Mazatlán sin banda no es Mazatlán
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Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

Mazatlán sin banda no es Mazatlán

José Alfredo Jiménez no se equivocó al escribir que en Mazatlán “hasta un pobre se siente millonario, aquí la vida se pasa sin llorar”. La Perla del Pacífico, como también se le conoce, se caracteriza por sus bellos atardeceres color morado o una paleta muy diversa de rojizos, así como la tambora que acompaña este bellísimo paisaje. 

A diferencia de Cancún o Puerto Vallarta, este destino sinaloense se caracteriza por su turismo nacional, puesto que muchos visitantes vienen del norte y centro del país para escuchar banda, comer mariscos y “ballenear” en el malecón. Esta experiencia se vio mermada por la incomodidad de varios extranjeros, que en su visita por esta costa, se quejaron por el sonido de la tambora.

Lo anterior resulta demasiado irónico por el mismo origen de la música. La banda en dicha ciudad data de finales del siglo XIX, cuando llegaron las influencias europeas de las bandas militares como las francesas. Con el tiempo, este sonido se fue combinando con los propios de la región, lo cual desembocó en agrupaciones octogenarias como la Banda El Recodo y las que escuchamos hoy en día. 

Es curioso que ahora este resultado de multiculturalidad entre dos continentes sea motivo de polarización. Visitar Mazatlán es una oportunidad de conocer su historia e identidad, así como la importancia que tiene para los pobladores el ser oriundos de ahí. Durante un recorrido por el malecón se escucha innumerables veces el corrido que le compuso José Alfredo a esa tierra porque describe en su letra la belleza y el orgullo de ser “pata salada”, algo que cualquier poblador quiere compartir con los fuereños, tal como lo dijo Jiménez. 

Dicen que el sonido de la gentrificación es el silencio, y que no es casualidad lo que está pasando. La queja de los hoteleros en contra de la banda es como la de muchos extranjeros en la Ciudad de México con los organilleros. El problema no es la mezcla multicultural, eso por el contrario suma, pero cuando esto genera malestar y prohibiciones en tradiciones propias de la región es cuando las cosas no comienzan a ir bien. 

Ir a Mazatlán implica toda una experiencia, subir el paseo del Centenario por la noche, recorrer el malecón con una cerveza bien fría o comer unos mariscos a pie de playa mientras se escucha “La cuichi” o “Toro mambo” en vivo. Si esa no es la experiencia que buscas, simplemente no lo visites. Sin embargo, este puerto es tan noble que ofrece diversas opciones para quienes no gustan de este ritmo musical. Está la Plazuela Machado para quien gusta de ir a cenar, tomar un buen vino y escuchar a algún trovador. Incluso en el centro hay bares y antros que omiten en su repertorio la banda porque no va con su estilo. Hay para todos los gustos. 

Que retumbe la bandona para que se vayan los que quieren prohibir y quitar la identidad propia a la Perla de Pacífico. Cada persona es libre de elegir qué experiencia quiere vivir y si esa se acomoda a sus gustos. Y a los “pata salda” que nunca se les olvide “que tienen todos ustedes un orgullo, el gran orgullo de ser de Mazatlán”. 

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