La era de la devastación
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

La era de la devastación

La respuesta de mi padre la noche de aquel martes fue contundente: “No vas”. Llevaba semanas pensando cómo decirle a mi viejo que quería ir a la Arena López Mateos, de Tlalnepantla (Estado de México), a ver un “concierto” de heavy metal. Con Heather Leather no me animé. Simplemente no me apetecía ver a un trío de chicas desconocidas, oriundas de Los Ángeles, a las que Gueorgui Lazarov vendía como las Runaways. Después, con Vicious Rumors lo pensé, pero tras la visita de Demolition Hammer, a la que fueron algunos conocidos, decidí que aquel 4 de diciembre tenía que está en “Tlane” para ver a otra banda igual de desconocida para mí, los texanos de Devastation.

Ante mi insistencia y (casi) lloriqueos, mi papá aprovechó una visita a un cliente en Tlalnepantla para ir a conocer la Arena López Mateos y reiteró su negativa: “No vas. Eso no es un lugar para conciertos. Es un galerón pegado a las vías del tren. No vas”.

No recuerdo el tamaño de mi berrinche, pero sí la complicidad de mi mamá. Finalmente, aquel domingo 4 de diciembre de 1988, con 17 años y cuatro meses, después de muchos ruegos, crucé todo el Distrito Federal para ver mi primer “toquín” de rock en la Arena Adolfo López Mateos. ¡Ya me sentía todo un metalero!

A la distancia puedo decir que Devastation es una banda que tocaba muy feo, no se diga los grupos abridores de aquel domingo: Inquisidor y Transmetal. Un amigo de la prepa con el que fui a “Tlane” me animó a que me metiera al mosh pit, para mí todo era nuevo y fascinante. Por eso, parado cerca del stage, no vi venir por los aires a un sujeto que años después cobraría cierta (mala) fama y que se lanzó desde el escenario para pegarme un patadón involuntario (con sus Vision Street Wear) que me dejaron inflamada la ceja izquierda: era Alejandro Echeverría, “El Mosh”, entonces vocalista de la banda de hardcore Atoxxxico. No sé qué le prometí a mis jefes, pero además de la ceja hinchada, llevaba dinero para regresar de aquella tocada con el LP importado de Devastation, el póster del concierto y un montón de stickers.

Después de aquella experiencia y al ver que volví a casa sano, salvo y sobrio, mi papá me dejó ir a otros toquines a la López Mateos: Recipients of Death; nuevamente Devastation, ahora con Angkor Wat como teloneros; Rigor Mortis (¡Vaya firma de autógrafos en Perisur!) y bandas de las grandes ligas del metal subterráneo como Sepultura, Carcass y Death, que en 1989 se presentó con la gira del “Leprosy”.

¿Dónde quedó Lazarov?

A Gueorgui Lazarov Stoychev lo había leído en la revista Conecte, que era la que compraba por aquellos años, junto a la Rock Pop, que luego se volvió completamente metalera. Sonido era a color, pero más cara, y cuando salía un especial, como los de KISS, le pedía a mi papá que me lo comprara. En 1986, con el respaldo de Conecte, y con Carlo F. Hernández como su inseparable socio, Lazarov lanzó al mercado Heavy Metal Subterráneo, que en el prólogo ellos presentaban como “libro”. No me voy a extender en lo que representó esa revista para miles de metaleros mexicanos que no teníamos acceso de primera mano a revistas inglesas como Kerrang!, Metal Hammer o Metal Forces, pero la dupla Lazarov-Hernández fue fundamental para el crecimiento del movimiento metalero en México, primero con la proyección de videoclips y conciertos en el Foro Isabelino; después con el lanzamiento de la revista, un sello discográfico (Avanzada Metálica) y los conciertos en vivo.

Aquellos primeros toquines eran toda una experiencia. Aunque nunca fui a recibir a alguna banda al aeropuerto, nunca me perdía la entrevista con Lazarov y Carlo, que tenían un programa en Rock 101, todos los jueves a las 23:00 horas. Después, cuando su trabajo se comenzó a conocer, el periodista Alfonso Teja, de Televisa, comenzó a presentar a las bandas que tocarían el fin de semana siguiente en su segmento de ECO. Así, aunque parezca increíble, en los estudios de Chapultepec 18 se presentaron bandas como Devastation, Savage Thrust y, ¡Dios santo!, Death con el mismísimo Chuck Schuldiner. Todavía se puede ver en YouTube la interpretación que hicieron de “Forgotten” en una madrugada de mayo de 1989 en “Música sin fronteras”. La mayoría de las bandas acudía a firmas de autógrafos y visitas al Chopo antes del primer concierto, la tarde del sábado. A pesar de que ya me sentí un “veterano” de la López Mateos (“La Catedral del Metal en México”), Tlalnepantla siempre me dio miedo y por eso iba a los conciertos de los domingos a las 12:00 del día, para regresar a mi casa antes de las cinco de la tarde, cuando mis amigos fresas de la UVM se iban a las tardeadas del News a las que, por supuesto, a mí no me dejaban entrar.

A Gueorgui Lazarov le perdí la pista, el olvidable LP de Devastation, autografiado, lo intercambié en el Chopo meses más tarde, pero 35 años después, yo sigo haciendo headbanging con esa imaginaria mata que nunca me dejé crecer.

¡Buen viaje, Rockstar!

Eduardo Rodríguez y yo nunca fuimos amigos, pero compartíamos gustos en común: el heavy metal y Raiders. Cuando trabajábamos en Editorial Televisa, nunca nos dirigimos la palabra, pero nos seguíamos en Facebook y comenzamos a charlar por ese medio. Generalmente íbamos a los mismos conciertos, pero pocas veces nos encontramos ahí, aunque sí llegamos a coincidir para ver partidos de Raiders con la banda del Black Hole. En mayo nos tomamos una foto en el concierto de Kreator y Testament, que compartí en su muro de Facebook. Hace dos semanas se acostó a dormir y ya no despertó. ¡Descansa, carnalito! ¡Buen viaje!

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