¿Somos latinas, latinos, latinxs?
El elefante en la sala

Emprendedor social, estudió economía en el ITAM y un MBA en la Universidad de Essex. Tiene estudios en Racismo y Xenofobia en la UNAM, El Colegio de México y la Universidad de Guadalajara. En 2018 fundó RacismoMX, organización que tiene como objetivo combatir al racismo mediante investigación, educación e impacto en medios. En 2021 obtuvo el fellowship de la organización Echoing Green, reconocido por ser líder global por la igualdad racial. X: @Racismo_MX

¿Somos latinas, latinos, latinxs?
Foto: Pixabay.

En las últimas semanas se dio en redes sociales el debate de si las personas españolas son latinas o no. Aunque la pregunta es interesante, otra pregunta me vino a la mente: ¿las personas nacidas en México somos latinas? Recordé varias pláticas que he tenido con algunas activistas e intelectuales antirracistas sobre este tema.

Una de estas anécdotas que me contaron fue que una mujer de origen zapoteco estaba en labor de parto en un hospital en Los Ángeles, California. Cuando nació su bebé, a la usanza estadounidense, le preguntaron cuál era su “raza o etnicidad”, le dijeron que como era nacional de México podría elegir “latina” o “hispana”.

La mujer, con muchísima seguridad, contestó: “soy zapoteca, indígena de México”. “Pero esa opción no viene, debes ser hispana o latina”, le dijeron. La mujer miró extrañada y contestó: “pero yo apenas hablo español, no tengo familia de España, no soy hispana; tampoco sé qué significa ser latina, yo soy zapoteca… ¿no tiene otra opción?”. La otra opción era “Nativa Americana” a lo que ella contestó “sí, esa”, pero le explicaron que esa opción no era posible porque ella no tenía la nacionalidad estadounidense y no pertenecía a algún pueblo como el Navajo, Cherokee o alguno otro que hubiera quedado encapsulado en lo que ahora es Estados Unidos.

Esta anécdota nos hace reflexionar sobre quién se adscribe como latino en México. Si la categoría “latino” es similar a la categoría “mestizo”, una bolsa en donde todo cabe y no se sabe qué es, pero cualquiera puede adscribirse sólo por el hecho de venir de México, entonces se vuelve un término complejo. Por ejemplo, analizando los datos de la encuesta del estudio PERLA de la Universidad de Princeton, las personas que más tienden a adscribirse como “mestizas” en México son las personas de tonos de piel más claros. La pregunta es: ¿será que las personas blancas mexicanas serán también las que más se dicen “latinas” a sí mismas cuando están en Estados Unidos? ¿Será que las políticas de la identidad estadounidense insisten en ver a las personas mexicanas como un monolito sin diversidad lingüística, étnica o racial?

La lingüista mixe Yásnaya Aguilar nos contó cómo una vez cuando estaba en Estados Unidos, acompañada de una amiga italiana, le decían que ella era “latina” mientras que su amiga era “blanca”. “Pero, ¿qué más latino que ser italiana?” decía con mucha razón. Desde luego que allá, Yásnaya se tuvo que adscribir como latina, sin que eso le hiciera mucho sentido.

Por otro lado, la activista zapoteca Odilia Romero, directora de la asociación CIELO que lucha por los derechos de las personas migrantes de origen indígena en Estados Unidos, va más allá en este análisis. Para Odilia, aunque muchas personas migrantes, ya sean indígenas o no, no les signifique nada la etiqueta de “latinos” o “hispanos”, llegan en tal situación de vulnerabilidad que toman la identidad que se les asigna con tal de pertenecer a una comunidad o recibir los beneficios que les implica el adscribirse a esa categoría. “Las personas indígenas migrantes no tienen tiempo de ponerse a pensar en si se identifican o no como latinas, ella y ellos quieren poder trabajar y sobrevivir en este país”, señala Odilia.

Y Odilia también tiene razón. El debate sobre si ser latino o no es un debate epistemológico que, si bien es relevante, no debe olvidar la condición material de quienes se adscriben a él y el porqué. Sin duda habrá personas que sí se identifiquen como latinos, pero las razones nos dan mucha luz de cómo funcionan las relaciones étnico-raciales en México y América Latina, y por qué las categorías hegemónicas tienden a invisibilizar otras. Las categorías se imponen y ofrecen poco lugar para negarlas. Invariablemente, una persona se acaba adscribiendo a la identidad mayoritaria e inconscientemente termina imitando las formas de ser de esa categoría.

El problema de las categorías “mestizo” y “latino” es que acaban por invisibilizar justamente los distintos contextos de las personas que se adscriben a ella. No es lo mismo ser una persona blanca de San Pedro de los Garza que ser una persona afromexicana o indígena tseltal en California. Las experiencias son tan diametralmente diferentes que no se pueden meter en una sola categoría. Quizás la experiencia de la persona blanca de Nuevo León será más parecida a la de una persona española blanca, y entonces sí, ambas serían latinas.

El debate, entonces, conviene que se concentre en los mecanismos que el Estado y las organizaciones podemos implementar para que las, les y los mexicanos (y de otros lugares de Centro y Sudamérica) que migran a Estados Unidos tengan garantías, no sufran racismo, y se puedan nombrar como a ellas más les convenga.

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