El costo de olvidar: el abandono de nuestra política de vacunación
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Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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El costo de olvidar: el abandono de nuestra política de vacunación
El hombre no presenta ningún efecto secundario hasta el momento. Foto: Secretaría de Salud

Durante las últimas décadas, México se destacó como un líder mundial en el ámbito de la vacunación, estableciendo un estándar de excelencia que no solo protegió a su propia población, sino que también sirvió de modelo para otros países. Sin embargo, las recientes políticas y la visión de la llamada “Cuarta Transformación” han puesto en jaque este legado, evidenciando un preocupante descuido en una de las áreas más cruciales de la salud pública.

No era ningún secreto que, desde el inicio de esta administración, la estrategia nacional de vacunación había cambiado (o, mejor dicho, se había desechado) y qué, por algún motivo, los niños no estaban recibiendo las vacunas en la cantidad y la calendarización a la que por más de casi 40 años estuvimos acostumbrados.

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El lunes pasado, Nayeli Roldán inició la publicación de un excelente trabajo de investigación sobre las causas de la sospechada falta de continuidad y la interrupción de la vacunación de los niños en México. En mi opinión, este reportaje confirma las causas inherentes a las enormes deficiencias en salud que nuestro país ha vivido durante esta administración, reflejadas en un desabasto brutal de productos para la salud: ignorancia, incompetencia e ideología.

“If ain’t broke don’t fix it” (si no está descompuesto, no lo arregles) dice la famosa frase. ¿Cuál era el objeto de descarrilar algo que hacíamos tan bien? La respuesta: Tener el control y apropiarse del presupuesto.

Y es que el cambio de rumbo fue marcado por una serie de decisiones que, bajo el pretexto de la austeridad, pero con una enorme carga ideológica, comprometieron la eficacia de las políticas de vacunación. Estas malas decisiones no solo han resultado en el incremento del gasto en comparación con administraciones previas, sino que paradójicamente, han adquirido menos dosis, dejando a millones de niños vulnerables a enfermedades prevenibles. Este absurdo no solo contradice los principios de eficiencia y economía en salud, sino que también pone en riesgo la salud de las futuras generaciones.

La situación actual contrasta drásticamente con el pasado reciente (sí, aún reciente), donde México era reconocido mundialmente por su agresiva y efectiva política de inmunizaciones. Años de esfuerzos coordinados y políticas proactivas habían logrado erradicar o controlar enfermedades que alguna vez fueron consideradas amenazas significativas para la salud pública. Este éxito fue el resultado de un compromiso inquebrantable y transexenal con la prevención y la protección de la salud de todos los mexicanos, sin importar su ubicación geográfica o condición socioeconómica.

El abandono de estas políticas, por querer reinventar la rueda, puede ser catastrófico. A nivel mundial, hemos sido testigos de las graves repercusiones que pueden tener las interrupciones en los programas de vacunación. Países que alguna vez controlaron o eliminaron ciertas enfermedades están viendo su resurgimiento, un recordatorio sombrío de lo que está en juego. Por otro lado, naciones que han mantenido o reforzado sus estrategias de vacunación continúan disfrutando de los beneficios de sociedades más saludables y seguras.

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La experiencia internacional nos ofrece lecciones valiosas. Por ejemplo, el éxito de países como Ruanda en la introducción de vacunas contra el VPH y el inicio de la erradicación de la poliomielitis en África subrayan la importancia de la voluntad política y la inversión en salud pública.

Contrastando con esto, el resurgimiento del sarampión en regiones que habían declarado su eliminación pone de manifiesto las consecuencias de la complacencia y la reducción de la vigilancia.

En este contexto, es imperativo que México reconsidere urgentemente su enfoque hacia la vacunación. No se trata simplemente de un asunto de política sanitaria, sino de una cuestión de derechos humanos. La salud es un derecho fundamental, y el acceso a vacunas seguras y efectivas es una de sus piedras angulares.

Al final, la vacunación es la medida más costo efectiva en salud pública, después del acceso a agua potable.

Es crucial que las decisiones se basen en evidencia científica y no en consideraciones económicas o políticas a corto plazo; o lo que es peor, en ideología.

La nueva presidenta de México tendrá una enorme responsabilidad en ese sentido. Para recuperar y superar los logros del pasado, el nuevo gobierno deberá reafirmar su compromiso con la salud pública. Y me refiero a la verdadera salud pública; no a una colección de mensajes vacíos, publicidad barata y arengas políticas, disfrazadas de campañas de salud.

Lograr esto, implica no solamente asegurar la disponibilidad de todas las vacunas, sino también restaurar la confianza en los programas de vacunación a través de agresivas campañas de información y educación.

La historia de la vacunación en México es una de éxito y liderazgo. Sin embargo, el reciente desastre de esta importante área no solo pone en peligro ese legado, sino que también amenaza la salud y el bienestar de las futuras generaciones.

Es el momento de actuar con decisión para garantizar que la política de vacunación en México vuelva a ser un referente de excelencia a nivel mundial.

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