Medicinas en la esquina de tu casa… “gratis”
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Medicinas en la esquina de tu casa… “gratis”
El Estado debe asegurarse de que los pacientes reciban sus medicamentos. Foto: Editorial Planeta de Libros

En febrero de 2022 publiqué La tragedia del desabasto, donde explico con detalle las razones de la mayor crisis de salud en la historia de México. (Una nota de agradecimiento para mencionar a autores y articulistas como Sergio Sarmiento, Macario Schettino, Denisse Dresser, Pablo Hiriart y por supuesto, Ma. Amparo Casar, que lo han citado en sus columnas y libros).

Al hacer en mi libro el análisis global de cómo es que nuestro frágil sistema de adquisición, abasto y dispensación de medicamentos pudo ser desmantelado por decisiones ideológicas e improvisadas, expongo que México tiene un sistema vetusto, obeso, ineficiente y burocrático para entregar a los pacientes los medicamentos que necesitan.

Y es que en el imaginario de los diferentes gobiernos que ha tenido nuestro país, desde hace más de 70 años, pareciera que el único modelo posible es uno estatizado al 100%, donde el gobierno posea los medicamentos y sea éste quien los entregue en la mano a los pacientes como una graciosa concesión. De este modo, el Estado se convierte en un comprador físico de cajitas de medicamentos y establece una serie de complicados procedimientos y trámites para hacer llegar a cada una de las instituciones, las medicinas que se requieren.

Al final el paciente debe de surtir su receta únicamente en la farmacia de “la clínica que le corresponde”. No tiene derecho a acudir a otra. Si en esta farmacia no está disponible su medicamento, se le castiga debiendo regresar. Si han pasado algunas semanas y el medicamento no llega, se le vuelve a castigar ya que su receta pierde vigencia y debe, entonces sacar una nueva cita con su médico.

Aunque el medicamento sí estuviera disponible en la farmacia de alguna otra clínica, el paciente no tiene derecho a surtirse en ella. Hacerlo así sería disruptivo para la administración de los medicamentos de esa unidad médica. La salud o la vida del paciente no son importantes; el bienestar de la clínica, sus administradores, directivos y funcionarios es más importante y por ello el paciente debe obedecer, acatar y callar.

Este absurdo sistema, solamente existente en México (y supongo que en Cuba y Corea del Norte), ha sido superado, tanto por la creciente demanda demográfica y epidemiológica de la población, como por las necesidades y conveniencia de los pacientes. Ya he mencionado anteriormente como la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2022, muestra cómo los pacientes prefieren acudir a la medicina privada que a sus instituciones, argumentando cercanía, conveniencia y calidad de la atención.

En este contexto, no es novedad que la gente, a no contar con medicamentos disponibles en la farmacia de “la clínica que le corresponde”, decida comprarlos con su propio dinero. No en balde México es el país con más gasto de bolsillo per cápita entre los de la OCDE.

La solución que planteé en 2022 en mi libro es tan simple como controversial: Los pacientes deben surtir sus recetas en la farmacia más cercana a su domicilio. En la farmacia de la esquina. El gobierno, debe solamente emitir una receta y pagar por el medicamento.

En este modelo, que es el que existe en los países de Europa, Canadá, Costa Rica, Chile, Brasil, Colombia, etc., los pacientes acuden a la farmacia que más les conviene o la que más les gusta; esto, es impensable en México, donde la filosofía es completamente distante de los intereses del paciente.

Tras más de dos años de machacar esta idea, finalmente fue escuchada y considerada por los asesores de ambas candidatas a la presidencia, por lo que ya comenzamos a ver las primeras propuestas a este tema de cada una de ellas

En su reciente actualización a su programa de salud, Xóchitl ya realiza un primer planteamiento, vamos a decir, parcial: el que los medicamentos disponibles en la farmacia de la esquina sean, por el momento, [sólo] aquellos que no se encuentren en existencia en la farmacia de la “clínica que te corresponde”.

Para lograr esto, se plantea el uso de recetas electrónicas y la validación y cobro al gobierno a través de la tarjeta de salud; una excelente idea utilizada en España, Francia o Colombia y que, debo decir, no ha sido bien explicada y por ello aún no se entiende entre los mexicanos.

Un buen inicio, sí, que seguramente irá creciendo conforme avance su gobierno para incluir todos los medicamentos de los pacientes de la 3ª edad, que hoy son obligados a regresar a su clínica o a hacer inhumanas filas bajo el sol, así como a los pacientes con discapacidad, hasta convertirse en norma y con ello ir desmantelando poco a poco el absurdo paradigma mexicano de dispensación de medicamentos, para llegar en unos años, a la entrega total de todas las medicinas de todos los pacientes en la farmacia que el paciente decida, tal y como se hace en el mundo civilizado.

