A pesar de todo, incluso de nosotros mismos
Poder prieto

Actor de cine, teatro y TV, creador escénico y plástico. Es egresado de CasAzul Argos y docente en algunas de las instituciones de profesionalización artística del país. Un prieto orgulloso, desobediente y disidente que encontró en el arte del actor una posibilidad compasiva de entender al otro y, por tanto, al mundo. Es beneficiario del programa Creadores Escénicos del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (FONCA).

@albertojuarezmx

A pesar de todo, incluso de nosotros mismos
'El objetivo del colectivo es visibilizar y denunciar el racismo sistémico y sistemático que replican los medios audiovisuales, culturales y de entretenimiento, ya que recae en ellos la construcción de un imaginario colectivo'. Foto: poderprieto.mx

El pasado 23 de abril, el colectivo Poder Prieto cumplió dos años desde su fundación. A dos años de distancia de aquel polémico debate que inició todo, vale la pena detenerse a revisar, repensar y dialogar logros, y áreas de oportunidad.

Primero, Poder Prieto es un colectivo conformado por diversas personas entre las que se encuentran académicas, docentes, médicas y especialistas en salud mental y emocional, directoras y desde luego, pero no exclusivo, actrices y actores.

El objetivo del colectivo es visibilizar y denunciar el racismo sistémico y sistemático que replican los medios audiovisuales, culturales y de entretenimiento, ya que recae en ellos la construcción de un imaginario colectivo. Es decir, desde luego no somos, no iniciamos y nunca hemos pretendido ser toda la lucha antirracista. Somos uno de los distintos colectivos que hay, con un objetivo y campo de acción muy concreto. 

A lo largo de dos años, hemos dialogado con diversas empresas particulares, plataformas digitales, cadenas de televisión, casas productoras, así como con instancias públicas y gubernamentales que van desde el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, la Compañía Nacional de Teatro (CNT), el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y la Secretaría de Cultura, por mencionar algunos.

Participamos en la modificación de la ley cinematográfica y en la declaración por la inclusión en las artes escénicas, expresiones culturales, cine, televisión y plataformas de streaming en México, así como en el foro promovido por la diputada Marisol García Segura para informar sobre su iniciativa de reforma al artículo 14 de la Ley Federal de Cinematografía en materia de no discriminación. A la par, se trabaja en un proyecto de diálogos sobre racismo y otros sistemas de opresión con infancias en diversas escuelas públicas de toda la República mexicana. 

Dos años también de, como cualquier proyecto de vida, altas y bajas, y sabores agridulces que son parte del trabajo y la vida misma. Tras una polémica innegable en la que muchos de los cuestionamientos son legítimos y nos ponen a replantearnos estructuras y procederes desde el interior del grupo, a sus miembros nos exige repensar cómo hacernos cargo de nuestras acciones, tanto desde lo personal como desde lo colectivo. Pero muchas también, la mayoría diría yo, son acusaciones y calumnias que replican los procederes de un sistema que justamente nos demanda así, violentándonos entre unos y otros, mientras quitamos la atención de lo verdaderamente urgente: una sociedad que no puede sostenerse más en esos sistemas de opresión. 

Y es que mientras colectivas y actores sociales estábamos mandándonos mutuamente al coliseo romano de la opinión digital, el monstruo seguía aquí, replicándose y filtrándose entre nuestras fracturas, porque sí, la coyuntura se aprovechó para emitir insultos racistas y misóginos por toda la red, incluyendo los de personas que ocupan un espacio de poder y sus discursos de odio tienen alcances impresionantes. El monstruo seguía aquí, plácida y divertidamente viendo cómo replicábamos sus prácticas, quitando la atención de lo verdaderamente importante, dando foco y odiando a personas específicas y no a la problemática sistémica.

Por eso es que sí, aquí seguimos y aquí seguiremos para abrir el diálogo, para abrir los espacios, para tender una mano, para conectar con ese gozo que mucho tiempo nos ha sido negado. Seguiremos aquí a pesar de todo, incluso de nosotros mismos, porque aún queda mucho por hacer, porque este problema es mucho más grande, porque la resistencia no se acaba y nos necesita a todos. 

Las personas somos falibles y los colectivos están hechos de personas, de personas atravesadas por sus heridas personales, por sus niños heridos, por las circunstancias de la vida. Pensar que hay algún grupo, colectivo o persona intachable es reduccionista y patriarcal. Reconocernos falibles, sin embargo, nos abre la puerta de posibilidades, de diálogo, de levantarnos y de hacernos juntas y juntos, mucho más fuertes.

La deconstrucción no es un estado, es un proceso en el que todas y todos nos encontramos, nos contenemos, nos reconocemos y nos confrontamos también. Perdamos el miedo a las conversaciones incómodas, se vale confrontarnos desde la generosidad, perdámosle el miedo a la otredad y accionemos juntos, pues sólo juntos podremos derribar a ese monstruo que hoy sigue viviendo en la sala de nuestra casa. 

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