Supervivencia educativa con inteligencia artificial

La prioridad que las big tech están dando al desarrollo de una inteligencia artificial (IA) propia, que les permita ganar o mantenerse en la carrera tecnológica y con ello ratificar su poder social, político y económico global, sumado a la cada vez más normalizada integración de soluciones con IA en diferentes industrias, ha detonado una creciente crisis de desempleo. Esta se agudiza en el sector tecnológico con cifras que, de enero a la fecha, se han incrementado de 55 mil 970 a 197 mil 837 despidos, de acuerdo con el sitio especializado Layoffs.

El elefante está a la mitad de la sala, es imposible ignorarlo por más que tratemos de minimizarlo. Uno de los temas centrales en la gestión de las políticas públicas sobre inteligencia artificial no debería enfocarse en cómo evitar su uso en la educación, sino al contrario, ajustar los programas educativos desde los primeros años escolares, integrando competencias para una formación que fortalezca exponencialmente las capacidades individuales de los niños, de cara a las nuevas necesidades laborales que tendrán cuando lleguen a su etapa profesional.

La educación digital traspasa el ámbito laboral, es formación conductual que se utiliza en todas y cada una de las acciones que realizamos en nuestra vida hiperconectada que abarca desde relacionamiento social, educación, salud, democracia y, por ende, igualdad, Estado de derecho y todo lo que conlleva la ciudadanía digital.

En mi investigación doctoral sobre realidad y virtualidad en la educación, me quedó clara la enorme diferencia de percepción de adopción tecnológica entre los nativos digitales versus los no nativos digitales. Los primeros ni siquiera lo cuestionan, saben que tienen las aptitudes de manera “natural”, mientras que los no nativos aparentan tenerlas, generando una coraza que podría incluso generar una resistencia a su adopción. Lo preocupante es que son precisamente ellos los que prepararan a los nativos digitales, quienes los rebasan brutalmente en estas capacidades, vaya dilema.

Una de las grandes enseñanzas de la pandemia fue precisamente la necesidad de acelerar la inclusión de todos en la digitalización, sin restricción de edades, niveles socioeconómicos ni geografía. Y, lo mejor de todo, esta digitalización forzada agilizó la simplificación de plataformas educativas y nuevos modelos educativos ahora globalizados y basados en la nube, que podrían facilitar el proceso de aprendizaje de los profesores y de las nuevas generaciones de cara a las nuevas competencias que deben atenderse para mantenerse vigentes en el mundo laboral.

La digitalización e hiperconectividad afortunadamente reconocen un ecosistema mucho más dinámico y permiten crear nuevos modelos educativos y laborales más flexibles, por tanto simplifican y armonizan muchos de los procesos que en épocas analógicas eran tediosos y no estaban diseñados para reconocer y adaptarse a las capacidades de cada estudiante, ni predecir las necesidades del mercado laboral para ponerlos a disponibilidad mutua.

En enero te contaba en mi columna lo complicado que estaba arrancando el 2023 en temas de despidos y las cosas no han mejorado en lo absoluto, ni lo harán, obvio, mientras nos vayamos adaptando a la industria 5.0. Y no lo digo en una actitud pesimista, al contrario, el que no entienda que somos seres en evolución está condenado a la extinción, esta etapa es otra gran oportunidad para la humanidad. En el mediano plazo entraremos en la era de aumento de eficiencia, productividad y de costos marginales de producción, pero mientras ese momento llega sólo nos queda practicar la resiliencia.

Sólo la educación tiene el poder para crear condiciones para la inclusión y la igualdad social. Hoy la noticia es que para 2030 British Telecom recortará a 55 mil empleados conforme adopte inteligencia artificial. De nosotros depende cambiar este tipo de encabezados por otros en donde los seres humanos seamos nuevamente los protagonistas de nuestra propia historia. 

¡Edúcate!