No todo es en pareja, también puedes bailar en colectivo
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Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

No todo es en pareja, también puedes bailar en colectivo
A cien años del baile colectivo, ha tomado un concepto diferente: se le puede apreciar como una oportunidad de acercamiento y cohesión social para compartir un momento. Foto: Tania Victoria/Secretaría de Cultura de la Ciudad de México para Wikimedia Commons

Cuando escuchamos ritmos como salsa, cumbia o son lo primero que hacemos es buscar una pareja para ir a la pista a bailar. A veces esto es una limitante porque no encontramos con quién o simplemente hay una pena que nos detiene. Sin embargo, hay grupos de personas amantes de estos ritmos que han encontrado una alternativa, el baile colectivo.

En los sonideros de la Ciudad de México abundan los grupos de baile, se trata de academias amateur que montan rutinas a partir de canciones de salsa, montuno, guaracha o cumbia. Es muy común ver en este tipo de encuentros cómo la mayoría van uniformados o del mismo color, mientras mueven pies y brazos al unísono de los radson.

En el caso del mambo y el chachachá pasa algo muy similar, este par de géneros se bailan casi obligatoriamente en grupo: se colocan dos filas paralelas, una de hombres y otra de mujeres viéndose de frente. Puede ser que haya una secuencia ya establecida o simplemente algún bailador del centro va “cantando” los pasos a seguir. La creatividad se desborda en ese momento de adrenalina y pasión, a veces no falta quien intenta hacer un paso de manera improvisada.

El danzón, aunque se baila comúnmente en pareja, también tiene ejecuciones grupales. Es muy común pasear un sábado por la mañana en La Ciudadela y ver a los instructores al frente mientras varias filas detrás de ellos van siguiendo los pasos. También hay coreografías y rutinas que se montan cuando los grupos se presentan en exhibiciones o congresos nacionales.

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En general la música afroantillana se presta demasiado para el baile colectivo, y esta genética proviene de su origen: la contradanza francesa. El country dance, o danza del campo, es un ritmo y estilo de baile europeo que se popularizó en la segunda mitad del siglo XIX en las Antillas, principalmente en Cuba y Haití. Este es el precedente de ritmos como el son y el danzón, lo que en un futuro desencadenó géneros como la salsa, el mambo y el chachachá.

En su momento, a principios del siglo XX, el baile en pareja significó un gran atrevimiento para la moral de la época. Durante un documental de la UNAM, la promotora Margo Su indicó que el danzón comenzó a bailarse en México con mayor distancia entre cada par de individuos por las ideas conservadoras de la época, algo que no tuvo limitante en Cuba, donde se baila codo con codo.

A cien años del baile colectivo, ha tomado un concepto diferente: se le puede apreciar como una oportunidad de acercamiento y cohesión social para compartir un momento. Sin embargo, también puede representar un hecho elitista y exclusivo, donde la sinergia y los pasos entre cada uno de los integrantes sea tan hermética que no permita que los demás se integren. Ahí está el área de oportunidad, hacer del baile colectivo un momento fraterno y sin prejuicios, donde todos puedan tener un lugar.

Si la próxima vez no completan las parejas para bailar, intenten pararse todos en la pista a intentar algo nuevo. Hay que dejar la pena a un lado, que ese momento se puede convertir en un gran experimento social y en un punto de coyuntura que anime a quienes vienen solos o simplemente están buscando con quién bailar.

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