Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo.
Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.
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Adiós a las conferencias
El viernes 11 de junio fue la última conferencia vespertina con López-Gatell al frente, ¿qué hubo detrás de esta estrategia de comunicación?
El viernes 11 de junio fue la última conferencia vespertina con López-Gatell al frente, ¿qué hubo detrás de esta estrategia de comunicación?
Finalmente terminaron las conferencias vespertinas sobre el estado de la pandemia de Covid-19 en México.
Lo que comenzó -al inicio por unas cuantas semanas- como un ejercicio de revisión seria de la pandemia, el SARS CoV-2 y su evolución en México se transformó súbitamente en un espectáculo mediático enfocado en el culto a la personalidad de un individuo.
Y es que, en un inicio, las conferencias vespertinas tuvieron un propósito que todos aplaudimos: el dejar en manos de un científico y experto y no en las del jefe del Ejecutivo, la comunicación puntual y detallada de la epidemia.
Como lo he expresado en otros foros, fui de los primeros en aplaudir esta decisión. Los datos técnicos y científicos deben dejarse en manos de los científicos y no de los políticos. En pocas semanas esto cambió. Hugo López Gatell perdió la objetividad y comenzó a mostrarnos sus “verdaderos colores”, buscando justificar cada acción de gobierno con un enredado discurso pseudocientífico y argumentos provenientes de un “consejo técnico asesor” del cual nunca vimos minutas, resoluciones o referencias bibliográficas.
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La pandemia avanzó. México alcanzó el tercer lugar mundial en mortalidad con más de 200,000 muertes reconocidas y cerca de 600,000 muy probablemente ligadas a Covid-19. En el camino nos convertimos en el país con la mayor mortalidad de profesionales de la salud en el mundo. Mientras tanto, en las “vespertinas”, siempre hubo una explicación conveniente para todo.
La coreografía era simple: una serie de diapositivas con datos, muchas veces cuestionados, leídos por el “Zar” de la pandemia, uno de sus subalternos o de plano un funcionario menor. Luego, la exposición de un tema que se fue convirtiendo cada vez en más irrelevante y cuestionable, terminando con sesiones de preguntas, no pocas veces cómodas o a modo.
Un modelo simple que cumplía un cometido: crear la impresión de tener un control sobre el Covid-19 y tener un vocero que serviría de pararrayos en momentos de crisis.
Uno de los grandes problemas de este modelo, sin embargo, es que inevitablemente se alimentaba la soberbia; y el despropósito llegó al punto de que, cada vez que se cuestionaba un dato, la respuesta era remitirse lo comentado en la conferencia de la tarde o reclamar si no se había estado atento cuando se había comentado el tema. De alguna manera, nos querían hacer pensar que ese foro era el oráculo mágico en donde todo lo que se mencionaba era la verdad por antonomasia. Lo que se dice es la realidad porque lo dice quien lo dice y cualquier otro dato es inválido. Respuestas retadoras, arrogantes y en varias ocasiones altaneras.
En una junta de revisión de negocios en una empresa seria, semejantes explicaciones y manera de exponer no hubieran sido nunca admitidas.
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El cenit de la pandemia se alcanzó el pasado mes de enero, con un sistema de salud al borde del colapso, pacientes muriendo en las salas de urgencias y enormes filas para conseguir oxígeno para gente que seguía muriendo en sus casas. Aún en esos momentos, las conferencias se utilizaron para minimizar el problema o desviarlo a algo más.
Los temas se fueron agotando, así como los argumentos. Tras la debacle de inicio de año, los contagios y las muertes fueron disminuyendo en muchos lugares del mundo y México no fue la excepción. Esto se aprovechó por el equipo de Hugo López-Gatell para dar la impresión de una victoria, tras más de 16 meses de malas noticias.
Las conferencias vinieron de más a menos hasta convertirse en un espectáculo verdaderamente deplorable y, aunque el vocero había estado acorralado en ocasiones anteriores, la semana pasada tocó fondo al perder la compostura y mostrarse arrogante, condescendiente y en franco mansplaining con la periodista Peniley Ramírez quien lo cuestionó sobre datos dudosos que él mismo había dado sobre la vacuna de CanSino. Ese fue el punto de quiebre. Las conferencias se terminaron.
Los dos capítulos finales fueron verdaderamente decepcionantes. Un terrible y doloroso fiasco.
Cuando esperábamos ver un ejercicio de reflexión, de valoración honesta de resultados y quizá, un poco de inesperada autocrítica por parte de quien administra la pandemia, lo que presenciamos fue un extraño y patético espectáculo donde se hizo un recuento de supuestos logros, una colección de autoelogios, datos aislados (que no indicadores de desempeño) y al final, el viernes pasado, una extraña demostración de “apoyo” con mariachi y porras a Hugo López Gatell.
En la realidad paralela en la que este equipo vive, uno de los colaboradores de López Gatell se congratulaba en redes sociales con un absurdo “¡nos trajeron mariachi!”.
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El mariachi y el pastel lo confirman: Solo se trataba de él. Era su escaparate.
Para los familiares de más de medio millón de muertos, el pastel y la música debieron sentirlos como una bofetada.
Si somos honestos, a nivel de información, las conferencias vespertinas eran como el agua de garrafón filtrada en changarros en los pueblos: no es lo óptimo, pero es lo único que hay. Y no es que tuvieran la mayor credibilidad; el periodista Pascal Beltrán del Río decía en Twitter que prefería recurrir a los datos de otros analistas y científicos. Además, las vespertinas habían perdido rating. Vaya, los mismos reporteros la pensaban antes de acudir. Hace apenas cinco o seis semanas, una de las conferencias se llevó a cabo con una audiencia de una sola persona.
Hablar de la pandemia es fácil… lo difícil es dar resultados y estos resultados fueron cada vez mas difíciles de sustentar. Al final, la mala señal que se transmite es que, de algún modo ya salimos de la pandemia. Sí, dicen lo contrario, pero actúan como si hubiéramos vencido.
¿Qué sigue?
El Consejo de Salubridad General debería tomar el control de la situación e implementar de manera urgente un sistema de información que fuera transparente, confiable y creíble.
Existen datos duros y abiertos sobre el avance de la epidemia. El problema es que no se exponen de una manera objetiva, sino arreglados y aderezados a conveniencia de quien los presenta. En contraste, no existe un solo dato abierto sobre el avance de la vacunación; y por lo tanto, tenemos que comernos el número que nos den. Esto debe corregirse urgentemente.
A estas alturas ni siquiera pensemos en un moderno sistema informático. Esto es algo ya esta administración evidentemente no se le da y en México no somos capaces de crear tecnología de información oficial para absolutamente nada.
Terminaron las conferencias de la tarde y muchos en la Secretaría de Salud descansarán con ello. La información real y los mensajes llegarán por algún método aún desconocido.
Las vespertinas tuvieron un propósito: decir, en medio de la pandemia lo que querían que México supiera.
Los pacientes nunca fueron importantes.