Elecciones 2024: el votante agraviado definirá el futuro de México

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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Elecciones 2024: el votante agraviado definirá el futuro de México
AMLO ha sido un político habilidoso para olfatear, identificar y operar dicha herramienta que explota y manipula el rencor de sus seguidores. Foto: TW AMLO.

La política del resentimiento es una herramienta en auge que ha ganado terreno gracias al populismo como una forma de buscar y emplear el poder. Por un lado, atiende el desencanto democrático —que tiene como uno de sus principales anclajes la poca movilidad social— y por el otro, está la explotación y manipulación del enojo de aquellos que históricamente se perciben como agraviados. La sociedad mexicana la padece y será el próximo 2 de junio cuando se reconfirme.

Es decir, ya ocurrió una vez. El ahora saliente presidente Andrés Manuel López Obrador ganó en 2018 a consecuencia de un hartazgo insostenible. La alternancia en el año 2000 con Vicente Fox, seguida de Felipe Calderón y el posterior regreso del PRI con Peña Nieto, fue, para la mayoría, una decepción. Los problemas históricos se ahondaron. El resultado: muchos sectores sociales que aún sabiéndose mayoría numérica se sentían relegados.

Dicho fenómeno, en el que, paradójicamente, la mayoría se autopercibe como marginada abre camino al uso de la política del resentimiento, la cual, sostiene el académico estadounidense Francis Fukuyama, en uno de sus últimos libros, tiene como consecuencia a sociedades presas de los liderazgos populistas que, para prevalecer en el poder, dividen a sus gobernados a partir de la polarización y la creación de enemigos. El “pueblo” en contra del “pueblo”.

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En ese sentido, AMLO ha sido un político habilidoso para olfatear, identificar y operar dicha herramienta que explota y manipula el rencor de sus seguidores. Su narrativa por décadas ha sido edificada sobre estos elementos que instalan en el imaginario colectivo adversarios de todo tipo. Desde la absurda solicitud de disculpa a España por la Conquista (que pretendía apretar el botón del nacionalismo distorsionado) hasta la perversa confrontación entre “ricos” y “pobres”, la cual, en sentido estricto, se reduce a narrativa y estrategia pues en su administración han prevalecido las condiciones para que la brecha de desigualdad se ensanche: los multimillonarios han multiplicado sus fortunas como en ninguna otra.

Mantener a la población resentida, enojada y dividida es la clave para que ninguna agenda o reclamo sea lo suficientemente relevante para ser atendido. Todo intento se diluye. No hay un piso común de indignación del cual sea posible partir. La sociedad mexicana llega así a las urnas este próximo 2 de junio: peleada entre sí. Pero de ninguna manera esto es fortuito.

Tienen razón quienes apuntan que el desgaste del mandatario mexicano como consecuencia de sus desaciertos ha sido brutal. Es decir, hay nuevos agraviados que han padecido la instauración de un régimen naciente que se autodenomina Cuarta Transformación. Sin embargo, desde el poder, el cálculo se hace echando mano de la política de resentimiento. ¿Los nuevos marginados y maltratados por la administración de AMLO son más que los acumulados por sus 3 antecesores? La estrategia es que no sea así.

Hay sectores que genuinamente acusan a los padres de niños con cáncer sin medicamentos de golpistas. También señalan a familiares de personas desaparecidas como grupos que pretenden desprestigiar al gobierno. Siguen creyendo que el récord de homicidios (con más de 180 mil)  que superan los sexenios de Felipe Calderón y Peña Nieto es culpa de todos menos de quienes hoy gobiernan. También consideran que evidenciar los sofisticados esquemas de corrupción en el sector salud que impactan directamente en la vida de millones de mexicanos es traición a México y, por supuesto, al presidente.

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Nadie nunca hubiera imaginado que un gobierno que se asume de izquierda y que históricamente sus liderazgos fueron perseguidos y asesinados defienda la militarización de la seguridad pública, así como la cooptación de espacios que eran estrictamente de civiles: el sueño de Felipe Calderón hecho realidad en el “gobierno más humanista”. Aquellos que cuestionan este tipo de incongruencias terminan siendo calificados de antipatriotas por los propagandistas disfrazados de periodistas e intelectuales orgánicos que “reconceptualizan” y reinventan “teoría” para ajustarse a los preceptos de dónde cobran.

El próximo 2 de junio, la sociedad mexicana votará de nueva cuenta con enojo, con resentimiento, como en 2018. La apuesta del Gobierno y de AMLO es el uso de la política del resentimiento, la cual es una herramienta catastrófica porque sus incentivos no son aminorar la insatisfacción, sino generar más, tanta que su estrepitoso fracaso sea maquillado por el encono, el odio y confrontación entre unos y otros. Con una sociedad dividida, ganan.

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