Enfermedades crónicas: pacientes abandonados
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Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Enfermedades crónicas: pacientes abandonados
La falta de atención médica adecuada para pacientes con enfermedades crónicas tiene consecuencias devastadoras tanto para la salud de los individuos como para la economía. Foto: Envato Elements

Desde hace casi cuatro décadas, el perfil epidemiológico de México ha experimentado un cambio significativo. Las enfermedades crónicas no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2 y el cáncer, han desplazado a las infecciones como las principales causas de mortalidad. Esta transición epidemiológica no es exclusiva de México; muchos países desarrollados enfrentan problemas similares. Sin embargo, la respuesta gubernamental en México ha sido insuficiente, centrando sus esfuerzos en campañas preventivas y medidas impositivas sin abordar adecuadamente la atención y tratamiento de los pacientes ya enfermos.

Las enfermedades crónicas no transmisibles representan una carga significativa para la salud pública y la economía mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas enfermedades son responsables del 71% de todas las muertes a nivel global. En México, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y el cáncer son las principales causas de muerte, lo que refleja un problema de salud pública de gran magnitud.

Además de las implicaciones para la salud, estas enfermedades tienen un impacto económico considerable. La diabetes, por ejemplo, no solo afecta la calidad de vida de los pacientes, sino que también impone costos económicos significativos. Según un estudio publicado en “Diabetes Care”, el costo global de la diabetes en 2015 fue de 1,300 millones de dólares, equivalente al 1.8% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial. Estos costos incluyen gastos directos en atención médica y costos indirectos por pérdida de productividad y mortalidad prematura.

En respuesta a la creciente prevalencia de enfermedades crónicas, los gobiernos de México han implementado varias acciones preventivas, como esfuerzos informativos y medidas impositivas. Desde la década de 1980, se han llevado a cabo campañas en medios de comunicación masivos para promover estilos de vida saludables. El común denominador es que todas ellas han sido completamente inútiles. No lo digo yo, lo dicen las cifras.

En el camino, se han impuesto gravámenes a las bebidas azucaradas y productos de alto contenido calórico, (impuestos que, como el del tabaco, no se destinan a la salud sino a gasto corriente) y se ha implementado un etiquetado frontal en alimentos ultraprocesados para informar a los consumidores sobre los riesgos para la salud.

Si bien estas medidas pudieran ser loables y necesarias, son insuficientes para abordar el problema en su totalidad. La prevención es crucial, pero no puede ser el único enfoque. Las personas que ya están enfermas representan la mayor carga para el sistema de salud y son quienes están siendo incapacitadas, amputadas, perdiendo la visión, desarrollando insuficiencia renal, cardiaca o muriendo. Estos pacientes requieren atención médica adecuada y acceso a tratamientos eficaces. Desafortunadamente, este aspecto ha sido descuidado en México, donde al desabasto de medicamentos esenciales para el tratamiento de enfermedades crónicas como la hipertensión arterial, la obesidad y la diabetes, se suma la falta de una voluntad para tratarlas agresivamente buscando salvar vidas.

La falta de atención médica adecuada para pacientes con enfermedades crónicas tiene consecuencias devastadoras tanto para la salud de los individuos como para la economía.

En los países desarrollados, donde se enfrentan problemas epidemiológicos similares, se ha demostrado que invertir en la atención y tratamiento de enfermedades crónicas puede reducir significativamente los costos a largo plazo. En los Estados Unidos, por ejemplo, el “Chronic Care Model” ha sido implementado para mejorar la atención de pacientes con enfermedades crónicas. Este modelo se centra en la coordinación del cuidado, el uso de equipos de atención multidisciplinarios y el empoderamiento del paciente a través de la educación y el apoyo. Los estudios han demostrado que este enfoque no solo mejora los resultados de salud, sino que también reduce los costos al disminuir las hospitalizaciones y las complicaciones relacionadas con las enfermedades crónicas.

En contraste, en México se ha optado por un modelo de salud barata, donde mediante infografías, animaciones infantiloides, diapositivas de PowerPoint, medidas impositivas y reglas de etiquetado, se busca que un paciente con obesidad clase III no muera de un infarto o que una anciana con diabetes salve una pierna que ya presenta compromiso vascular y necrosis en sus dedos.

Y es que, culpar únicamente a los pacientes por su estilo de vida y a la industria de alimentos ultraprocesados por los productos que ofrecen, sin invertir en el adecuado tratamiento y seguimiento de los pacientes enfermos, es una postura miope y contraproducente.

Si bien es indiscutible que tanto la conducta individual como la oferta alimentaria juegan roles cruciales en la prevalencia de enfermedades crónicas, la responsabilidad del sistema de salud no puede ser soslayada. Los pacientes con enfermedades crónicas necesitan más que advertencias y etiquetas; requieren acceso a atención médica de calidad, monitoreo constante y tratamientos efectivos para manejar sus condiciones de salud. Ignorar esta necesidad esencial no solo perpetúa el sufrimiento de millones de personas, sino que también incrementa los costos sociales y económicos derivados de la discapacidad y la mortalidad prematura.

Sin un enfoque integral que incluya tanto la prevención como el tratamiento, los esfuerzos por combatir las enfermedades crónicas estarán destinados al fracaso.

En menos de 100 días se iniciará un nuevo gobierno y el reto de la virtual presidenta electa en materia de salud, es enorme. Si bien su margen de maniobra logístico y económico es poco, es importante que, tanto su nuevo secretario de salud, como el resto de las instituciones del sector, tengan la mente abierta a la carga actual de estas enfermedades y los efectos catastróficos en los pacientes y sus familias.

Es momento de dejar de hablar de cifras y voltear a ver el dolor y el sufrimiento. Hablamos de vidas humanas.

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