Carpe annum
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

<i>Carpe annum</i>
Foto: Unsplash

No tengo la menor idea de los titulares que mañana aparecerán en los periódicos, mucho menos de los que aparecerán la semana próxima o a lo largo del año que viene. ¿Será el 2024 un año de bonanza económica y retorno a la paz, de recesión y continuación de guerras, de las dos cosas, de ninguna? Imposible saberlo, no solo porque el futuro siempre ha sido tan opaco como caprichoso, cortesía de los dioses griegos, la madre naturaleza, el azar, la marcha de la entropía o el proceso que el lector prefiera; sino porque llevamos una sucesión de presentes cuya marca principal es la transición. Y si algo marca a las transiciones es que no son lineales, llegan cargadas de sorpresas y terminan en un lugar diferente del esperado. 

Transición económica incesante desde la crisis financiera de 2008, intensificada por las políticas para renacionalizar o regionalizar las cadenas productivas (nearshoring) a raíz de la pandemia del Covid-19. Transición política a partir del ascenso al poder de líderes tan singulares como Donald Trump, entre otros muchos alrededor del mundo, desafiantes de los lugares comunes de la comunicación, la decencia y la convivencia democrática. Transición del orden mundial como resultado de los fracasos de Estados Unidos en Irak y Afganistán, conjuntados con el creciente peso geopolítico de China, las ambiciones territoriales de Rusia y China, las fricciones en Medio Oriente, y, en menor medida, la señal del Brexit. Transición tecnológica marcada por la inteligencia artificial, la biotecnología, las energías limpias, la astronomía y la masificación en ciernes del automóvil eléctrico y de las herramientas para la comunicación. Transición social impulsada por una nueva versión de la tolerancia hacia las minorías, formas alternativas de convivencia familiar y menores tasas de crecimiento demográfico en occidente, pero también en China. Transición energética para alejarse de los combustibles fósiles, más mencionada en los discursos que en los hechos.

En ausencia de una bola de cristal confiable, hojas de té elocuentes, fondos de la taza de café clarividentes, cartas del Tarot fidedignas, trazos en mi mano incontrovertibles, horóscopos sin contradicciones, modelos econométricos infalibles y demás recursos para jugar a adivinar el futuro, especialmente uno marcado por esta transición multidimensional, me limitaré a señalar algunos factores -solo algunos- cuya evolución, hasta donde ahora puedo imaginar, atraerán mi mirada.

Del lado económico, habrá que prestar atención cuando menos a los efectos de la inteligencia artificial y el trabajo a distancia sobre el empleo y la productividad, a la evolución de la inflación y el PIB en Estados Unidos, a la marcha del nearshoring y su impacto sobre la globalización, al crecimiento económico en la India, a la desaceleración o reactivación económica en China, a los resultados del plan de choque del nuevo presidente de Argentina (seguramente aportarán lecciones para otros países) y al comportamiento del déficit fiscal y la deuda pública en México.

Del lado político y geopolítico, serán determinantes para el mundo las elecciones de Estados Unidos (y de México, para los mexicanos), el éxito o fracaso de las embestidas contra la separación de poderes, el curso de los debates sobre la libertad de expresión, los conflictos de Ucrania y Gaza, el comportamiento de Irán y Corea del Norte, la tensión entre China y Estados Unidos y sus aliados en Asia y la cohesión de la Unión Europea, entre otros. Y la inteligencia artificial con toda probabilidad seguirá transformando la manera de hacer y contar las noticias, construir mensajes de campaña política, ilustrar o confundir a la ciudadanía.

Del lado social, es probable que mi perplejidad prosiga frente al alud de brevísimos videos y opiniones instantáneas, más emocionales que meditadas, más entretenedoras que analíticas, que aparecerán en TikTok, Instagram, Facebook, X, Reddit y demás redes sociales. La perplejidad, pero sobre todo las ganas de entender y asimilar, acompañará mi lectura de los debates entre tradicionalistas y progresistas sociales, con sus tribulaciones sobre la ampliación o restricción de libertades individuales o sus contrastantes definiciones sobre igualdad.

Respecto al sector energético, observaré el balance del mercado petrolero y su impacto sobre la volatilidad de los precios de los energéticos, ambos claves para el atractivo de las energías alternativas; el curso de la inversión en energías renovables, altamente dependientes de la orientación de la política pública; y los avances tecnológicos en la fabricación de hidrógeno o la captura y almacenamiento de carbono. De reojo, dados sus magros resultados, veré los avances de las negociaciones de cambio climático, pero al final me llamarán más la atención las políticas concretas que adopten para reducir emisiones China, Estados Unidos y la Unión Europea -los principales responsables de la acumulación de CO2 en la atmósfera.

Afortunadamente, no todo será economía, política, tecnología o cambio social. Disfrutaré solo porque sí -porque no todo requiere de análisis y porque la vida es muchísimo más amplia- las maravillas de las artes, los deportes, la buena compañía y un afortunadamente largo etcétera. 

La frase de Horacio es ya un cliché: carpe diem, quam minimum credula postero (aprovecha el día, no confíes en el mañana). Pero por qué limitarse; es mejor carpe diem et crédula postero (aprovecha el día y cree en el mañana). Carpe annum.

¡Felices fiestas!

Síguenos en

Google News
Flipboard