A 50 años del golpe de Estado en Chile
Perístasis

Jefe de la División de Educación Continua de la Facultad de Derecho de la UNAM, socio de la firma Zeind & Zeind y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

X: @antoniozeind

A 50 años del golpe de Estado en Chile
Foto: https://www.memoriachilena.gob.cl/

Varios países de Latinoamérica se caracterizaron el siglo pasado por vivir turbulencias políticas, económicas y sociales lo suficientemente intensas para desestabilizar a la región entera. Desde luego, este tipo de conflictos además de implicar embates en contra de la democracia, hacen que el respeto a los derechos humanos se diluya de manera gradual y, finalmente, construyan un entorno con el nivel de toxicidad suficiente para que estos últimos se conviertan en un entorno para los gobiernos correspondientes.

Fue a Salvador Allende a quien, como líder de la coalición de izquierda “Unidad Popular”, le tocó padecer este golpe desde la presidencia cuando tanto los altos mandos de las fuerzas armadas como los de la policía chilena dejaron claro que no estarían más bajo su mando y que harían lo necesario para hacerlo caer del poder.

Poco antes del momento de la caída de Allende, el general Augusto Pinochet se unió al movimiento (aun cuando el propio presidente Allende lo designó comandante en jefe del Ejército de Chile en agosto de 1973) en el que jugó un rol de tal importancia que sería quien, a la postre, sustituiría al entonces presidente primero como Presidente de la Junta Militar de Gobierno y después como Presidente de la República, concentrando en él buena parte del poder público chileno por 17 años.

El respaldo del gobierno de Estados Unidos tuvo igualmente un papel fundamental en la caída de Allende y en el ascenso de Pinochet, pues fue a través de algunas de sus agencias que logró establecer un clima de inestabilidad en Chile, financiar movimientos opositores y brindar garantías a las fuerzas armadas de que contarían con su apoyo en caso de derrocar a Allende. Lo anterior a cambio de la eliminación de cualquier atisbo de socialismo en aquel país y de la irrupción contundente del neoliberalismo.

Contrario a la fórmula democracia–liberalización del mercado promovida alrededor del mundo por países entre los que se encontraban Estados Unidos, en Chile la llegada violenta de la dictadura pinochetista y la violación sistemática de derechos humanos que llevaba aparejada desembocó en un régimen en el que efectivamente fue instalado el neoliberalismo, pero no lo fue así la democracia.

Luego de que durante el breve periodo de aproximadamente 3 años que duró el gobierno de Allende, con diversas reformas se buscó lograr una expansión de la presencia del Estado en la vida cotidiana de la sociedad chilena; sin embargo, esta pretendida expansión se redujo de manera sustantiva a la llegada de Pinochet llevando al Estado a perder protagonismo en beneficio de la iniciativa privada.

La conclusión de la dictadura chilena llegó en el año de 1990 luego de la comisión de diversos crímenes por parte del propio Estado, produciendo consecuencias que hasta el día de hoy no han sanado. La inestabilidad que históricamente se ha vivido en la región latinoamericana lamentablemente sigue siendo una de sus principales características.

Por lo anterior, todos los habitantes de esta región debemos dar un seguimiento puntual a lo acontecido en nuestros países, pues si bien ha habido ciertos avances democráticos en ellos y la intromisión de factores externos en su vida eterna se torna cada vez más compleja de lograr, la cultura política en varios de ellos reclaman una vuelta al pasado con todos sus vicios, lo cual es inadmisible en lugares donde el respeto a los derechos humanos y la promoción efectiva de la democracia deben ser la regla.

Síguenos en

Google News
Flipboard