Consideremos la ola de calor y las inundaciones: ¿aún podemos salvar el planeta para nuestros hijos? Yo creo que sí

Gaia Vince es autora de Nomad Century: How to Survive the Climate Upheaval.

Consideremos la ola de calor y las inundaciones: ¿aún podemos salvar el planeta para nuestros hijos? Yo creo que sí
'Las temperaturas terrestres en España alcanzaron los 60ºC.' Bomberos luchan contra un incendio forestal en La Palma, Islas Canarias, España, el 16 de julio. Foto: Anadolu Agency/Getty Images

Las temperaturas terrestres alcanzaron los 60ºC en España, según muestran los datos por satélite, y se advirtió a los turistas que se mantuvieran alejados de las playas de todo el Mediterráneo. Del otro lado del mundo, más de 100 millones de estadounidenses todavía están bajo alerta por calor extremo. El “domo de calor” que se cierne sobre el sur del país elevó ayer los termómetros a 56ºC en el Valle de la Muerte, acercándose a la temperatura más alta jamás registrada en la Tierra.

El mar está un poco más fresco, pues la temperatura del mar en Florida supera ampliamente los 30ºC. En tierra firme, más al norte, se está rescatando a las personas de las calles de los suburbios por medio de botes inflables y helicópteros, mientras las fuertes lluvias provocan inundaciones en Pensilvania, Nueva York y Nueva Inglaterra. Vermont declaró el estado de emergencia. El Servicio Nacional de Meteorología emitió una alerta de tornado para algunas zonas del medio oeste y una alerta de tormenta eléctrica fuerte para otros estados. Algunas partes de Canadá están incendiadas desde hace meses.

Las condiciones son igualmente apocalípticas en otros lugares. Los carros se arremolinan como juguetes de baño en las calles inundadas de Japón e India. China lleva semanas soportando temperaturas de hasta 40ºC, sufriendo apagones mientras las redes eléctricas se esfuerzan por dar abasto. En Europa, el continente que más rápido se calienta del mundo, se esperan temperaturas de 48ºC. El año pasado, más de 60 mil personas murieron en este continente a causa del calor; este año será más caluroso. La normalidad ya desapareció: este es nuestro nuevo mundo.

¿En qué fase de las cinco etapas de duelo se encuentran respecto al Holoceno? Se trata de la era geológica en que vivimos desde hace 11 mil 700 años: el periodo en que los humanos inventaron la agricultura, construyeron ciudades, inventaron la escritura, se volvieron “modernos”, básicamente. Toda la historia transcurrió en esta era, caracterizada por un clima agradable y relativamente predecible, en el que las capas de hielo se replegaron de Europa y Norteamérica, y en la que los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera fueron lo suficientemente altos como para permitir el florecimiento de cereales como el arroz y el trigo.

Ahora ya dejamos atrás esas condiciones del Holoceno para adentrarnos en el inexplorado Antropoceno, una era propiciada por las actividades humanas y caracterizada por el caos climático global, así como por la degradación ecológica. La semana pasada, los miembros científicos del Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (AWG) eligieron el lago Crawford, en Canadá, como el mejor lugar para marcar el inicio geológico de esta era. Si su propuesta resulta exitosa, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas podría declarar de manera oficial –y momentánea– el Antropoceno en agosto de 2024.

Todos piensan que su propio tiempo es significativo, sin embargo, realmente vivimos tiempos excepcionales. La mayoría de las eras geológicas abarcan millones de años, lo cual convierte al Holoceno en un relativo pestañeo situado al final de los 2.5 millones de años del Pleistoceno. En cuanto al tiempo que durará el Antropoceno… Bueno, eso depende del tiempo que persista el ser humano (y de si lo que nos suceda tiene algún interés en la paleo-biología).

Nuestros predecesores dominantes de la Tierra, los dinosaurios, no tuvieron tiempo –ni cerebro– para lamentar el paso de una era. Su mundo pasó instantáneamente de un límite geológico a otro, gracias al impacto masivo de un asteroide que extinguió tres cuartas partes de todas las especies animales y vegetales. Ese límite geológico, del Cretácico al Paleógeno, lo marca una delgada franja en las capas de roca que contiene un incremento de los niveles de iridio. El asteroide depositó este metal pesado en los sedimentos de todo el planeta hace 66 millones de años.

Nuestro propio periodo de dominio también aparecerá en el futuro registro fósil. La huella está en todo, desde la acumulación de plásticos y concreto hasta una explosión de formas de vida manipuladas, como los pollos domesticados y las semillas de maíz. Cambiamos los paisajes del planeta, las corrientes de los ríos, la química del aire y los océanos, creamos ciudades y presas, y reconfiguramos la naturaleza. En la actualidad, solo el 4% de los mamíferos del planeta son salvajes; el resto los hemos modificado para que nos alimenten o nos sirvan.

El AWG eligió el metal radioactivo plutonio como marcador del límite entre el Holoceno y el Antropoceno. La contaminación por plutonio aumentó a nivel mundial durante las pruebas de armas nucleares realizadas en la década de 1950 hasta el tratado internacional de prohibición de pruebas de 1963. Los sedimentos no alterados del lago protegido de Crawford ofrecen un registro particularmente bueno de esto. El aumento del plutonio coincidió con “la gran aceleración”, es decir, un incremento de la actividad humana. Esta actividad, señaló Colin Waters, presidente del grupo, “ya no solo influye en la esfera terrestre, sino que en realidad la controla”.

Si la humanidad realmente está al mando, entonces está borracha. Nos precipitamos al Antropoceno sin apenas tomar en consideración los ecosistemas naturales, los puntos de inflexión climáticos ni nuestra propia seguridad.

Este mes de junio fue el más caluroso jamás registrado en la Tierra. En julio se registró el día más caluroso de la historia, seguido rápidamente por otro día aún más caluroso jamás registrado, después la semana más calurosa y, posiblemente, el mes más caluroso. Dentro de unos años, durante las incesantes catástrofes climáticas de la década de 2030, cuando la generación de mis hijos llegue a la edad adulta, podrían preguntar sobre aquel terrorífico verano de 2023 en el que se rompieron día tras día récords de calor de 120 mil años de antigüedad: ¿cómo reaccionó todo el mundo?

¿Ponerle una etiqueta a esta era del Antropoceno nos ayudará a pasar de la negación, la primera etapa del duelo, a la aceptación? Me encuentro a mí misma experimentando todas las etapas simultáneamente. Enojo porque mis hijos no podrán bucear en los maravillosos arrecifes de coral de mi infancia en Australia; dolor y culpa por los millones de aldeanos indios desplazados por las inundaciones, que pierden sus hogares, sus sustentos e incluso sus vidas. Depresión por la magnitud de la pérdida: de la vida salvaje, de los glaciares, de los paisajes verdes, de un clima seguro y confiable.

Las dos últimas etapas son las que tenemos que alcanzar –aceptación y reconstrucción– si queremos construir un Antropoceno habitable. Tenemos que tomar el mando con determinación, concentrados en este objetivo.

Tenemos entre nosotros a seres humanos que, como el presidente Biden, son capaces de valorar la gravedad que supone abarcar distintas eras geológicas, y niños que han sido maldecidos o bendecidos con el Antropoceno que estamos construyendo. Permítanse un momento de duelo y después ocupen su lugar en el taller de esta era extraordinaria: tenemos una era mejor que crear.

Gaia Vince es autora de Nomad Century: How to Survive the Climate Upheaval.

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