En México, hablar de la dulce muerte sigue siendo un acto de valentía, a pesar de la familiaridad con que recibimos cada año a nuestros muertos. Cada noviembre encendemos velas, entrelazamos altares y colocamos flores sobre el recuerdo de quienes amamos, pero aún esquivamos la conversación más íntima: ¿cómo queremos partir? Entre el perfume del cempasúchil y el silencio que acompaña a los vivos, persiste un tabú que ni la tradición logra disipar.
La cineasta Analeine Cal y Mayor lo sabe, y por eso eligió una fecha simbólica para estrenar su documental Dulce muerte: 30 de octubre, víspera del Día de Muertos. No es casualidad, es una provocación luminosa. En un país que celebra la muerte pero teme nombrarla, su película propone algo radical: mirarla de frente, con amor, con humor y con dignidad.
Dulce muerte, producida por Cinestereo y con el respaldo de Viggo Mortensen como productor ejecutivo, ha sido reconocida en el Montreal Women Film Festival 2025, el 12th International Documentary Festival of Ierapetra & Awards y el Berlin Indie Film Festival 2026. Con música original de Mauro Refosco y un equipo internacional, el filme de Analeine Cal y Mayor abre un espacio donde lo ético y lo humano se tocan: un recordatorio de que la libertad también incluye la forma en que elegimos decir adiós.
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La historia detrás de Dulce muerte
Todo comenzó con una nota periodística sobre australianos mayores que viajaban a Tijuana para morir. A partir de esa historia, Analeine Cal y Mayor buscó al Dr. Philip Nitschke, pionero en la defensa de la eutanasia, conocido por impartir talleres sobre muerte asistida. “Le conté que venía del cine de comedia y no sabía cómo abordar un tema tan duro. Él me dijo que haría su debut como comediante de stand-up, y supe que debía grabarlo”, recuerda la directora.
Así nació Dulce muerte: entre Edimburgo, Londres, México, Italia y Holanda, durante una década de rodajes que siguieron al doctor y a Kathy Beech, una mujer británica de 91 años que se prepara para morir con dignidad si hereda la enfermedad de su madre.
Dulce muerte, un viaje entre el amor y la libertad
Más que una película sobre morir, Dulce muerte es una reflexión sobre cómo vivir. “Hay risas, hay humor, y eso sorprende a muchos”, explica Analeine Cal y Mayor.
Kathy Beech, maestra de belly dance y jugadora de ping-pong, encarna ese espíritu vital. Su energía atraviesa la pantalla como una invitación: hablar de la muerte cuando aún estamos vivos, conscientes, enteros. “Ellos me enseñaron que prepararse no es rendirse —dice la directora—; es una forma de vivir con conciencia, de celebrar la vida mientras existe.”
“A través de la comedia puedes hablar de lo más profundo. Dulce muerte no es una película triste, es una película luminosa”.
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El derecho a elegir y los tabúes
Estrenar Dulce muerte justo en la antesala del Día de Muertos no es una coincidencia: es un gesto político y cultural. La cineasta busca que el documental sirva como espacio de diálogo sobre la eutanasia y el derecho a decidir. “Si hay personas que ya buscan en México cómo tener una muerte en paz, ¿por qué no legalizarlo?”, pregunta. “Sería más humano, más compasivo”.
Esa mirada ética y amorosa convierte a Dulce muerte en una obra necesaria: una que cruza la frontera entre lo filosófico y lo cotidiano, entre el dolor y la libertad.
“Nos encanta poner ofrendas y comer pan de muerto, pero sigue siendo tabú hablar de morir”, reflexiona Analeine Cal y Mayor.
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Complicidad artística en Dulce muerte
Cuando el actor y director Viggo Mortensen vio un corte del documental, decidió sumarse como productor ejecutivo. “Le gustó la honestidad con que tratamos el tema”, cuenta Cal y Mayor. “Su apoyo fue vital para cerrar la producción y darle el impulso internacional que necesitaba.”
Junto con Carlos Sosa y Laura Imperiale, la cineasta logró un equilibrio entre lo íntimo y lo estético. Con la fotografía de Héctor Maeshiro y la edición de Yoame Escamilla del Arenal, Dulce muerte combina el rigor documental con una sensibilidad que trasciende lo visual: una ética de la mirada.
Analeine Cal y Mayor, la entrevista en video
En esta conversación, la directora mexicana habla de los orígenes de Dulce muerte, de sus encuentros con el Dr. Philip Nitschke y de la sabiduría de Kathy Beech, quien a sus 91 años enseña que la vida vale mientras se vive con dignidad. La cineasta Analeine comparte cómo el humor, la ternura y el respeto se convirtieron en sus herramientas narrativas para abordar uno de los temas más complejos del siglo XXI.
Yo soy y me llamo Ligia Oliver y espero que sigas mi columna en este medio. Soy miembro del Consejo Directivo de Tinta Escritores Cinematográficos México. Me desempeño como periodista cinematográfica, guionista, locutora, editora, traductora y productora de cine, radio y TV, además de la dirección editorial de Somos Texto. Amo el cine mexicano (como ya te habrás dado cuenta). También soy filósofa y apasionada de la cultura griega. Mantengamos contacto vía: IG: @lixoliver FB: @lixoliverligia o lixoliver@gmail.com