Los absurdos códigos para bailar
Contextos

Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

Los absurdos códigos para bailar
Foto: Arturo Ordaz

Esta semana comenzó una polémica en un grupo de Facebook sobre si las mujeres “podrían” usar pantalón cuando bailan danzón. Las opiniones se dividieron en dos: entre quiénes se les hacía increíble que alguien dudara (en pleno 2023) si las mujeres podían ejercer este derecho elemental, y quien defendió que la vestimenta elegante se debe respetar cabalmente por tradición. 

Para organizarnos en grupos sociales, cualquiera que sea su magnitud, los humanos forjamos reglas explícitas o implícitas, esto también le da una identidad al colectivo. ¿Cómo te puedes identificar como danzonero? Tal vez con una guayabera, un sombrero de ala ancha, un abanico y un vestido largo tipo cóctel. Sin embargo, esta no debería ser una regla excluyente o un arma de discriminación. ¿Hasta qué punto es permisible que la tradición limite una libertad como bailar? 

El danzón no es el único baile que lleva esta serie de normas para ejecutarse, los investigadores José Manuel Álvarez Seara y Elisângel Chaves realizaron un estudio para conocer los estereotipos y la deconstrucción de los mismos en el tango y la samba de gafieira. Para lo anterior, realizaron 30 entrevistas en las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, Argentina, así como São Paulo, Brasil. 

El texto Tango y Samba: Deconstruyendo Estereotipos, publicado en 2019, concluyó que estos bailes de salón siguen un patrón hegemónico heteronormativo, es decir, la figura del hombre es la preponderante mientras la de la mujer o de las personas de la comunidad LGBTQI+ quedan minizadas. 

“En la danza específicamente esto se expresa en que el hombre es el que invita a bailar, el que conduce (leader en inglés), se espera que tenga una actitud machista que engloba su vestimenta, sus decisiones en la danza y su dominio, en cambio la mujer tiene que esperar a ser invitada a bailar por el hombre teniendo una actitud de espera todo el tiempo y de observación, es la que es conducida por el hombre (follower en inglés), se espera que tenga una actitud pasiva y de contención en la que tiene que seguir las decisiones de otros, tiene una vestimenta que se puede decir es “femenina” según ciertos estereotipos de género (Bassetti, 2013)”, explica la investigación en sus conclusiones. 

La heteronormatividad es la que está detrás de esta serie de reglas que nos dice cómo vestir, bailar o expresarnos. La tradición no es un mandamiento que esté escrito en piedra, puede ser moldeado según las necesidades del grupo al que corresponde. Si los danzoneros tuviéramos que seguir de manera estricta los códigos originales de vestimenta, luciremos como la aristocracia europea que baila danzón en clubs exclusivos a finales del siglo XIX: con vestidos ampones, pelucas, mallas y grandes sacos que llegaran hasta las corvas. Este “look” se fue tropicalizando con el tiempo y adaptando a cada época. 

La forma de vestir también es objeto de exclusión en México. La Encuesta Nacional de Discriminación 2017 reveló que 20.2% de la población de 18 años y más declaró haber sido discriminada en el último año y que la vestimenta o arreglo personal formó parte de los principales motivos. 

¿Qué pasaría si llega una persona con pants, tenis y gorra a un recital de música clásica? ¿O si alguien con botas negras, una chamarra con picos y el cabello suelto acude a bailar a un concierto de música regional mexicana? ¿O una persona con guayabera y zapatos bicolor entra a un antro de música electrónica? Las reglas, tangibles o intangibles, de cada grupo social deberían ver por la seguridad e integridad de cada integrante, asegurando que se cumpla la libertad de cada uno sin ejercer violencia, más no promover los señalamientos, el prejuicio o la exclusión. 

El aspecto físico, sobre todo en el baile, es una decisión individual que debería ser respetada y no juzgada. La clave está en que todos tengan la libertad de elegir su atuendo porque es significativo para sí mismo. Nadie está obligado a nada, la imposición no debe venir de ninguna de las partes: de quienes mantienen la tradición o de quienes no. 

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