Las guerras culturales no han acabado

Jueves 9 de octubre de 2025

Carlos Celis
Carlos Celis

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

Las guerras culturales no han acabado

En México compartimos muchas de las mismas preocupaciones que el resto del mundo, como el racismo, el clasismo y la explotación.

Caceria_de_brujas_Sony_Pictures.jpg

Película: Cacería de brujas

/

Foto: Sony Pictures.

Para entender un poco mejor el estreno de esta semana, Cacería de brujas (2025), la nueva película del prestigioso director Luca Guadagnino estelarizada por Julia Roberts, es necesario retomar su título en inglés, After the Hunt, que significa literalmente “Después de la cacería”, pues mucho del contexto se perdió en la traducción.

Me parece que el uso de la palabra “después” no es casual y se siente muy cargada, pues indica el final de algo. Y ya que la historia trata sobre un típico caso de señalamiento y cancelación, como tantos de los que vimos en los últimos años durante movimientos sociales como el #MeToo y Black Lives Matter, la “cacería” a la que hace referencia el título puede interpretarse como la era de las guerras culturales.

El concepto de “guerra cultural” en el ámbito político surgió en Alemania en el siglo XIX, pero se popularizó en Estados Unidos a partir de 1991 con la publicación del libro “Culture Wars: The Struggle to Define America” de James Davison Hunter. ¿En realidad estamos llegando al final de las guerras culturales? En lo más mínimo. Pero un título como After the Hunt, desplegado en la cartelera de cine y a la vista de todos en una marquesina internacional, pareciera anunciar eso, por lo que parece una provocación.

Te puede interesar: ¿Despolitizar a las madres?

La actriz afroamericana Ayo Edebiri, que tiene un papel importante en esta película, se vio en la necesidad de hacer esta misma aclaración durante una entrevista reciente. Ante la pregunta de una reportera italiana sobre el final de movimientos como el Black Lives Matter, dirigida específicamente a Julia Roberts y Andrew Garfield (casualmente, los actores blancos), Edebiri intervino para hacer notar que se le dejó fuera de esta pregunta donde ella, obviamente, tiene mucho qué decir.

En la opinión de Ayo Edebiri, Black Lives Matter no ha terminado. Pero tampoco ha terminado ninguna de las causas, luchas o movimientos sociales de los últimos dos siglos, como el feminismo o el movimiento por los derechos civiles, pues hasta hoy la injusticia y la desigualdad se siguen imponiendo. Black Lives Matter y #MeToo no fueron una moda, son la continuación lógica de un mismo movimiento.

En México compartimos muchas de las mismas preocupaciones que el resto del mundo, cuando el racismo, el clasismo y la explotación tienen a más de 38 millones de mexicanos sumidos en la pobreza (cifras de INEGI). Aunque nuestra presidenta hable con tanto orgullo de que ya hay menos pobres en México, es difícil entender para qué sirven tantos programas sociales cuando, al mismo tiempo, favorece a grandes corporaciones y la entrada de extranjeros que han provocado el encarecimiento de la vivienda y los servicios básicos.

En México, las guerras culturales tampoco han acabado. Tan simple como que la lucha de clases permanece hasta hoy, desde el mismísimo día de la fundación de la Nueva España en 1535 cuando los españoles impusieron un sistema de castas que no terminó, ni con la independencia, ni con la fundación de México como país en 1821.

No hay un indicador más fuerte de que en nuestro país las guerras culturales continúan, que las múltiples protestas, manifestaciones y recientes marchas, como aquellas en contra de la gentrificación o las que se han hermanado con la lucha del pueblo palestino. Más allá de filias y fobias políticas, el malestar social en México es muy grande y es cada vez más visible. Pretender ignorarlo es vivir en una burbuja.

Y en medio de todo esto, el fin de semana pasado iniciaron los festejos por los 25 años de la película Amores perros, con una serie de eventos diseñados para el goce de invitados especiales, en galerías de arte y recintos como el Palacio de Bellas Artes, que fue la sede de una gala que pretendía competir con eventos como la pasarela de Chanel en el Grand Palais de París, donde también se dieron cita las élites de la moda y las industrias creativas.

Te puede interesar: ¿Es Estados Unidos el problema?

De buena fuente me entero que a los festejos de Amores Perros se convocó a empresarios, celebridades y gente muy destacada del ámbito social de nuestro país, pero se dejó fuera a muchos de aquellos que hicieron posible la realización de esta película, a miembros del staff y la producción que no recibieron invitación para ninguno de estos eventos y que tampoco fueron requeridos para la foto de aniversario, misma que aparecerá en la próxima publicación de un libro conmemorativo.

Amores perros, una película que banalizó la pobreza y la convirtió en un soundtrack de música pop, es una producción que hoy quiere autoerigirse como un “clásico” del cine mexicano cuando esta decisión le corresponde al público. Pero más allá de dimes y diretes, son este tipo de injusticias y microagresiones las que ya no deberían tener lugar en un México contemporáneo, pero que al seguir sucediendo reavivan el fuego de la justicia social y de las guerras culturales en nuestro país.

PUBLICIDAD