Legitimar el atropello
De Realidades y Percepciones

Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.

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Legitimar el atropello
No hay que olvidar que atropellar al que piensa distinto, la corrupción o las aplanadoras legislativas no son un modo de operar exclusivo de Morena, son prácticas aprendidas y perfeccionadas de un pasado que se pretendía desterrar. Foto: EFE/ José Méndez

En casi cinco años de gobierno, Morena se ha caracterizado por destruir y debilitar las instituciones, la economía, la salud, la educación y los contrapesos democráticos, entre otras tragedias derivadas de su incapacidad para gobernar a México.

Dentro de este proceso de destrucción silenciosa y constante, como termitas en madera antes del colapso, dejarán un legado que pondrá en serios problemas la convivencia en el país. La enseñanza será la búsqueda justificada por aplastar al otro, por manipular la verdad y legitimar el atropello. 

Legitimar el resentimiento como motor de las políticas públicas. Legitimar la corrupción de los cercanos. Legitimar el poder popular a mano alzada por encima de las instituciones. Legitimar las aplanadoras legislativas que callan otras voces. Legitimar la imposición del autoritario.

No hay que equivocarse, legitimar los atropellos nos acerca más a un estado primitivo que a una sociedad democrática. Legitimar la violencia de la turba es sentenciar a la sociedad al poder del más fuerte sobre las minorías y dejarlas vulnerables a la benevolencia de una sola persona o gobierno en turno. Legitimar el linchamiento de la prensa desde lo más alto del poder es un atropello a la libertad de expresión.

No le vengan con que la ley es la ley cuando sus deseos son contrarios a lo que dice la Constitución.

Legitimar el poder que avasalla sobre el debido proceso, ya sea el poder colectivo, ciudadano, económico, tradicional, presidencial, ilegal, etcétera, es perpetuar al más fuerte, es callar las voces que gritan justicias olvidadas, es enterrar las causas de las minorías, el feminismo, la protección del medio ambiente, la comunidad científica y las comunidades indígenas.

De ahí la importancia que tiene la autonomía de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que debe responder ante la Constitución y nadie más. De ahí el valor fundamental de las organizaciones de la sociedad civil y de una ciudadanía participativa, exigente y crítica que funcionan como diques ante los embates de quienes quieren imponerse con artilugios y marrullerías callejeras.

La búsqueda de consensos entre las distintas visiones del país no es una concesión que nos otorgan los legisladores ni el presidente de la República, es un derecho y una exigencia de la ciudadanía que, independientemente de ser o no ser mayoría electoral, tienen que ser representadas y escuchadas.

No hay que olvidar que atropellar al que piensa distinto, la corrupción o las aplanadoras legislativas no son un modo de operar exclusivo de Morena, son prácticas aprendidas y perfeccionadas de un pasado que se pretendía desterrar y que hoy se defiende desde el oficialismo.

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La Cuarta Transformación representa la legitimación de una forma de actuar donde todo lo vale, donde no se convoca a la reconciliación sino a la devastación del otro. Al acto “heroico” de atropellar adversarios. 

El presidente lo ha dejado claro, lo que buscan para el 2024 es obtener los votos suficientes para tener mayorías calificadas y así atropellar a los contrapesos institucionales, al Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos (Inai), al Instituto Nacional Electoral (INE) y al Poder Judicial. Sin olvidar un atropello mayor, el riesgo latente que marcha con tanques de guerra aumentando poder y funciones, el ejército.

Yo convoco a lo opuesto, a tener un Congreso plural, a defender a las minorías, a los derechos humanos y a las instituciones.

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