Café con aroma de desigualdad
Un cuarto público

Abogada y escritora de clóset. Dedica su vida a temas de género y feminismos. Fundadora de Gender Issues, organización dedicada a políticas públicas para la igualdad. Cuenta con un doctorado en Política Pública y una estancia postdoctoral en la Universidad de Edimburgo. Coordinó el Programa de Género de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey durante tres años y es profesora en temas de género. Actualmente es Directora de Género e Inclusión Social del proyecto SURGES en The Palladium Group.

X: @tatianarevilla

Café con aroma de desigualdad
Café con aroma de desigualdad. Foto: Envato Elements

Una de las cosas que me dejó la pandemia fue la adicción al café. Ya con la adicción a cuestas, la vida me llevó a trabajar en ese tema y, ahora, más allá de saber que gracias al café de la mañana enfrentó los días, me hice consciente de la inmensidad de trabajo que representa cada taza.

Aprendí acerca de la producción, desde la selección de la planta hasta la poscosecha, el limpiado y secado, el tostado, los colores, los aromas y fragancias que puede adquirir dependiendo del lugar en el que se siembre y la variedad.

Entendí que el café de altura, efectivamente, se llama así porque se siembra en las zonas más altas de la montaña, cafetales a los que muy pocas personas tienen acceso. Me enteré que, en la etapa de recolección, muchas personas corren considerables riesgos debido a todo el equipo que llevan en la espalda en un terreno tan irregular.

Supe que la planta del café tiene unas florecitas blancas que sacan una cereza roja, y que de esta cereza se desarrolla un grano. Que para que yo tomará una taza tenía que ocurrir un proceso de entre 3 y 5 años que es lo que se tarda en madurar la planta, y que, en el procesamiento hasta llegar al empaquetado y venta, existen injusticias y desigualdades que han estado normalizadas en el campo.

Esas desigualdades no sólo tienen que ver con el género sino que obedecen a que el sector agroalimentario se ha desarrollado en un sistema de comercio injusto, en el cual numerosos factores siguen aumentando la brecha. 

Según el Censo Agropecuario de INEGI (2022)[1], los principales problemas que enfrentan las personas en la producción agropecuaria son los altos costos de insumos y servicios (82.03%); los factores climáticos (64.47%); la baja de precios o disminución de ventas por Covid-19 (37.19); los factores biológicos como las plagas y demás (36.96); la pérdida de fertilidad del suelo (27.63%); la inseguridad (21.02); las dificultades en la transportación (20.25) y otros más con menos porcentaje.

Sabemos que estos problemas no afectan a todas las personas por igual, y, a pesar de que la participación de mujeres en las actividades agropecuarias y de campo es mucho menor a la de hombres (mujeres 16.2% y hombres 83.8%), algunas mujeres nos contaron que ellas han sido más afectadas por el cambio climático e inseguridad. Por ejemplo, el riesgo es mayor en los traslados en carreteras a esas zonas altas de la montaña; el aumento de precios de los insumos las afecta más debido a que, la mayoría de las veces, no son ellas quienes reciben o deciden sobre los ingresos familiares o comunitarios.

Esto se ve reflejado en la producción, las mujeres suelen ser las responsables de actividades en la cosecha, que implica la recolección de las cerezas a mano, una por una, y luego la clasificación de acuerdo con su madurez, y esto, muchas veces, sin un pago de por medio, o bien, con uno menor al de los hombres, ya que en algunas comunidades se considera un trabajo extendido de sus actividades familiares relacionadas con los cuidados y lo doméstico.

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El café de altura se siembra en las zonas más altas de la montaña, cafetales a los que muy pocas personas tienen acceso. Foto: Envato Elements

Aún en este contexto, muchas mujeres se han organizado en cooperativas tratando de minimizar y afrontar estas dificultades. Una de ellas nos dijo que el simple hecho de aprender a manejar había cambiado su vida, pues ya la dejaban trabajar en otras tareas relacionadas con el transporte.  

El mundo del café va más allá de mi taza de la mañana. Representa toda una cadena de desigualdad histórica de la cual se han beneficiado muchas personas que no están en el campo. El mundo del café le pertenece a muchas familias, mujeres y hombres y sus montañas y sus tierras, sus manos, sus cerezas, sus fatigas, sus azules y verdes altísimos, sus semillas y la magia que hacen cada día casi 500 mil personas en el país.[2]


[1] INEGI (2022) Resultados oportunos del Censo Agropecuario

[2] Dato de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (2023)

Más de la autora: Feminismos y cambio climático 

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