatro patas que son el amor, la amistad, el sexo y las proyecciones a futuro, no olvides ninguna de ellas en tu investigación, ya que si te inclinas mucho a una, puede sesgar tu visión al final. 

Basta con repetir esa fórmula lo suficiente, alternando entre planes y enfoques hasta encontrarse frente a frente con la decisión de seguir saliendo, dejarlo o subir de nivel. Idealmente cualquiera de esos cambios debe ser indoloro. 

Todas las personas y citas son diferentes, lo que funciona para algunos no funciona para otros, entonces no compares ni uses las que tengas con una persona para compararlas con otra. 

Una cita tampoco es un contrato, sino un suceso aislado que debe tomarse como una entrevista. No juzgues el éxito de una salida por la historia ni lo que te gustaría que fuera, sino por lo que es y lo que tienes enfrente. Es decir, cuida tu corazón y cuida tus expectativas.

Dicen por ahí que hay que besar a muchas sabandijas para encontrar a la persona indicada. 

Habemos 7 mil millones de personas en el mundo buscando empatar con una, por pura estadística no toda cita será perfecta, pero cada una te acercará más a lo que buscas, no dejes de intentarlo.

Nos leemos en la siguiente.

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