Yo ya viví la experiencia de ser sustituido en mi trabajo por Inteligencia Artificial. No son historias de ciencia ficción sobre un futuro lejano y tampoco está sujeto a debate: es una realidad y está sucediendo ahora.
Ese miedo que muchos escritores, periodistas y comunicadores de la vieja escuela sentimos frente a la amenaza de perder nuestros trabajos cuando la IA alcance el grado de sofisticación necesario para suplantarnos, está más que justificado. Las empresas ni siquiera están esperando a que la IA parezca humana, nos están sustituyendo cuando el cambio todavía es evidente.
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En el último trabajo que acepté, escribiendo para una revista que pretende introducir a México un título de bastante prestigio proveniente de Nueva York (y donde, por lo mismo, uno esperaría que tuvieran más ética), los licenciatarios no tenían el menor inconveniente en permitir que una becaria utilizara herramientas como ChatGPT y Canva para convertirse súbitamente en redactora y diseñadora.
De pronto yo estaba compitiendo con eso, y a pesar de mis observaciones y reclamos, tal situación continuó hasta que me vi forzado a dejar esa publicación. Me puedo dar cuenta de que siguen haciéndolo en sus posts de redes sociales, pero lo que verdaderamente desanima es que a los lectores les da igual.
A pesar de que los textos están evidentemente mal redactados y que el estilo de ChatGPT y otras IA es fácilmente reconocible pues el resultado depende de las instrucciones del usuario (o sea que, encima, el error es humano), el problema de fondo es que a la mayoría de la gente no le interesa leer y por ello ni cuenta se dan. Eso de “lectores” es un decir.
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Esta semana vi por primera vez una película escrita por una Inteligencia Artificial, se llama About a Hero (2024) y la IA en cuestión se llama Kaspar. La trama, si es que la tiene, gira en torno a una empresa en Dinamarca donde un trabajador muere en circunstancias sospechosas. Pero, en realidad, el experimento del director Piotr Winiewicz consiste en haber entrenado a diversos programas de IA para imitar el estilo documental del realizador alemán Werner Herzog. El resultado es una sucesión de imágenes alucinantes donde no sabemos qué es real y qué no.
Esta fue mi primera experiencia con cine creado por IA, pero no se trata de la primera producción de este tipo. Títulos como Window Seat (2023), Genesis (2023), Where the Robots Grow (2024) y Love You (2025) son otras obras totalmente generadas con IA, mientras que The Safe Zone (2022) y The Last Screenwriter (2024) son algunos de los primeros títulos que cedieron la labor de guionista específicamente a ChatGPT, aunque ya existía un cortometraje de 2016, Sunspring, escrito por la IA llamada Benjamin.
Yo, incluso, me atrevería a incluir El jefe de todo, la película de 2006 de Lars von Trier, como uno de los primeros ejemplos de una producción que decidió ceder la toma de decisiones a una inteligencia distinta de la humana. Von Trier utilizó una técnica llamada Automavision, donde los ángulos y los movimientos de cámara fueron seleccionados por una computadora.
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En tiempos donde el público obtiene su información en redes sociales, de influencers, YouTubers o TikTokers que leen guiones creados por Inteligencia Artificial como ChatGPT, y cuando cualquier estudiante de diseño gráfico también puede convertirse en periodista o en titular de su propio noticiero, todo indica que ya vivimos en la realidad imaginada por el cineasta Rocky Morton hace 40 años, cuando en 1985 creó el personaje de Max Headroom, “el primer presentador de televisión generado por computadora”.