Por qué da miedo la maternidad

Periodista especializada en perspectiva de género, miembro de Frontline Freelance. Es titular de la Unidad de Investigaciones Especiales en Once Noticias Digital y hace consultoría en comunicación y gestión de crisis. Con ellas y por ellas.

Twitter: @anagupin

Por qué da miedo la maternidad
Foto: Pixabay

En un par de meses cumpliré 32 años y el asunto de la maternidad ya tocó a mi puerta en forma de planes, ideas, episodios oníricos y muchos miedos. Cada lugar al que volteo hay una mujer embarazada, y sé que todo está en mi atención selectiva, pero desde mi sentir parece que las mujeres embarazadas o con bebés emergieron de un día a otro. 

Y lo primero que me pregunto de cada una de ellas es qué nombres han elegido para sus bebés, pero también a qué le temen como futuras madres, incluso si ya tuvieron unx hijx antes, porque cada bebé es una vida, un universo, de acuerdo con mi mamá que tuvo sólo tres hijos y no cuatro porque no hubieran podido mantenernos ella y mi papá.

Yo por ejemplo, en días recientes leí La Hija Única de Nettel, lo que terminó por sumar otro miedo a mi lista de terrores que atribulan este proceso de planeación: ¿Qué haría si mi hijx nace con una enfermedad, con un mal congénito? Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de 3 a 6% de los bebés de todo el mundo nacen con un defecto de nacimiento grave cada año. 

Otro en mi lista de miedos es la crisis climática, pues organizaciones como Aquae prevén que para 2050 un porcentaje cercano a 50% de la población total del mundo no tendrá agua potable. ¿Y la inseguridad?, ¿y el bullyng? Todas estas son preguntas reales que me afligen porque no tienen respuesta y todo recae en realidad en la pregunta que se esconde en el trasfondo: ¿voy a ser capaz de criar, desde el respeto, los cuidados y con una red de apoyo a mi alrededor? 

Primero, sé que en mi pareja tengo esa red que construimos juntos y por eso es que me atrevo a fantasear con la maternidad por primera vez en mi vida. Después, tengo la fortuna de tener a mis padres y en mis hermanos otro espacio de amor y cuidado incondicional y que le dio forma a mi vida en estos primeros 30 años de ella. Tengo tías, tengo primas, tengo amigas que sé que estarán ahí para cuidarnos, querernos y acompañarnos. Pero pensando fuera del afecto y más allá de mi experiencia, el cuidado en la maternidad es una responsabilidad aún estigmatizante y mucho más demandante para la mayoría de las mujeres que para sus pares hombres. 

Por ejemplo, hace días en mi trabajo tuve la oportunidad de revisar la póliza de SGMM que nos ofrecen, la cual afortunadamente incluye la maternidad dentro de su cobertura. Valoro mucho que un espacio laboral ofrezca ese beneficio y también que constantemente muestren apertura para discutir mejores condiciones laborales para el equipo, aún así, cuando el asegurador preguntó si alguien tenía dudas decidí omitir las mil preguntas que tenía acerca de la póliza por maternidad porque sentí pena, sentí miedo de ser juzgada, incluso cuando la maternidad en mi vida aún no es un plan inmediato, y más bien una certeza de que quiero que suceda en algún momento. 

Una amiga periodista muy querida decía que lo que más odió de ir a trabajar embarazada es que todos en su trabajo opinaran sobre el tipo de crianza que ella y su pareja estaban decidiendo para el bebé que aún no llegaba, pero que ya tenía sobre sí expectativas de una decena de extraños que no tendrían mayor incidencia en su vida. 

Otra me contó que le dio miedo buscar un mejor empleo, porque ¿quién la contrataría embarazada? Al respecto, de acuerdo con Conapred, el principal motivo de discriminación laboral en México, para las mujeres, sigue siendo el embarazo. 

Y encima de estos factores, 67% del tiempo que las mujeres dedican en México a labores de cuidado son no remuneradas, según cifras de la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo 2019 (ENUT) del Inegi. Y muchos aún piensan que no se pagan porque no son valiosas o porque son inherentes al rol de la mujer, pero va siendo hora ya de que le pongamos una cifra a ese trabajo que sí cuesta, que sí vale, porque el trabajo no remunerado doméstico y de cuidados de los hogares (TNRDCH) equivale al 27.6% del PIB nacional. 

Un momento que cambia tu vida como la maternidad trae consigo muchas dudas y temores, claro, pero estoy convencida de que muchas de esas preocupaciones que seguro comparto con más mujeres (no sólo mis contemporáneas) tienen su génesis en que aún en 2023 ser madres nos pone en una condición de desventaja muy dolorosa, muy visible y muy injusta. Y tan lo sé, que cuando diario le pregunto a mi pareja (que es responsable afectivamente y en todos los sentidos posibles) si tiene miedo porque su potencial paternidad trastoque su tiempo, su persona o su carrera, me responde muy sinceramente que no tiene.  Seguramente igual que muchos otros hombres. 

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