Claudia Sheinbaum es más parca en su oferta, ya que, para evitar coquetear con el uso de farmacias privadas, pierde el foco al querer hacer una simple extensión del sistema ya existente, proponiendo el uso de lo que llama “farmacias del bienestar”. Hasta no demostrar lo contrario, asumo que es un “rebranding” de las farmacias ya existentes en las clínicas del sector público, tal vez con mayor flexibilidad e intercambiabilidad, así como la instalación de pequeños dispensarios de barrio atendidos por Siervos de la Nación.

Seamos claros: el paradigma debe cambiar. El Estado no debe poseer medicamentos, más allá de los (pocos) que requieren los pacientes que se encuentran internados en un hospital.

El Estado no debe tener farmacias, ni almacenes de fármacos, ni un sistema demencial de licitación, compra y distribución de medicamentos, a cargo de burócratas inexpertos e inútiles que no saben qué comprar, a quién comprarlo, como recibirlo, cuidarlo, distribuirlo o dispensarlo.

El Estado debe asegurarse que los pacientes reciban sus medicamentos en tiempo y forma, a través del canal más adecuado y eficiente; si este canal es una farmacia privada, adelante. Es hora de dejar a un lado complejos, ideología y un nacionalismo idiota. Es hora, si, de facilitarle la vida a los pacientes.

Cambiar un sistema con más de siete décadas de arraigo no es fácil. Existen atavismos e ideas preconcebidas que es necesario aclarar, ya que -incluso- están siendo utilizadas por el equipo de Sheinbaum para desacreditar la propuesta de Xóchitl.

1.- No son “vales” ni “cupones”

La propuesta de dispensar los medicamentos en las farmacias privadas no considera un vale o un cupón. Por el contrario, es el surtimiento normal de una receta. Tal y como sucede con los médicos privados. La diferencia es que el costo de los medicamentos es cubierto por el gobierno mediante el uso de la tarjeta de salud.

2.- No se encarece la salud

De ninguna manera. Los precios a los que la farmacia cobra los medicamentos son acordados previamente con los proveedores y estos con el gobierno. Bajo este esquema, para vender al gobierno los fabricantes deben de cumplir con dos requisitos: que el medicamento esté incluido en el Compendio Nacional de Insumos para la Salud (antes Cuadro Básico) y que se firme un acuerdo de aceptación de un precio pre-negociado como ocurre en otros países.

De hecho, con el desmantelamiento de la estructura y burocracia de las farmacias gubernamentales, existirían grandes ahorros que permitirían la adquisición de más y mejores medicamentos.

3.- No es una subrogación

Uno de los saldos negativos más grandes de estos más de 70 años del sistema público de salud en México, ha sido el de los servicios subrogados. En estricto sentido, una subrogación es el pago que se hace a un proveedor para subsanar una carencia (súbita o crónica) del sistema. Ejemplos de subrogaciones abundan, desde estudios de laboratorio hasta servicios de imagen o hemodiálisis.

El problema histórico más grande al analizar a los servicios subrogados es la falta de control presupuestal y el poco criterio para valuar el costo, precio y pago a ellos. Esto ha generado malos manejos, decisiones mal tomadas y corrupción.

La dispensación de medicamentos en farmacias privadas no debería considerarse como una subrogación sino como la forma básica y normal de entregar los medicamentos a los pacientes. Ya he mencionado como el sistema de salud de Canadá en sus documentos fundacionales, se describe como “publicly funded, privately delivered”. Se trata de eficientar el sistema y hacer más fácil la vida de los pacientes.

4.- No beneficia “solo a las farmacias”

Hablemos claro, un modelo de dispensación basado en las farmacias privadas, seguramente que sería muy conveniente para los dueños de estos negocios y haría florecer el sector, particularmente entre los pequeños farmacéuticos que podrían estar interesados en comercializar a bajo precio y alto volumen. Sin embargo, este no es el objetivo; al final lo importante es beneficiar a los pacientes quienes de una vez podrían tener disponibles sus terapias.

Un cambio de esta envergadura es ambicioso y da miedo; sobre todo, para los muchos intereses que hay en medio. Pero al verlo a gran escala y a mediano plazo, México estaría dando un paso adelante en buscar el beneficio de el eslabón más descuidado den la cadena de la salud: los pacientes.

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