El auge de los antihéroes
Zinemátika

Escribió por una década la columna Las 10 Básicas en el periódico Reforma, fue crítico de cine en el diario Mural por cinco años y también colaboró en Reflector, la publicación oficial del Festival Internacional de Cine en Guadalajara. Twitter: @zinematika

El auge de los antihéroes El auge de los antihéroes
Imagen del tráiler de la serie "Loki", protagonizada por Tom Hiddleston. Foto: Captura

Dice el legendario cineasta Jean-Luc Godard que, si la fotografía retrata la realidad, el cine es la realidad veinticuatro veces por segundo. Numerosos teóricos han relacionado el auge de algunos géneros con ciertos fenómenos sociales; por ejemplo, los musicales suelen ser muy populares en contextos de crisis económica, mientras que los melodramas apuntan a situaciones de relativa estabilidad financiera y social. Más aún, hay quien dice que movimientos, como el Expresionismo Alemán, prefiguraron el ascenso de los nazis y la llegada del Tercer Reich.

Desde hace años, los antihéroes han tomado la pantalla por asalto y parece que llegaron para reclamar un lugar preponderante. Atrás quedaron los tiempos donde el ideal de la justicia y la libertad fue defendido en la pantalla grande por héroes de una sola pieza, como Clark Kent o Steve Rogers; ahora Hollywood nos muestra a personajes con profundos problemas personales, incluso de mentalidad malévola, como héroes improbables.

Por sorprendente que parezca, no es algo nuevo. Ya en los años que siguieron al fin de la
Segunda Guerra Mundial, el desánimo de la población se reinterpretó en clave cinematográfica con el auge del film noir, protagonizado por investigadores alcohólicos, mujeres fatales y ambientes sórdidos y sin esperanza. Fue, como dice el teórico norirlandés Mark Cousins, el fin del final feliz al estilo Hollywood.

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Las estrellas descienden de vez en cuando para recordarnos que la única forma de ser héroes es ser humanos, con todo lo que eso conlleva. Ese es, quizá, el éxito de Loki. Nacido en el seno de la mitología nórdica, Loki es el dios del engaño, pero su principal virtud no es necesariamente la de mentir, sino la de emplear la astucia para lograr sus propósitos. Digamos que, propiamente, su único pecado es el ser demasiado egoísta.

Mediante una serie de arcos dramáticos en los que va de antagonista a compañero de su
bonachón hermano Thor, el Loki de la pantalla grande se vence a sí mismo para inmolarse ante el titán Thanos en Avengers: Infinity War (2018), convirtiéndose en un héroe improbable en una pelea que tienen perdida de antemano sus compañeros de batalla, realizando uno de los trucos de escapismo cinematográfico más increíbles de los últimos tiempos: morir al principio para no ser derrotado cruelmente.

Entre esa desaparición momentánea y el regreso triunfal en su serie han pasado tres años. La pandemia global, las consecuencias económicas e incluso el malestar general por el confinamiento han hecho que el mundo de este antihéroe particular cambie su narrativa. Allí donde había engaño, ahora hay un porqué; donde antes había traición, ahora hay una posibilidad de redención.

El cine y sus derivados, como las cada vez más espectaculares series de televisión, siempre nos lleva la delantera: será bueno considerar qué nos dice sobre nuestro futuro este mensaje del abandono del egoísmo para abrazar algo más, un propósito glorioso, como preconiza la serie.

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