Del “Casino del Danzón” al Castillo de Chapultepec

Sábado 18 de octubre de 2025

Arturo Ordaz
Arturo Ordaz

Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

Del “Casino del Danzón” al Castillo de Chapultepec

Hace varias décadas se usaba a este ritmo musical para ambientar películas que hacían referencia a la prostitución, congales y todo tipo de lugares fuera de la moral apropiada.

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El humo del cigarro inundaba todo el lugar, mientras las muchachas permanecían sentadas en las piernas de los clientes o bailando abrazadas con ellos en la pista. Ese tugurio estaba lleno de sillas y mesas viejas,las cuales guardaban silencio para las atrocidades que pasaban en el lugar. Y para amenizar ese ritual a la inmoralidad, suena de fondo “Chamberí en México” de Acerina y su Danzonera.

Así se ve una de las escenas de la mini serie de Netflix, “Las muertas”, basada en la obra de Jorge Ibargüengoitia que cuenta la historia de un par de hermanas que se dedican a la trata de blancas en bares de mala muerte. Y para relatar todo esto se apoyan del danzón como eje trasversal, así como lo ha hecho la literatura y el cine mexicano durante el siglo pasado.

Tanto se apoyaron de esta música, que en la historia de las hermanas proxenetas se relata que su cabaret más grande y costoso fue uno llamado “El casino del danzón”, una referencia indiscutible para manchar el nombre de este género.

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Hace varias décadas se usaba a este ritmo musical para ambientar películas que hacían referencia a la prostitución, congales y todo tipo de lugares fuera de la moral apropiada. Desde el “Rey del barrio” (1949) hasta “El patrullero 777” (1978), donde el danzón más famoso del mundo, “Nereidas”, era la pieza clave para cuando el hombre entraba al cabaret al rescate de la dama.

Esta “técnica” no sólo se llevo a cabo en el cine, también en la literatura. El libro “Santa” de Federico Gamboa, publicado en el 1903, cuenta la historia de una muchacha que termina en una casa de citas durante la época porfiriana. Y para describir el ambiente cabarets, también se echa mano de este género musical:

La orquesta del salón, repetía sus danzones; susgritos y risotadas, los inquilinos de los gabinetes, y lafuentecilla del centro del jardín, insistía en aventar aenana altura su chorro débil y escurridizo.

Desde los años 80, los danzoneros emprendieron una lucha para rectificar la fama del danzón ante la sociedad, para quitarle de ese estigma que lo ligaba a la prostitución, el espectáculo de noche y las apuestas. Iniciaron esfuerzos para vincularlo con la cultura, y fue así como empezaron conquistar teatros y plazas públicas.

Los logros más significativos en los años 90 fue el estreno de la película “Danzón” (1991) de Maria Novaro, donde ya no se contaba la historia de una cabaretera o aventurera, sino de una mujer que ama esta música y emprende un viaje a Veracruz para reencontrarse a su misma.

Otro gran acierto fue el estreno del Danzón número 2 de Arturo Márquez, el cual se inspiró en la música popular de los salones de baile y se llevó a la academia. Todo esto en el 1994.

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La guerra por quitarse ese estigma al danzón ha envejecido, muy pocos la recuerdan. Hoy en día es considerado más un baile de “ancianos” que uno inapropiado. Sin embargo, hoy se ganó otra batalla, se conquistó el Castillo de Chapultepec gracias al proyecto “Danzón sin fronteras”.

El Alcazar del castillo donde vivieron Carlota y Maximiliano, así como Porfirio Díaz, fue sede de una muestra nacional de danzón donde amenizaron las danzoneras Acerina y Felipe Urbán.

Un ritmo que fue desdeñado por tantos años por la cultura de lo apropiado, fue el personaje principal de la casa de la alta alcurnia mexicana, donde sólo se oían vals y ritmos europeos.

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Hoy en día la “Casa del danzón” perdió vigencia como símbolo de lo inapropiado, tal vez se juega otra batalla, que es mantener vigente este ritmo, pero no le quita la gran satisfacción de haber conquistado una pieza más en este tablero de ajedrez.

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